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Pedro Petrone, el Luis Suárez de hace un siglo

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Pedro Petrone

HACIENDO HISTORIA

Veloz y de formidable remate, fue delantero más famoso de la Generación Olímpica, provocó una revolución en los sistemas de juego y también se destacó en el fútbol italiano

En pleno cisma y con el Sudamericano de 1923 a la vista, los dirigentes de la Asociación Uruguaya de Football decidieron renovar el seleccionado uruguayo. Y comenzaron a recorrer las canchas donde se jugaba el torneo oficial, en su mayoría pequeños campitos sin tribunas. Así aparecieron varios valores jóvenes, que se consagrarían en ese torneo continental y formarían la llamada Generación Olímpica, tres veces campeones mundiales, con dos medallas olímpicas y una Copa del Mundo.

Uno de los mayores descubrimientos fue el de un muchacho que a mediados de aquel año era arquero en Solferino. Luego pasó a Charley, donde se hizo centrodelantero. En muy pocos partidos ya se había ganado un nombre gracias a sus goles espectaculares. Y así fue el ariete del ataque uruguayo en el Sudamericano, ganado en diciembre del 23 en el Parque Central.  En algún otro momento se le hubiera dicho “el nueve”, pero por entonces no se utilizaban los números en las camisetas.

Se trataba de Pedro Petrone, de 18 años de acuerdo con la versión histórica que data su nacimiento en 1905 (hay otras que lo dan un poco mayor). Debutó con la Celeste el 4 de noviembre de 1923 ante Paraguay por aquella Copa América, y naturalmente hizo un gol. Uruguay fue campeón ganando todos los partidos y él siempre marcó su gol.

El juego de Perucho, como lo llamaban, era de una simplicidad arrolladora: con su velocidad dejaba atrás a los marcadores y tan pronto veía el arco, cerca o lejos, remataba con gran potencia con la pierna derecha o la zurda. Y todo eso impulsado por una infinita confianza en sus fuerzas, virtud de todo goleador. No era un hombre grande que pudiera desequilibrar por su peso en el área, aunque en su tiempo la estatura media de los futbolistas era menor a la actual.

Siempre peinado a la gomina y sonriente, aseguran que era bastante introvertido, acaso ajeno a la fama que se había ganado de “goleador espectáculo”.

Sus características determinaron un cambio en los esquemas de juego imperantes en el fútbol local. Hasta ese momento, el centrodelantero jugaba retrasado en el campo y era el organizador de la jugada de ataque, combinando con los entrealas y los punteros para que toda la línea delantera llegara a posiciones de tiro. Era el estilo de José Piendebene, que a su vez había marcado una ruptura con el delantero centro chocador que predominaba en las canchas a principios del siglo XX. Como todo cambio revolucionario, generó polémicas entre los hinchas partidarios de una y otra fórmula.

En el caso de Petrone, muchas veces la maniobra ofensiva se resolvía con darle la pelota, ya que él se encargaba del resto. En este aspecto y en su fe para buscar el gol podría considerárselo un antecesor de Luis Suárez.

Por supuesto, no era la única fórmula de Uruguay en 1924: se señala que la Celeste causó sensación entre el público de los Juegos Olímpicos de París porque sabía alternar el toque corto y la gambeta con el pase largo a Petrone.

Su importancia se reflejó también en que durante años los equipos uruguayos buscaron “otro Petrone”. Por ejemplo, Peñarol creyó encontrarlo en Pedro Young, sobre todo un fuerte rematador, aunque su auge resultó muy breve.

En 1924 Petrone fue titular en la campaña de Colombes y pasó a Nacional. Al año siguiente estuvo en la famosa gira tricolor por Europa. Jugando ante el Barcelona se rompió los meniscos de la pierna izquierda. Quiso girar con botines de tapones largos sobre un terreno demasiado duro y su rodilla no resistió. Por entonces, esa lesión podía significar el fin de la carrera de cualquier jugador. Pero en este aspecto Petrone también abrió rumbos: fue el primer futbolista en el país que se sometió a una cirugía de meniscos.

Y al cabo de casi un año de recuperación regresó con su fútbol habitual, aunque siempre con un vendaje sobre su rodilla izquierda. Volvió a estar en la delantera de los Juegos de Amsterdam. Y jugó el primer partido del Mundial del 30. No era su mejor momento, por lo cual salió del equipo. En su lugar primero jugó Peregrino Anselmo, de gran técnica pero “lagunero”, y Héctor Castro, aguerrido luchador en el área.

En 1931, en condición de libre, firmó por Peñarol y disputó algunos amistosos. Por motivos reglamentarios solo podía debutar oficialmente en 1932. Antes de eso le llegó una importante oferta de la Fiorentina y se fue a Italia.

Allí volvió a impactar. En su primer partido convirtió 11 goles. Cuenta la leyenda que en una práctica, un tiro suyo rompió la red, la pelota siguió viaje fuera del estadio y destrozó un vidrio de una casa vecina. En la temporada 1931-32 marcó 25 tantos, que lo hicieron goleador del torneo junto al italiano Angelo Schiavio, futuro campeón mundial. Jugó en la Fiore media temporada más, tuvo un conflicto con el club y regresó a Montevideo para integrarse al “equipo espectáculo” que había armado Nacional en 1933. Intentó luego el regreso a Italia, no pudo ser y se retiró antes de cumplir los 30. Falleció todavía joven en 1964.

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