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La comedia de la vida

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Mario Marotti

A PESAR DE LO sacrílego que a algunos fanáticos les pudiera parecer, inténtese el experimento de mezclar en partes iguales la saga de Star Wars, el corrosivo humor de los Monty Python y la mejor tradición de la literatura infantil inglesa (en particular, Alicia en el País de las Maravillas y el nonsense de Lewis Carroll). El resultado no será otro que la Guía del Autoestopista Galáctico, un guión radiofónico de Douglas Adams que terminó convertido en un ciclo de cinco novelas, serie de televisión, película, cómic y juego de computadora.

Autor de culto sólo comparable en popularidad a Tolkien (e igualmente discutido), Adams fue para muchos un digno heredero de Swift y Carroll. En el Reino Unido sus personajes hoy forman parte de la iconografía popular, en pie de igualdad con el Sombrerero Loco o el Gato de Cheshire, y en lugares tan distantes como Finlandia o Japón cada 25 de mayo se celebra en su recuerdo el "Día de la Toalla", conmemoración de cierto parecido con el "Bloomsday" (evento que desde 1954 se realiza en Dublín en honor a Leopold Bloom, el protagonista del Ulises de James Joyce). Pero este admirador de Wodehouse y Vonnegut (y de Borges: citaba a "Pierre Menard" como ejemplo de cuento corto magistral) destacó también en otras áreas que, puestas hoy en perspectiva, no sólo permiten apreciar la coherencia de su labor, sino entender por qué en algunos ámbitos su obra artística es valorada tanto o más que en el ambiente literario.

Comediante frustrado. Orgulloso de haber venido al mundo en la ciudad donde poco después se descubriría la estructura molecular del ADN (en inglés DNA, sus iniciales), Douglas Noël Adams nació en Cambridge (Inglaterra) el 11 de marzo de 1952. Tras el divorcio de sus padres, marchó a vivir con su madre y una hermana a la casa de sus abuelos maternos en Essex, una finca rural que la abuela había convertido en refugio de animales abandonados. Eso agravaría su condición de asmático pero terminaría determinando su futura vocación ecologista. En la escuela, la fértil imaginación revelada por sus textos hizo que uno de sus maestros lo alentara a continuar escribiendo. De adulto, lamentaría no haber estudiado biología o física.

Dos cosas signaron su adolescencia: los Beatles y el show de los Monty Python. Según él, su vocación por la comedia nació viendo a John Cleese actuar en televisión. Ya en Cambridge como estudiante de literatura, intentó vincularse a los Footlights, grupo de comediantes de esa universidad por el cual habían pasado tres de sus admirados Python (Cleese, Idle y Chapman). Lo logró y obtuvo reconocimiento como guionista pero como actor fue siempre considerado torpe.

El éxito de una de sus obras hizo que Graham Chapman le pidiera ayuda para terminar un episodio de la mítica serie Flying Circus. Fue como tocar el cielo con las manos: su ídolo de la adolescencia era Cleese quien escribía junto a Chapman parte del show de TV que él miraba en la casa de su abuela; cuatro años después era él quien escribía con Chapman el guión de un capítulo. En otro, actúa caracterizado de "pepperpot" (típica vieja chismosa británica) cargando un misil en el carro de un chatarrero (Terry Jones). Emitidos a finales de 1974, esos fueron los últimos episodios de la serie.

De guardaespaldas a escritor. Finalizada esa colaboración (que incluyó el guión para un show de Ringo Starr que no llegó a grabarse), a Adams no le resultó fácil vivir de sus guiones. En la necesidad de tener otro empleo, fue contratado como guardaespaldas de un jeque de Qatar (Adams medía 1,96 m de altura) con largos turnos de guardia frente a una habitación de hotel. Hasta que un día, una prostituta que salía de un cuarto contiguo le comentó: "Al menos tú puedes leer mientras trabajas". Abatido, renunció y se fue a vivir con su madre.

Su gran oportunidad llegó a mediados de 1977 cuando propuso a la BBC un borrador para una comedia radiofónica de ciencia ficción, la Guía del Autoestopista Galáctico. Con el éxito de Star Wars a la vista (la primera película se había estrenado en esos días), el guión fue aceptado. Al escuchar la cinta, Terry Jones dijo haber quedado impresionado por el lúcido planteo: una parodia con ricas metáforas sobre la condición humana. Seis episodios fueron emitidos a partir de marzo de 1978 (y otra serie a principios de 1980). Fue el único programa radial nominado a los Premios Hugo -el más alto galardón de la ciencia ficción- desde la creación de éstos en 1953.

En la BBC, Adams trabajó además como editor de Doctor Who (serie televisiva de ciencia ficción que se emitía desde 1963) aportando guiones para tres capítulos. La primera novela se publicó en 1979. Una situación que se fue agravando con el tiempo era que nunca entregaba sus escritos en fecha; una editora llegó incluso a encerrarlo en una habitación para forzarlo a terminar. Cada media hora, él salía y le contaba su último chiste; Adams era un comediante y necesitaba una audiencia para escribir.

En 1999, Adams se mudó con su familia a California cuando la compañía Disney compró los derechos para la versión cinematográfica de la serie (algo que había estado esperando durante años). Allí, en un gimnasio de Santa Bárbara y en el cenit de su popularidad, falleció de un infarto el 11 de mayo de 2001 (la película fue finalmente estrenada en 2005).

Trilogía en cinco partes. La ciencia ficción tradicional abunda en mundos oscuros y seres siniestros imaginados tal vez con un único fin: cuestionar a los habitantes de éste. Adams logra lo mismo en una sátira más próxima a la cultura pop que a la gran literatura (la secuencia de episodios emulaba el formato de discos como Sgt. Pepper). Es al escuchar el radioteatro original -las voces, los efectos de sonido- que se consigue comprender cómo fue que conquistó a su primer séquito de seguidores (en las traducciones ese sabor marcadamente británico se pierde totalmente). La serie relata las andanzas de Arthur Dent, que comienzan cuando su casa y la Tierra son demolidas para construir un "bypass" hiperespacial. Escapa ayudado por Ford Prefect, un extraterrestre que vivía aquí como corresponsal de la Guía, "libro imprescindible para comer bien y dormir barato en todo el universo". La hermosa Tricia McMillan se salva también y en la nave de Zaphod Beeblebrox (que viaja por el tiempo y el espacio mediante "la energía de la improbabilidad infinita") conocen a Marvin, un robot depresivo que -al mejor estilo Woody Allen- se gana la simpatía del lector con sus pesimistas comentarios. Los lugares no son menos insólitos: en Magrathea vive Slartibarfast, que tiene por misión rehacer la Tierra (tal vez el tramo más emotivo de la película); desde Milliways (en El restaurante del fin del mundo, la segunda novela) se asiste una y otra vez al espectáculo del fin del universo.

El irreverente humor sigue la línea de sus adorados Python. Nada se salva del sarcasmo de Adams; ni la superioridad humana ("cada vez eran más los que pensaban que, en primer lugar, habían cometido un gran error al bajar de los árboles. Y algunos afirmaban que lo de los árboles había sido una equivocación, y que nadie debería haber salido de los mares") ni las relaciones conyugales ("Trin Trágula era un soñador, un pensador, un filósofo especulativo o, tal como lo definía su mujer, un idiota"); ni mucho menos cuestiones más trascendentales: la supercomputadora "Pensamiento Profundo" tiene por tarea encontrar "la respuesta a la Pregunta Última de la Vida, del Universo y Todo lo demás" y cuando millones de años después lo logra, "¡Cuarenta y dos!", surge el problema de recordar cuál era la pregunta. Aparte de la tomadura de pelo a planteamientos existenciales de ese tipo, la broma esconde una ironía con respecto a las respuestas -casi siempre numéricas- de la ciencia, e incluso, una parodia al principio de incertidumbre de Heisenberg. Adams lo admitía riéndose: "Todo lo que yo tengo para decir es que en un universo cuántico no pueden conocerse a la vez la pregunta y la respuesta".

Adams también escribió otra serie de novelas cuyo protagonista es el insólito detective Dick Gently, un diccionario singular, y un guión para una película (que iba a tener a Cleese como actor principal) cuyo argumento puede ser resumido así: se desvanece todo rastro de civilización en la Tierra excepto un ejemplar del Libro Guinness de los Records; unos extraterrestres tratan de reconstruir la vida en el planeta basándose en él. El resultado es, obviamente, exagerado y risible.

Computadoras y rinocerontes. Pero su insaciable curiosidad -y cierto bloqueo creativo- llevarían a Adams por otros caminos. Entusiasta precursor de todo lo vinculado a la informática, ya desde antes que ésta se popularizara publicaba notas de un optimismo contagioso sobre el tema: "Con Internet estamos construyendo un sistema nervioso para toda nuestra cultura", escribió. Se comenta que fue el primer propietario en el Reino Unido de una computadora Apple. Creó juegos, vaticinó muchos de los dispositivos tecnológicos que vendrían (en 1990 hizo un documental al respecto, Hyperland) e inició una enciclopedia libre que anticipó en dos años a la Wikipedia (el sitio "h2g2", hoy en manos de la BBC). No muchos usuarios deben saber que el conocido traductor "Babelfish" (en Yahoo desde 2008) recibe ese nombre por un animalito de sus novelas: el "Pez de Babel" que, al entrar en la oreja de otro ser, traduce cualquier lengua alienígena al idioma de éste, o que la computadora vencida al ajedrez por Garry Kasparov en 1989 fue bautizada "Pensamiento Profundo" ("Deep Thought") en su honor (tiempo después, "Deep Blue" la vengaría).

La actividad que más lo enorgullecía era otra. En 1985, el diario Observer lo envió a África a buscar un pequeño mamífero en peligro de extinción: "Un día recibí una llamada donde me preguntaban si quería ir a Madagascar en busca de una especie rara de lémures; dije que sí antes que se dieran cuenta de que habían marcado un número equivocado. Yo no sabía nada de Madagascar, nada de lémures, nada de ecología y menos todavía de por qué dijeron: ¡Enviémoslo a él!". El hecho no fue tan fortuito: Adams era un gran contador de historias, que mejoraba en cada versión, y los editores sabían que estaba buscando algo así. Lo encontró revelador. Junto al zoólogo Mark Carwardine condujo para la BBC el ciclo radial Last Chance to See ("Última oportunidad de ver"), que se caracterizó por la pasión que ambos pusieron en difundir la importancia de preservar la biodiversidad. En el libro Mañana no estarán, producto de la serie, rastrean rinocerontes, gorilas, dragones de Komodo y especies poco conocidas como el kakapo (un loro de Nueva Zelanda que no vuela, sube a los árboles y se tira de las ramas) o el baiji (un cetáceo cuyo hábitat en el río Yangtzé fue seriamente dañado por la represa de las Tres Gargantas; el último ejemplar fue visto en 2004). El humor y el mismo estilo coloquial de sus novelas dan eficacia al conmovedor relato. Adams llegó a subir al monte Kilimanjaro cubierto con una piel de rinoceronte como forma de darle publicidad y marcar la urgencia de esa denuncia.

Adams y Dawkins. Ese sutil cruce de tecnología y evolución, hizo que Adams comenzara a ser invitado a congresos de esas áreas. Hoy, una serie de conferencias anuales en su honor se realizan en la Royal Geographical Society. El entusiasmo que ponía en esas charlas es un recordatorio de lo gratificante que puede ser la ciencia. Según el biólogo Richard Dawkins, Adams pensaba como un científico pero era mucho más divertido: "Douglas y yo nos conocimos porque yo le envié una carta como fanático, creo que la única que he escrito. Me encantó la Guía del Autoestopista galáctico. (...) Él me contestó que era un fanático de mis libros y me invitó a su casa en Londres. Rara vez he conocido a un espíritu más agradable. Obviamente yo sabía que sería divertido. Lo que no podía suponer era todo lo que sabía de ciencia".

Según Dawkins, "se reía de sus propios chistes, lo que se supone los buenos comediantes nunca hacen (...) Tenía cierta amabilidad que provocaba que no fueran hirientes. Se reía de las ideas absurdas, no de las personas". Ambos compartían además posiciones ateas militantes (Dawkins le dedicó El espejismo de Dios) y hay un divertido monólogo de Adams sobre cómo el hombre desarrolló sus creencias religiosas. "¿No es suficiente que un jardín sea hermoso sin tener que creer que haya duendes en el fondo?", se preguntaba allí. Para Adams, que la complejidad del universo haya salido probablemente de la nada era una idea maravillosa, y agregaba: "La oportunidad de pasar 70 u 80 años de tu vida en ese universo es un tiempo bien empleado en lo que a mí respecta". Tras su muerte, Dawkins comentaba sobre su amigo: "Si algún hombre llegó a entender el magnífico lugar que es el mundo, ese hombre fue Douglas. Y si alguien alguna vez hizo del mundo un lugar mejor, también fue Douglas. Hubiera sido agradable si nos hubiera podido dar el total de esos 70 u 80 años. ¡Pero, por Dios, todo lo que nos dio en 49!".

Ser musical

Fanático por igual de Bach y de los Beatles, Adams colocó muchas referencias musicales en sus novelas. En cierto pasaje, la pregunta "¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre?" remite a "Blowin` in the Wind" de Dylan. El restaurante Milliways está inspirado en el tema "Grand Hotel" de Procol Harum (Adams era amigo de su líder, Gary Brooker).

Tuvo también un fuerte vínculo de amistad con los miembros de Pink Floyd. El baterista Nick Mason recuerda que "era capaz de aportar un maravilloso sentido del humor en los momentos más desesperados". El título del álbum The Division Bell fue sugerido por él y escribió el texto para una retrospectiva del diseñador de las portadas, Storm Thorgerson. Como regalo para su cumpleaños número 42 (número ineludible en su obra), David Gilmour lo invitó a subir al escenario en un concierto en Londres la noche del 28 de octubre de 1994. Adams acompañó a la guitarra en dos temas: "Brain Damage" y "Eclipse".

Muchos otros artistas aluden a su obra: el tema "Paranoid Android" del celebrado OK Computer de Radiohead refiere a Marvin, y el nombre del disco procede también del guión radiofónico.

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