Recibir una pequeña recompensa monetaria en el momento adecuado, podría desempeñar un papel enorme a la hora de motivarnos a hacer ejercicio. Así lo asegura un estudio a gran escala sobre cómo incentivar a las personas a que asistan al gimnasio.
Publicado en la revista Nature, la investigación involucró a más de 60.000 socios de gimnasios estadounidenses, 30 científicos destacados de 15 universidades, y más de 50 programas diferentes de motivación. Además de los puntos de recompensa, los incentivos variaron desde un audiolibro gratuito para uso en el gimnasio hasta animadas instrucciones de los investigadores para replantear el ejercicio como algo divertido.
Si bien algunos de los programas motivaron visitas adicionales al gimnasio, otras, entre ellas algunas que los científicos estaban casi seguros que inspirarían más actividad física, no lo lograron.
Los hallazgos del estudio, positivos y negativos, ofrecen información oportuna sobre cómo el resto de nosotros podríamos motivarnos mejor para cumplir con nuestras resoluciones de ejercicio. Igual de importante es el hecho de que el estudio, en su ambición, alcance y estructura, busca ser como una hoja de ruta para futuras investigaciones sobre los misterios del comportamiento humano y por qué actuamos como lo hacemos y, a veces, a pesar de nuestras mejores intenciones, seguimos faltando a las clases de spinning.
La ciencia del comportamiento humano, que incluye determinar si hacemos ejercicio y por qué, puede ser frágil y estar plagada de obstáculos de investigación. Por ejemplo, muchos estudios anteriores han analizado cómo desarrollar hábitos, o infundir confianza, o ser fiel a una rutina de ejercicios. Pero la gran mayoría de esos estudios han sido a pequeña escala u homogéneos: algunos han reclutado solo a personas blancas adineradas y con buen nivel educativo, o estudiantes universitarios jóvenes y saludables, o solo hombres o solo mujeres.
Los estudios también han utilizado una amplia gama de métodos para rastrear el cambio de comportamiento, lo que dificulta la comparación de datos de un estudio a otro. Además, muchos se han apoyado en medidas subjetivas, como preguntarles a las personas cómo se sienten durante y después de un estudio, un tópico sobre el que podemos ser poco confiables, ya sea a propósito o no. El resultado ha sido una crisis de emulación en la ciencia del comportamiento, en la que los investigadores son incapaces de repetir los hallazgos de muchos estudios previos, lo que a su vez hace dudar de los resultados originales.
Estos problemas, naturalmente, preocuparon a Katy Milkman, profesora de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania y autora del libro de 2021 “How to Change” y a su colega Angela Duckworth, también profesora en Wharton. Estaban convencidas de que su campo podía y debía volverse más riguroso desde el punto de vista científico, lo que las llevó a comenzar a idear la noción de los "megaestudios".
Un megaestudio, según el concepto que definieron, sería de gran escala pues involucraría a miles de participantes, y no a las docenas que se usan comúnmente en la investigación del comportamiento. También expondría al azar a grandes grupos de voluntarios a una variedad de modificaciones de comportamiento u otro tipo de intervenciones, y emplearían medidas objetivas para evaluar si una intervención en realidad ha funcionado.
Estas ideas llevaron al equipo de investigación a la cadena de gimnasios 24 Hour Fitness. Ya habían decidido que uno de sus primeros megaestudios se concentraría en el comportamiento del ejercicio, en parte porque es fácil medir los incrementos o disminuciones en los entrenamientos y las visitas al gimnasio, pero también porque alentar a las personas a hacer más ejercicio puede alterar vidas al mejorar la salud.
Con su red nacional de cientos de gimnasios, 24 Hour Fitness les ofreció a los investigadores millones de participantes potenciales en su estudio masivo. Luego invitaron a docenas de otros científicos para que idearan intervenciones que, en su opinión, incrementen la disposición de las personas a hacer ejercicio. También crearon un programa general llamado “Step Up”, al que los miembros del gimnasio podían decidir unirse, y en el que ganarían puntos de recompensa de Amazon por un valor de cerca de 1 dólar una vez que lo hicieran. “Step Up” prometió brindarles nuevas maneras de motivarse a hacer ejercicio.
Más de 61.000 miembros se unieron a “Step Up”, en el que los científicos procedieron luego a dividirlos en 53 grupos. Un grupo, que fungió como el de control, no cambió nada en sus vidas ni en su tiempo en el gimnasio. Luego, se asignó que los demás recibieran un paquete básico de ayuda motivacional que incluía consejos para planificar el día y la hora exactos de cada entrenamiento, un recordatorio por mensaje de texto del equipo de investigación sobre esos planes y una recompensa minúscula si hacían ejercicio, de un valor de unos 22 centavos en puntos de recompensa. Los investigadores sintieron que este tipo de esfuerzos podría ser clave para aumentar la motivación, y serviría como una prueba de referencia a fin de determinar si el estudio estaba inspirando o no a las personas a hacer más ejercicio.
Además de este paquete básico de textos recordatorios y pequeñas recompensas, los investigadores asignaron al azar a los miembros que no estaban en el grupo de control a uno de los 52 diferentes programas motivacionales desarrollados por los investigadores.
En uno de ellos, por ejemplo, los miembros obtuvieron puntos de recompensa por un valor de aproximadamente 1,75 dólares cada vez que fueron al gimnasio; en otros, compartieron sus entrenamientos con amigos en las redes sociales, firmaron un juramento “fitness” para ejercitarse de forma constante o accedieron a reflexionar después de cada entrenamiento sobre cómo los había impactado. Cada grupo incluyó al menos 455 participantes. Cada intervención duró un mes.
Antes y durante ese mes, los investigadores rastrearon la frecuencia con la que las personas acudían al gimnasio. También les preguntaron a expertos externos en ejercicio y comportamiento cuáles intervenciones esperaban que tuvieran más éxito.
Los resultados sorprendieron a casi todos. Duckworth, por ejemplo, me dijo que pensaba que animar a las personas a ver los entrenamientos como algo divertido haría que fueran al gimnasio con más frecuencia, pero ese grupo tuvo solo un incremento minúsculo en las visitas al gimnasio (casi todas las personas en los grupos de intervención se ejercitaron con un poco más de frecuencia que las del grupo de control).
Sin embargo, la intervención más exitosa resultó ser darles a las personas el equivalente a 9 centavos de dólar en puntos de recompensa si regresaban al gimnasio tras no realizar un entrenamiento agendado. Ese programa aumentó las visitas al gimnasio un 16%, en comparación con el paquete básico de planificación y recordatorios por mensajes de texto.
Otra estrategia casi igual de efectiva fue simplemente darles a las personas una recompensa mayor, de un valor de 1,75 dólares, cada vez que hacían ejercicio. Eso incrementó el ejercicio cerca de un 14%, en comparación con el paquete básico.
En general, los hallazgos sugieren que, si queremos hacer ejercicio con regularidad, debemos:
—Planificar un cronograma de entrenamiento razonable.
—Programar recordatorios de ese cronograma en el teléfono o con un cónyuge admonitorio o compañero de entrenamiento.
—Encontrar pequeñas formas de recompensarnos cuando hagamos ejercicio según lo planeado (por ejemplo, pon un dólar en un cuenco por cada entrenamiento y deja que las ganancias se acumulen)
(The New York Times)