La vaca que pasta

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AUNQUE DIGAN los libreros -tal vez para justificar su apuesta por géneros más redituables, tal vez por experiencia- que la poesía no se vende, no es menos cierto que en nuestro país se siguen publicando de año en año muchos libros de poesía, no pocos de calidad. La mayoría cultiva la complejidad del discurso -complicación es otra cosa- entretejiendo citas, alusiones y sugerencias en unos textos ricos y densos que requieren del lector cultura, atención y trabajo.

LA RELIGIÓN DE LA VACA PASTANDO.

Le viene bien a Sebastián Rivero (1978) ser docente de Historia para construir su Respública, centrada en un tema que obsede a muchos intelectuales uruguayos: la inviabilidad del país, vivida como destino nefasto o como fruto de viejas traiciones. Abre el libro una cita de la canción "Flores en mi tumba", del grupo de rock Los Traidores, y el primer poema define al país como una "enorme medusa imposible", y también como una caja oscura que guardará el grito en el fondo del derrumbe. Desfilan luego Hernandarias, los charrúas masacrados, los Treinta y Tres orientales -en sabias incrustaciones de La Leyenda Patria y alusiones a Onetti- los muertos de nuestras guerras civiles y los cadáveres que aparecían en las costas durante la ultima dictadura, para definir un país donde "se apaga todo/ cae/ se muere", un sitio al que "la modernidad nunca llega". Y todo bendecido por "la religión de la vaca pastando", inmune incluso al sacudón progresista -más aparente que real- del primer batllismo. Es un discurso doloroso, reflexivo y bello, respuesta posible a una de las preguntas del texto: "¿qué discurso puede elaborarse/ sobre el agua cayendo, y lo gris?".

El volumen incluye también el ya publicado Pequeños crímenes cotidianos (Vintén, Montevideo, 2008).

REGUSTO ONETTIANO.

Varias notas en común de tema, tono e imágenes hay entre Respública y Corazón marrón, de Adolfo Sarmiento (1966). Es el estilo la mayor diferencia y, en particular en la primera sección, "Guirnalda oriental", el mayor obstáculo para el lector. El título alude a una temprana selección de la poesía uruguaya, publicada por Luciano Lira en 1835. Sarmiento reúne en esta sección una serie de sonetos de deliberado feísmo -algunas imágenes y algún par de versos de excelente factura dan la pista de que el poeta sabe lo que hace- en los que se historia el hundimiento y la traición de las "grandes esperanzas" nacionales, con mojones pomposos, como los festejos del Centenario en 1930, o festejos siniestros como el malhadado "Año de la Orientalidad" de 1975. Es una apuesta estética arriesgada que el autor resuelve bien, si cuenta con lector avisado, aunque la desmerece alguna errata ("hurley" por "harley", por ejemplo).

Las siguientes secciones están en verso libre, extenso o breve, y combinan la amargura que parafrasea a Onetti ("la fosa común para los treinta y tres apóstoles", escribe Sarmiento en "Para un nombre sin tumba", entrecruzando así la alusión a "El pozo" con el retruécano de "Para una tumba sin nombre") con algunos textos de rotunda y fina ironía. Vaya como ejemplo "Receta para construir una vaca": "hueso por hueso/ de una forma amable/ rellenarla con todas las leyes del país/ las del pasado sórdido/ las del presente imperfecto/ forrarla con pantazote/ como el sillón de la abuela/ y ponerle una mantita de crochet/ colocarla en el dormitorio/ para apoyar la ropa antes de acostarse/ soñar".

AULLIDO A LA URUGUAYA.

El libro de Nelson Traba (1967) Agua de los ahogados es el segundo volumen de una trilogía iniciada con Agua antigua (Voces, 2007) y cuyo tercer volumen aún está inédito. Es un libro angustiado y furioso, transido a partes iguales de un profundo descreimiento -podría decirse que entre otras cosas es un llanto por la fe religiosa perdida- y de una profunda empatía con el sufrimiento de los otros. Si bien se nota al poeta que maneja a conciencia su oficio, es una poesía que convence por lo sincera, en su intento de ser a la vez grito, vómito, orgasmo y descarga. Es, en palabras de Traba, "un grito gritado sin más propósito que ser un grito".

Abundan las citas, referencias y alusiones, algunas explícitas, otras ocultas y hasta algunas equívocas. Se entretejen en el discurso de la voz poética, que hilvana también hechos de la vida actual, de trascendencia reconocida -el 11-S en las Torres Gemelas- o que pasan desapercibidos, con su carga de dolor y desprecio cotidianos ("Cien conductores menos uno/ moverán los labios como diciendo no/ y evitarán dirigir cualquier palabra/ al florista…"). Debe prestarse especial atención a las intertextualidades con el "Aullido", de Allen Ginsberg, pero más aún a las referencias a la Biblia, los discursos y encíclicas papales, la liturgia católica, vistas siempre con una mirada lateral, inusual y perturbadora (por ejemplo: "Dios es de clase alta y tiene iglesias y pastorales,/ con la opción preferencial por los pobres.").

Es eficaz el uso de las repeticiones -casi obsesivas- y el recurso a los sinónimos que de modo automático ofrecen los procesadores de texto, para reflexionar sobre el trabajo del poeta, el lenguaje y la realidad. El postfacio de Alejandro Gortázar, a su vez, es muy orientador.

DICCIONARIO ABIERTO AL PRECIPICIO.

"Todo es alimento. Lo sórdido, la belleza y la Nada", ha declarado Eduardo Curbelo (1962), poeta y psiquiatra, en reportaje reciente. Podría ser un buen resumen de lo que hallará el lector en Perros de caza y Aplomo, los dos libros premiados que incluye este volumen. Claro que debe dejarse constancia de que la del poeta es una digestión deliberada, por así decirlo.

La de estos textos una poesía que construye belleza desde lo chocante y, por eso mismo, potente: "Este poema huele a dolor y a fiera destripada/ A plomo incrustado en una frutilla/ miembro viril apoyado en un pétalo de flor…". Así se inicia "Perros de Caza".

Pero si bien hay mucho de sordidez y abismo en estos textos, se guarda en ellos una cierta pureza, acaso protegida en el abismo y la sordidez. Por eso puede escribir: "Después del tercer whisky todos son el tercero/ Después del primer amor todos son el primero".

Porque ante todo y sin esquivar asumir la muerte, el desamor e incluso la inutilidad de la poesía ante ciertos estados de ánimo y de ánima, esta es una poesía viva y vitalista. Por eso, en "No me mato", de Aplomo, puede escribir "No me mato ni muerto", afirmación que sostiene en ambos poemarios.

EN SUMA.

Aunque ninguno de estos libros cultive una poética de la sencillez -ni mucho menos la de la simpleza-, será valiosa la (ardua) experiencia de adentrarse en ellos.

RESPÚBLICA, de Sebastián Rivero. Estuario, 2012. Montevideo, 96 págs.

AGUA DE LOS AHOGADOS, de Nelson Traba. Estuario, 2012. Montevideo, 144 págs.

CORAZÓN MARRÓN, de Adolfo Sarmiento. Estuario, 2012. Montevideo, 108 págs.

PERROS DE CAZA, de Eduardo Curbelo. Estuario, 2012. Montevideo, 88 págs.

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