Burnout y boreout: las dos caras del estrés laboral que pueden afectar tu salud mental

Cada vez más personas experimentan agotamiento, desmotivación o aburrimiento extremo en su trabajo. Reconocer los síntomas es clave para prevenir el desgaste emocional y recuperar el bienestar.

Estrés laboral, burnout
El burnout no es contagioso, pero afecta al entorno.
Foto: Freepik

El estrés laboral es un fenómeno cada vez más frecuente. Se presenta en la consulta psicológica tanto en forma individual, cuando la persona llega por decisión propia, como a través de empresas que detectan el malestar en sus colaboradores y les ofrecen acompañamiento profesional. Afortunadamente, cada vez más organizaciones comprenden que la salud mental y el bienestar emocional de su gente hacen la diferencia: impactan directamente en la felicidad laboral, en la motivación y, por supuesto, en la retención del talento.

Dentro de este gran universo de malestares vinculados al trabajo, encontramos dos variantes principales: el clásico burnout, o síndrome de agotamiento profesional, y una nueva forma de estrés menos conocida pero igualmente dañina llamada boreout. Ambas pueden alterar de manera profunda la calidad de vida, aunque se manifiestan de modo distinto. Los dos impactan negativamente en la autoestima del trabajador que piensa que no es capaz, que no es valorado o reconocido por su líder o superior, que cree que el problema es él y sus capacidades.

Burnout: cuando el cuerpo y la mente dicen “basta”

El burnout se caracteriza por un desgaste físico, cognitivo y emocional. En lo físico, suelen aparecer síntomas como cefaleas recurrentes, contracturas musculares en cuello y espalda alta, molestias estomacales o intestinales que se intensifican durante la semana laboral y frente a situaciones conflictivas dentro del entorno de trabajo.

En el plano cognitivo, la persona desarrolla un pensamiento negativo y catastrófico: siente que no es suficientemente productiva, se percibe como inútil o ineficaz, y se convence de que su desempeño es pobre. Esto genera un círculo vicioso de frustración y autoexigencia que deteriora aún más el rendimiento.

Desde lo emocional, el cuadro puede incluir desmotivación, irritabilidad, ansiedad, falta de creatividad y tristeza profunda. En muchos casos, el estrés sostenido se convierte en ansiedad patológica o incluso en un trastorno de ansiedad más definido, como ataques de pánico, fobias o un trastorno obsesivo compulsivo. No es raro que el burnout desemboque en depresiones clínicas severas, con sentimientos de frustración, desilusión o vergüenza por no poder “rendir” como antes.

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Una vida cargada de presiones y responsabilidades muy a menudo lleva al estrés.
Foto: Rawpixel.

Boreout: el desgaste silencioso del aburrimiento

Aunque suene paradójico, el aburrimiento constante también puede enfermar. El boreout, cuyo nombre proviene del verbo inglés to bore (aburrir), afecta a quienes se sienten atrapados en rutinas laborales monótonas, sin desafío ni sentido. Es ese malestar que se traduce en frases como “no le encuentro el sentido a lo que hago” o “cada día se me hace más tedioso ir a trabajar”.

A diferencia del burnout, donde la sobrecarga es el problema, en el boreout el detonante es la falta de estímulo y motivación. El resultado, sin embargo, es similar: un profundo desgaste emocional, pérdida de energía, baja autoestima y sensación de vacío. En ambos casos, la persona termina desconectándose de su trabajo y de sí misma.

Factores que influyen

No todos reaccionamos igual ante el estrés. Su aparición depende de una combinación de factores personales y contextuales. Por un lado, incide el perfil psicológico: si existe una tendencia al pensamiento pesimista, catastrófico o rígido, si la persona tiene o no mecanismos saludables para afrontar la presión, o si muestra una tendencia adictiva al trabajo (lo que conocemos como workaholism).

Por otro, el entorno laboral también tiene un peso decisivo. El tipo de tareas, el clima organizacional, el liderazgo y la cultura interna pueden favorecer un ambiente saludable o, por el contrario, potenciar el malestar. Cuando el trabajo no conecta con los intereses o valores personales y se transforma solo en un medio de subsistencia, el riesgo de burnout o boreout se multiplica.

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Hombre estresado en el trabajo.
Foto: Free Range.

Cómo prevenir el estrés laboral

El primer paso es identificar los síntomas y reconocerlos sin culpa. Si notás que te cuesta levantarte para ir a trabajar, que vivís con contracturas o pensamientos negativos sobre tu desempeño, o que nada de lo que hacés te motiva, es momento de hacer una pausa.

Una recomendación esencial es buscar una actividad laboral que te apasione, que te permita sentirte creativo, útil y conectado con tu propósito. No siempre es posible cambiar de trabajo de inmediato, pero sí se puede empezar por redefinir objetivos y recuperar espacios personales que den sentido al día a día.

En lo práctico, es importante poner límites. Establecer horarios de trabajo claros y respetarlos, evitar las horas extra innecesarias y organizar la jornada con descansos definidos ayuda a disminuir la sobrecarga. Si trabajás desde casa, respetá bloques horarios y evitá el multitasking: cuando dividís tu atención entre tareas domésticas y laborales, la ansiedad aumenta y el rendimiento disminuye.

Recuperar el equilibrio

Desconectarse mentalmente del trabajo fuera del horario laboral es otro paso fundamental. Una vez que termina la jornada, dedicá tiempo a la vida social (enfócate en los vínculos saludables y genuinos), la meditación, el ejercicio físico y las actividades placenteras. El cuerpo necesita moverse y la mente necesita pausas. El deporte, además de ser recreativo, ayuda a reducir el cortisol —la hormona del estrés— y a liberar neurotransmisores que mejoran el estado de ánimo.

También es clave diversificar los pilares de la vida. Cuando todo el sentido personal se deposita en el ámbito laboral, cualquier conflicto o frustración se vuelve insoportable. Por eso es necesario fortalecer otras áreas: vínculos afectivos, familia, amistades, hobbies, descanso.

Y si al leer esta descripción te reconocés en varios de los síntomas mencionados, no lo ignores. Pedir ayuda profesional no es un signo de debilidad, sino una forma de autocuidado. Un proceso psicoterapéutico puede guiarte a comprender el origen del malestar y a construir estrategias para manejar el estrés de manera más saludable.

El equilibrio entre trabajo y bienestar emocional es posible. No se logra de un día para otro, pero se construye paso a paso, con conciencia, autolímite y respeto por uno mismo.

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