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La segunda muerte de los Kennedys

Inicialmente iba a ir en el History Channel, que de histórico tiene poco, y sí, en cambio, mucho de propagandístico para los sectores más radicales del complejo militar-industrial.

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Por: Elbio Rodríguez Barilari

Lo del complejo militar-industrial no es cosa mía, así fue que lo bautizó el presidente republicano y general Eisenhower, y no yo, valga la aclaración. Pero hasta para el History Channel que lo que hace es promover el belicismo y el evangelismo fundamentalista a través de increíbles bodrios pseudo históricos sobre Las Profecías de la Biblia, Nostradamus, la existencia del Diablo y otras linduras, este nuevo asesinato de los Kennedy era demasiado. Lo mismo para el canal Showtime, un negocio más normal, dedicado a hacer plata sin fijarse mucho en las ideologías, y un par más.

Así que la serie, escrita por el ultraderechista belicoso Joel Surnow, el inescrupuloso que escribió una serie tan violentamente prejuiciada y discriminatoria de los árabes como 24, tuvo que recalar en un canal más bien extraño, llamado Reelz, que se dedica mitad a los programas de chismes de farándula, mitad a pasar sinopsis de películas por venir, así como a repetir algunas seriales viejas.

El hecho de que el guión sobre la Kennedys hubiera sido encargado a una bestia peluda de las catacumbas belicistas como Surnow, ya había armado bastante escombro. Era como pedirle al Sheriff de Nottingham que escribiera la historia de Robin Hood.

Historiadores, académicos, comenzaron a prevenir a la opinión pública, y a los anunciantes, contra este "guión unilateral y derechista, vengativo, y malicioso en su enfoque". Quizás por eso es que la miniserie fue rechazada, expresamente por el History Channel.

La familia Kennedy, que no es lo que era pero todavía mantiene conexiones importantes, se dice que presionó a otros, como Showtime y como A&E para que también le dieran la fría al polémico libelo televisivo.

Al final, los que decían que esto iba a ser como matar a los Kennedys por segunda vez, tenían razón. El papel de John Kennedy se lo dieron a Gregg Kinnear, pero este parece no haberse enterado… Aparte de poner cara de Kennedy, jamás nos convence de que está angustiado por el papelón de Bahía de Cochinos o angustiado por la crisis de los misiles en Cuba, siquiera por que las mujeres lo encontraban tan irresistible. La bella Katie Holmes no es una Jackie Kennedy creíble, y además, el acento de Long Island que le hacen fingir, le sale horrible. Barry Pepper, como Robert Kennedy, lo único que hace es poner cara de triste. Actoralmente todo se lo roba el veterano Tom Wilkinson como el maléfico patriarca de la familia, Jospeh Kennedy, cuyas oscuridades y matufias son suficientemente conocidas para que uno tenga que venir a ventilarlas en esta veloz repasada.

Al final, lo que mueve toda la historia son las ambiciones, la falta de escrúpulos, y hasta las maldades de ese jefe de familia a la Antigua. La historia falta con aviso. La crisis de los misiles y el envío de la Guardia Nacional para defender los derechos civiles de los negros en el Sur, dos momentos culminantes en la breve presidencia de Kennedy, son solucionados con unas cuantas fotos y un bla bla bla inconducente. Nunca se sabe qué es lo que Kennedy piensa, o quiere, o quería para su país.

Las fallas humanas de Kennedy, que tuvo muchas, aparecen todas. Sus grandezas, que también las tuvo, son limadas a la estatura de mera anécdota. En la Guerra ideológica sin cuartel que los republicanos y sus aliados del Tea Party están librando para convertir a los Estados Unidos en una plutocracia teocrática, el amor de la gente por Kennedys es todavía uno de los máximos objetivos a destruir. El otro es Obama, claro. Y a los dos les están dando como en bolsa. Plata para hacerlo tienen de sobra, y los medios también. Con los Kennedys quizás se les fue la mano, y las reacciones negativas ante este intento de segundo asesinato, permiten alentar ciertas esperanzas.

En este contexto resulta curioso que la serie en Uruguay sea emitida por el mismo History Channel y por A&E.

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