¿Cómo educar en tiempos de Inteligencia Artificial? ¿Cómo comunicarse con niños y adolescentes cuando hay tantas pantallas de por medio? Estas preguntas acechan desde hace varios años a educadores, padres y familiares de los nativos digitales, que nacieron y están creciendo bajo la influencia de las ubicuas pantallas, un fenómeno que se acentuó durante la pandemia del COVID-19.
La institución educativa Queen’s School hará otro aporte en este sentido, cuando realice la edición de este año del Congreso de Aprendizaje Socio Emocional (CASE) este sábado en la Torre de las Telecomunicaciones de Antel (evento abierto al público y para el que se puede adquirir entradas a través de Tickantel).
Entre las múltiples actividades que se realizarán durante la jornada habrá varias ponencias de invitados internacionales, como la psicopedagoga argentina Liliana González, quien ya había participado de la edición pasada de CASE.
Desde la ciudad de Córdoba, González sostiene que un primer paso hacia la construcción de un puente de comunicación entre adultos y jóvenes es que los primeros se adentren en el mundo digital. “¿Por qué surge este problema? ¿Por qué sentimos que tenemos dificultades para acompañar a nuestros hijos o a los alumnos en este mundo digital? Para poder llegar a una respuesta, lo primero es interiorizarse en ese mundo, conocerlo”, dice González. Enseguida agrega que es consciente de que -a menudo- hay una resistencia por parte del mundo adulto a entrar de lleno en el mundo tecnológico.
En parte, es comprensible esa aprehensión: es como tener que volver a la escuela, aprender de cero muchas cosas, y eso puede generar resistencia entre quienes comienzan a vislumbrar las primeras canas, o ya empezaron a perder cabellera.
Sin embargo, no hay otras opciones. Y González señala una suerte de paradoja: “Muchas veces, padres y madres no tienen problemas en acompañar a sus hijos en actividades como las deportivas, sociales o académicas. Sin embargo, cuando se trata de acompañarlos en la vida digital sí se vive como algo demasiado difícil. Pero hay que hacerlo. Si uno se resiste a la tecnología, poco diálogo podrá tener con su hijo o alumno”.
Además, continúa, el panorama aclara cuando uno se interioriza en un mundo antes desconocido. “A medida que uno va aprendiendo, también va viendo los riesgos de ese mundo”, dice la experta y añade que esa conciencia dota al adulto de más herramientas para la prevención de eventuales problemas.
—¿Pero eso no daría pie para, por ejemplo, una invasión a la privacidad del niño o niña?
—No tiene por qué ser un acompañamiento policíaco o detectivesco. Más bien, tiene que ser un acompañamiento amoroso dentro de un diálogo sobre las cosas que ven, los sitios que visitan, estar atentos a esas cosas. Porque así como uno los cuida en el mundo real, también los tiene que cuidar en el mundo virtual, dado que también ahí hay muchos peligros.
—De nuevo: ¿el niño o adolescente no puede sentir que eso es una intrusión a su privacidad?
—Depende. Entre otras cosas, depende de la edad. Y habría que definir qué se entiende por privacidad en esta época, en la que todo lo privado se hace público, ¿verdad? En las redes sociales todo se exhibe, todo se muestra. Además, cuando se trata de menores de edad, como padres tenemos todo el derecho del mundo de saber dónde andan. No porque se trate de una intimidad uno como padre va a dejar de acompañar. Creo que si un hijo nuestro quiere tener intimidad, debemos darle alguna alternativa como -por ejemplo- escribir un diario íntimo. Pero las redes sociales no son íntimas. No es una excusa la intimidad para dejar de estar presentes como padres en la vida de nuestros hijos. Esto es muy riesgoso, y debemos estar interiorizados sobre lo que las redes implican. Esto es un problemón, y debemos responsabilizarnos como adultos, tanto en el rol de padres como en el de docentes. Es nuestra responsabilidad conocer el mundo digital y sus herramientas. De lo contrario, haremos agua cuando intentemos conversar con nuestros hijos.