Por: Miguel Bardesio
Hay que hacer la zanja para un cable subterráneo y las maderas de un techo exterior ya están para cambiar. Tareas domésticas que, por estos días, ocupan las horas del actor y abogado argentino Gerardo Romano en su chacra de Laguna del Sauce. A los 64 años e instalado definitivamente en Uruguay, Romano cambió el vestuario de uno de los actores de mayor exposición en el circuito porteño, por los de hombre de campo: madrugador, tomador de mate, calza a diario sus pantalones de trabajo oscuros, zapatos rústicos y pone sus manos curtidas a la obra en la zanja, el techo o las miles de plantas y árboles que nutren el lugar que ya hace años define como su casa.
Pero el "autoexilio", como le llama, no es sinónimo de retiro. El actor está por estrenar en el teatro Nogaró de Punta del Este la obra En la cama, que ya lleva más de dos años de recorrido. Buenos Aires, Mar del Plata, luego una gira que la trajo a Montevideo, entre otros parajes, y ahora, las funciones esteñas que serán hoy y mañana a las 20:30. Para el resto de las semanas de enero también están previstas funciones.
Al mismo tiempo, está entusiasmado con la posibilidad de integrar en 2010 el elenco de Las novias de Travolta (Canal 12) en una eventual segunda temporada. "Me encantaría hacer ficción en Uruguay, ojalá se dé", asegura Romano. De concretarse, ese papel implicaría el regreso a la TV de un actor que participó de más de 20 telenovelas y una decena de películas, pero que vive desde hace dos años una especie de retiro de pantalla. Ni siquiera como televidente: no mira ficciones, ni películas. "La TV, en ciertos niveles, tiene un grado de deshumanización y algo nocivo que saca lo peor de las personas", añade.
Habla de lo "mediático", uno de los componentes que lo empujó a radicarse en Uruguay, lejos de un circo que le "repugna". Y tras una pausa, continúa: "Lo mejor que podría hacer Uruguay es desactivar la TV argentina. Sobre todo porque la ocasión hace al ladrón, uno aprende fácil lo malo y para qué quiere uno hacer un curso rápido de todo lo malo. En la TV argentina se expresa a veces lo peor de la sociedad. Es como si mañana la TV de Uruguay comprase la TV de Irak y viéramos todos los días cómo vuelan 62 personas por el aire. ¿En qué contribuiría a mejorarnos un medio como la TV? Hay un vaso contaminante que habría que cortar. Esa especie de contagio ya se ve en el fútbol. La arbitrariedad, la violencia, los niveles a los que desciende el ser humano cuando participa de un partido se pueden ver en el Uruguay de hoy".
Sentado a la sombra en el patio exterior de su casa, Romano habla pausado y de fondo a la entrevista con Sábado Show, cantan los pájaros mientras atardece sobre la Laguna.
-Para las funciones en Punta del Este, ¿cambian las actrices de En la cama?
-Es cierto. La obra trata sobre la pareja y nuestras parejas originales, la de Walter Quiroz y la mía, han ido pasando. Como ocurre en la vida real, los hombres quedamos y las mujeres son las que se van. No lo digo desde un enfoque machista, no. Lo digo porque en general es la mujer la que toma la decisión de separarse. Así nos ha ocurrido a Walter y a mí, nos hemos deprimido, pero tratamos de seguir adelante. Ahora, nuestras mujeres de En la cama son Lucrecia Blanco y María Roggi (antes eran Mónica Ayos y Anabel Cherubito) que por supuesto son muchísimo mejores que las anteriores. Porque eso es condición para una pareja nueva: no se puede formar una relación con nostalgia de otra pasada.
-En la cama lleva dos años y medio presentándose, ¿cuál es su encanto?
-La obra trata sobre la pareja, algo que involucra a todos, y habla sobre la convivencia. Este es un factor gravitante porque implica lo cotidiano, el ver y tener al otro en toda su dimensión. Todos somos actores en la vida, vamos actuando por ahí buscando conseguir cosas para nuestro provecho. Pero cuando convivimos no tenemos tiempo de elegir tanto y empezamos a mostrarnos más descarnadamente como somos, sin elegir momentos, sin hacer un compilado de tus mejores momentos. En la pareja termina aflorando todo, nuestros olores, nuestras miserias, el egoísmo. Además, aparece la rutina que oxida los vínculos, un asesino silencioso, y que hace que las parejas entren en momentos difíciles de remontar. En la cama es todo eso y genera cierta identificación del público porque todos tienen o han tenido o planean tener pareja y convivir.
-Pero a lo largo de la obra también surge la risa...
-Se produjo así. Nosotros no nos propusimos eso. Muchas veces ocurre que al espectador, cuando le planteas una pálida, niega y la mejor manera de negar algo doloroso es la risa. Por eso en los velorios se hacen chistes, no por faltar el respeto, sino porque sentimos tanto dolor existencial que es irresistible. Por lo demás, En la cama establece mucha interacción con el público y eso genera la risa muchas veces.
-Ha dicho que te "autoexiliaste" en Uruguay, ¿por qué?
-Estoy aquí desde el año 1994 y desde hace siete años de modo permanente. Vivo acá. Fueron muchas las circunstancias que me llevaron a ir eligiendo este camino. Creo que lo fundamental tuvo que ver con una incontinencia mía, yo soy antioficialista por definición, y ese exhibicionismo mío hizo que mis declaraciones, por muchos años, fueran incómodas para muchos y viví situaciones de persecución judicial y policial. La institucional en Argentina no ha sido por momentos la ideal, entonces expresarse libremente tenía su riesgo. Eso, sumado a que he sido padre tardío: tengo una hija de cinco años, hizo que fuera eligiendo vivir acá.
-Fue un escape, digamos...
-No, uno va eligiendo. La separación se hace cuando aparece otro que atrae, eso termina de cortar la amarra. Yo ya tenía esta tierra acá, venía, al principio en carpa. Me gusta la vida de campo, tener perros, tomar mate, me gusta trabajar con las manos, levantarme temprano, prender la cocina a leña, ver el fuego todo el tiempo. Pero sobre todo, me gustan apasionadamente las plantas y los árboles. Los planto, los cuido, los miro, los huelo. Cuando uno planta, como que se perpetúa en ellos.
-En TV, hay un personaje que mucha gente retiene que era aquel mafioso de Hombres de honor, ¿cómo lo recuerda?
-Carlo Andrea Paternostra, se llamaba. Me divertí mucho con ese personaje, era muy divertido. Lo hacía todo el tiempo, en el bar, en la calle. Hasta hoy, cuando voy acá a la estación de servicio, uno de los muchachos del surtidor me saluda: "¿Cómo anda, Carlo, tranquilo que está todo bien". Y yo le digo: "Dale, llename el tanque o te cago a tiros hijo de puta". Era un personaje muy liberador de toda esa ira. Porque Carlo mandaba matar porque sí, te puteaba, te mataba a palos sin razón. No era necesario que los hechos tuvieran entidad.
-¿Fue ese el último papel en TV?
-No, hubo algunos otros. Me acuerdo que hice a un cura que se enamoraba apasionadamente. Por ahí, era más interesante el personaje de cura célibe, más intenso dramáticamente.
-¿Por qué hoy no está en TV? ¿No lo llaman o no quiere?
-Algún llamado he tenido. Ahora podría estar trabajando, pero se me complica bastante porque vivo acá. Y son tiras que se graban todos los días, sin mucho descanso y no podría venir a Uruguay, a mi casa, acá tengo a mi hija que es chiquita. Entonces, tengo que estar acá y no me gusta para nada el ritmo de Buenos Aires.
-En la TV uruguaya tiene una propuesta, ¿en qué consiste?
-Existe la posibilidad de que me sume a Las novias de Travolta en una posible segunda temporada. Tengo muchas ganas, sería un lujo trabajar de lo tuyo en un país donde me he autoexiliado. El Uruguay es tan diferente en idiosincrasia a Argentina. A lo mejor no es perceptible gruesamente: hablamos el mismo idioma, la misma música, el tango, el fútbol. Pero cuando uno vive acá empiezan a aflorar esas diferencias: la afabilidad, la cordialidad, el respeto, cierta tradición de lo mejor de lo provinciano... todo eso lo encuentro en Uruguay, al menos entre la gente de campo o del Interior.
-¿Mira TV?
-Poco. Ficciones no miro. Me aburre. Tampoco voy mucho al cine. Fui tanto en otras épocas que siento que los cuentos están todos más o menos inventados. Cambia la forma y los medios, pero las historias tratan siempre del hombre, del alma humana y a pesar de que todo cambia, el alma siempre es la misma, con sus miedos, su búsqueda de Dios, el miedo a la muerte. El ser humano es el único animal que tiene conciencia de que va a morir; sin embargo, vive, goza y lucha.
-¿Prefiere el teatro a la televisión?
-Hay algo de la TV que me produce rechazo. Hay una deshumanización y muchos aspectos nocivos que no sacan lo mejor de las personas. Me refiero, en general, al fenómeno mediático. Esa fue otra de las cosas que me alejaron de la exposición televisiva. Me repugna lo mediático. Para un actor, lo que más le apasiona es el teatro, allí es como una animal que pastorea libre, implica menos restricciones. En otros medios, la técnica significa que la luz está acá o allá, el nivel de audio debe ser tal; las escenas no pueden ser largas. Pero bueno, también la TV y el cine tienen su encanto y uno va incorporando las herramientas del nuevo medio.
-Ejerció como abogado durante 17 años, ¿por qué dejó?
-Durante muchos años fui actor reconocido y seguía trabajando como abogado en la función pública. Era jefe de fiscales. Tomaba declaraciones a personas que me habían visto en el televisor la noche anterior. No era un problema para mí. Después, algunos hiper conservadores pensaron que eso era un problema, sobre todo por mis declaraciones críticas del poder, y me boicotearon, como si un actor no pudiera ser funcionario.