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El humor se aprende

Cada vez más uruguayos estudian el arte de hacer reír de pie y los cursos florecen. Además de una oportunidad laboral y de desarrollo artístico, hay otros beneficios: superar la timidez y el pánico a hablar en público, efectivizar el discurso y hasta aprender a manejar con humor las tragedias cotidianas.

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GABRIELA VAZ

Dicen que hablar en público es el miedo número uno de toda la humanidad. ¡Es increíble que la muerte ocupe el segundo lugar! Eso quiere decir que el hombre promedio, en un funeral, preferiría estar en el cajón antes que diciendo unas palabras a los deudos. Para mí, lo más aterrador que hice en mi vida fue tirarme en paracaídas desde un avión. Pero déjenme hacerles una pregunta: ¿cuál es la función del casco? Cuando uno salta, es el casco el que lo está usando a uno como protección. Hay muchas maneras de demostrar que el ser humano es estúpido, pero mi preferida es el casco. Que hayamos tenido que inventar el casco quiere decir que nos veíamos involucrados en actividades que resultaban en fracturas de cráneo. En lugar de evitar esas situaciones, preferimos desarrollar unos sombreritos de plástico y seguir rompiéndonos la cabeza. Lo único más estúpido que el casco es la ley que obliga a usar casco. O sea: ¡es obligatorio proteger un cerebro que funciona tan mal que ni siquiera intenta evitar que el cráneo en el que reside se rompa!"

Observación de lo cotidiano, premisas concretas, ritmo rápido, remates inesperados y una mirada personalísima del mundo. Más o menos eso necesita cualquier monólogo para ser enmarcado como stand up comedy ("comedia de pie"), el género humorístico que cada vez tiene más seguidores, y estudiantes, uruguayos.

El que despachó esa particular visión -entre absurda y evidente; fórmula infalible para hacer reír-sobre los cascos y la estupidez humana fue Jerry Seinfeld, uno de los comediantes "estandaperos" estadounidenses responsables de popularizar el género hasta llevarlo a niveles industriales. Aunque no fue el pionero, probablemente desde él, y con el delay de un auge que se instaló en el Río de la Plata recién en el último lustro, cualquiera tiene una idea básica sobre qué es eso del stand up. Así florecieron los shows monologados de famosos en teatros y boliches. Así aparecieron los programas de televisión nacionales basados en el género. Y así se gestaron los cursos que enseñan a simples mortales a pararse solitos frente a una platea con la intención de hacer reír.

Lo revelador es que los alumnos no son únicamente prospectos de comediante. También se acercan empresarios, psicólogos, publicistas o tímidos ilusionados con dejar atrás el pánico escénico. Y no son pocos. Es que Seinfeld tenía razón: hablar en público es el miedo número uno de la humanidad.

superar el miedo. "Cualquiera puede hacer stand up. Es la pura verdad", dice Ernesto Muniz. Frente a él, Juan Pablo Olivera completa: "Lo único que necesitás es haber vivido". Ambos son responsables del Club de la Comedia, una escuela y productora de shows de stand up que ya cuenta con 170 egresados.

Tres años atrás Muniz y Olivera eran tan solo aficionados del género que decidieron cruzar el charco para aprender sus secretos de la mano de los referentes argentinos en el tema. Volvieron con la experiencia y la idea de crear un curso de 12 clases que reuniera todas las ramas del stand up en una e invitar a "capos" vecinos, como Alejandro Angelini o Hugo Fili, para profundizar en seminarios separados.

En principio, su público objetivo eran comunicadores y artistas. "Pero después nos dimos cuenta que el stand up trascendía eso y que políticos, empresarios o cualquiera que quisiera comunicarse mejor, más efectivamente, en charlas en público, presentaciones de productos o cualquier instancia puede tenerlo como una herramienta súper válida, porque el humor bien utilizado es un arma muy potente", dice Olivera.

Pablo Barone puede ser un ejemplo. Es empleado bancario. Introvertido y con "terror al ridículo", cuando comunicó a sus conocidos que pensaba comenzar un curso de stand up, la respuesta de su entorno fue más o menos unánime: ¿Vos? ¿Estás loco? "Pero lo hice. Me animé, subí (al escenario), tuve la suerte de hacer reír y nadie podía creer que lo hiciera". El desenlace de ese atrevimiento fue inesperado en varias dimensiones. Además de superar el miedo más común, en el curso -que tomó el año pasado con el argentino Diego Wainstein- conoció a Yonattan Montesdeoca y Nicolás Duarte, hoy sus socios en Cromosoma, una productora que, además de organizar shows de stand up, brinda clases de comedia (ver nota arriba). El año corriente es el primero del curso que dura nueve meses y toca materias varias, entre ellas Teoría del stand up.

Todos los involucrados en la movida enumeran las bondades terapéuticas de practicar el género como si fuera la publicidad de un fármaco novedoso. Pero se trata de la cura más antigua: el humor. Por algo psicólogos, psiquiatras y hasta practicantes de la reciente tendencia del coaching ontológico exprimen estas clases, que sirven para aprender a manejar las tragedias cotidianas desde otro lugar.

Sin ánimo de revelar demasiados tips, Olivera y Muniz dan un ejemplo concreto. Uno de los aspectos que se trabaja en el curso del Club de la Comedia es la imagen. "Vos en la vida pensás que sos equis cosa, pero yo sin conocerte te miro y pienso que sos hippie. Vos me mirás a mí, ves un loco con los pelos parados, pantalones chupin y decís `será creativo`. Hay una imagen que proyectás y eso tiene que estar unido al material que hacés. Un ejercicio bastante revelador es descubrir cuál es esa imagen que das", explica Olivera. Muniz continúa: "Que a veces está muy lejos de la que vos pensás que das. Descubrir eso es esencial para cualquier comunicador, porque tenés que saber qué estás diciendo sin decir".

Así, un ejercicio típico de clases de stand up es sondear en el grupo o entre desconocidos en la calle cuál fue la primera impresión que tuvieron de uno. Y la respuesta, asegura Muniz, "puede ser muy dura, muy sorprendente". En plata: de pronto una mujer cree "que da cheta y da puta". "Todo es parte de lo que uno dice, no solamente las palabras: cómo lo dice, desde qué lugar, en qué tono, qué gestos tiene, cómo mira; todo eso hace que el discurso sea consistente. Si no, te pasa eso de pensar `no le creo nada`. Eso es lo peor que le puede suceder a un comediante arriba del escenario. Puede ser buenísimo lo que tiene escrito pero si no le creés, no te reís".

SALIR DEL CLOSET. Los beneficios de esta droga natural no terminan ahí. Tal como le sucedió a Barone, de Cromosoma Producciones, para los tímidos es como una terapia de choque. "Yo tengo terror a subirme a un escenario, terror al fracaso y a la frustración, le tengo mucho miedo al ridículo. Entonces siempre antes de subirme a un escenario lo hago con un susto tremendo. Pero todo esto me ha ayudado a darme cuenta que ese miedo es totalmente infundado, porque te subís y la gente se ríe por algo que te surgió a vos, que plasmaste en un papel. Te das cuenta que si nos animáramos a muchas cosas que no nos animamos, nos iría muy bien. Ayuda mucho a descubrir eso: a superar esos miedos que tantas veces te limitan. Cuántas veces querés mucho hacer algo y no te animás o pensás que no servís para eso. Si te subís a un escenario frente a 100 personas... experiencia más fuerte o exponerte más que eso, no sé qué puede haber".

Iñaki Abadie, el movilero de la revista matutina Hola vecinos en Canal 10, que en el reparto de desfachatez parece haber salido muy bien parado, también asegura que el curso de stand up le ofreció otras herramientas. "Nunca fui tímido, pero no es lo mismo pararse frente a una cámara que frente a personas en vivo. Es mucho más difícil", dice.

A modo de ilustrar la heterogeneidad y el amplio abanico de resortes que puede tocar el humor, Abadie cuenta que en su clase había "algo muy gracioso": un hombre que se acababa de separar "y quería pasar bien, pasar un buen rato. Desde el primer día dijo que no se iba a subir (al escenario). Y veías que el tipo llegaba después con la felicidad más grande del mundo".

Es que finalmente, el curso se trata de comedia. Aprender a reírse de las propias tragedias es parte de eso; más en el stand up, donde la mirada personal sobre los hechos es la materia prima.

Muniz cuenta que hubo quien reveló ante el público por primera vez que era homosexual. "En un ambiente de contención, la gente es capaz de revelar sus más íntimos sentimientos. Y nosotros nos sentimos muy, muy felices de lograr eso. Si me decís de qué me siento orgulloso: de eso. Woody Allen dijo que la comedia es `tragedia más tiempo`, o `más distancia`. Ahí tu tragedia la transformás en comedia. La forma de superarla es aplicarle comedia. Entonces te reís de tu divorcio, festejás quien sos, salís del closet de lo que sea. El humor cura".

Te lo dicen por primera vez en Mess

"La gente cree que el humor es algo mágico. Sin embargo, como toda disciplina humana, es estudiable y aprendible. Se trabaja. Es un proceso lógico y tiene una estructura. Nosotros te enseñamos a desarrollar esa estructura", asegura Ernesto Muniz, docente de los clases de stand up en el Club de la Comedia (www.clubdecomedia.com).

El curso dura 12 semanas y trabaja desde la imagen hasta la postura, la energía, la forma de decir y el armado del guión. Por eso los responsables aseguran que también es útil para quienes desean mejorar su escritura, al lograr un modo más efectivo de comunicarse. Asimismo, los seguidores de sit-coms estadounidenses podrán reconocer "los hilos" y la estructura de cada chiste, afirman.

Los alumnos del Club de la Comedia presentan Te lo digo por primera vez todos los miércoles a las 22 horas en el boliche Mess (Gabriel Pereira 3064). Los jueves es el turno para el Sindicato Uruguayo de Stand Up, cuando allí mismo se paran los más experientes. Además, los estudiantes realizan una muestra anual en la sala Undermovie.

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