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Delante de la red, detrás de un pelotón

| El puesto más ingrato del fútbol requiere un control emocional especial. Son los jugadores que más sienten los fracasos y más deben desarrollar su autoestima, ya que se les perdona menos y se les exige más. Y en la cancha, gozan y sufren en soledad, detrás de todos.

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LEONEL GARCÍA

En un juego colectivo como es el fútbol, representan lo individual más que nadie. Suelen celebrar el gol propio solos y a la distancia; son los primeros y los que más sufren el festejo ajeno. Son diferentes. Se visten distinto, tienen un entrenamiento específico, son los únicos que pueden usar las manos. Más que entrar en acción, reaccionan. Su zona de influencia, el área, la que decide los partidos, es la que suele tener menos césped de toda la cancha.

La cultura popular no ha tratado bien a los arqueros. "Te largan a la cancha sin preguntarte si querés entrar, y como si fuera poco, ¡ja!, de golero", cantaba el Canario Luna. "El gol, fiesta del fútbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace", escribió Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra. A nivel amateur, es el gordito de la barra que va al arco en los picados del barrio por su nulo talento. Entre los profesionales -entre los cuales ya no se puede hablar de un "gordito" o un inútil- los prejuicios son otros, tal vez más vinculados a la inconsciencia. "Muy cuerdos no somos; un poco loco hay que estar para estar parado ahí, a lo último", dice Rodolfo Rodríguez, legendario ex guardameta de Nacional y la selección.

Los expertos en psicología deportiva apuntan otras características. "Se trata de un jugador diferente y sumamente expuesto, tanto física, táctica y psicológicamente", ha escrito el chileno Rodrigo Cauas, en www.psicologiadeportiva.cl. "La percepción del fracaso, en los arqueros, es más alta", dijo el argentino Marcelo Roffé, en una nota publicada en la revista Soho, en mayo de este año. "Es muy importante que en la formación de arqueros se trabaje mucho no solo en lo técnico, táctico y físico sino también en lo psicológico", asegura el licenciado Jesús Chalela, presidente de la Sociedad Uruguaya de Psicología del Deporte (Supde). Otros apuntan que son los futbolistas con menos margen (tirando a nulo) para el error, quienes deben cultivar una mayor autoestima, y los que deben desarrollar una mayor resistencia a la frustración.

"A riesgo de caer en un lugar común, el puesto de arquero es el más ingrato en el fútbol", señala el licenciado Jorge Delgado, director de la Clínica Psicológica, Psiquiátrica y Especialidades Médicas, y quien ha incursionado varias veces en el mundo del balompié. "Es un jugador que pasa de ser lo mejor del equipo al malo de la película con solo cometer un error", añade. Fernando Muslera es un vivo ejemplo de esto último: de ser uno de los responsables de la mejor figuración mundialista de Uruguay en 40 años, pasó a ser cuestionado por una floja actuación en el amistoso contra Chile, once días atrás.

Detrás de ellos, la red. Delante, un pelotón de fusilamiento (léase: factores de presión) formado por rivales, hinchas, periodistas, técnicos, dirigentes, empresarios y, a veces, los propios compañeros. Dar rebote a los pies del nueve rival, una salida a destiempo, un tirito sin pretensiones que termina colándose en la red o una canchereada que sale mal los convierte en el chivo expiatorio de una derrota o en la musa inspiradora de los cantos más soeces de la parcialidad. Y eso si no les cuesta la titularidad en un puesto donde solo hay lugar para uno. Demasiado para un ser humano con las mismas imperfecciones y miedos que todos, pero a quien los errores se los facturan más que a cualquiera de sus compañeros que recorren la cancha.

Chalela apela al psicólogo deportivo brasileño Athayde Ribeiro da Silva, quien en su libro Fútbol y Psicología enumeraba ya en 1964 las características que tenía que tener un buen arquero. Señalaba la necesidad de un físico alto y atlético, una gran capacidad de reacción y poseer una amplia visión periférica. "Pero más que todo -agregaba- un extraordinario control emocional".

Justamente, "el golero tiene que tener unas condiciones emocionales particulares", afirma hoy Celso Otero, entrenador de arqueros de la Selección Uruguaya, ex guardameta mundialista y protagonista en el recordado Wanderers de los `80. "Es el jugador más exigido y al que se le tiene menos tolerancia a los errores", agrega. Por separado, Chalela y Delgado señalan otras aptitudes psicológicas fundamentales para el puesto: confianza en sí mismo, capacidad de análisis, concentración, fortaleza mental para soportar críticas y cánticos en contra, capacidad de recuperación ante un gol recibido, motivación permanente, cierto grado de liderazgo, traducido en frases necesariamente cortas y precisas para alertar a sus compañeros de la defensa.

Pero más allá de conceptos como resiliencia o similares, dicen quienes se han pasado una vida tapando agujeros que más vale construirse una coraza contra las presiones. "Mucho pasa por algo que no se entrena: la personalidad y el carácter. Tenés que vivir con la autoestima muy alta y sentirte que sos el mejor", afirma Fernando Álvez, histórico arquero de Peñarol y la "Celeste".

trabajo. "Agarre que es fácil". "Dale velocidad, Medina". "¡Dale Bruno, medís 1,90!" "Y, ¿la miramos? ¡Donde va la vista va la mano!" Volando de palo a palo, sin tiempo para respirar, se suceden los tiros, las atajadas y los porrazos, protagonizados por cuatro arqueros de las divisiones juveniles de Defensor Sporting en el Complejo Pichincha.

Hace veinte años que Mario Alles es el entrenador de arqueros de Defensor. El trabajo específico busca potencia, coordinación, flexibilidad, agilidad y velocidad de reacción. Pero no es lo único. "Este es un puesto donde la parte psicológica tiene mucha importancia", afirma Alles, ex golero de larga trayectoria en Uruguay y Argentina. Fortaleza anímica y concentración son las cualidades donde más se hace hincapié. El propio entrenador es el encargado de esa tarea. "Lo hago transmitiéndole vivencias, corrigiendo errores, pero sobre todo con el trabajo de la semana. Ahí es cuando el jugador se va convenciendo y recobrando la confianza perdida".

Chalela opina que así como hay ejercicios diferenciados para los que juegan en el arco, "no debería dejarse afuera un entrenamiento psicológico" para los goleros. Al respecto, Delgado lamenta que en Uruguay "la psicología es una función muy subvalorada en el fútbol".

Los entrenadores de arqueros suelen ser ex jugadores de ese puesto con el título de entrenador, carrera que incluye conceptos de psicología. También acostumbran ser ellos, sobre todo en base a su propia experiencia, los que se encargan de hacer las veces de psicólogos con los guardametas. Y nadie dijo que fuera fácil.

"El que está debajo de un arco es porque tiene la personalidad suficiente", afirma Luis Barbat, encargado de los goleros de las selecciones juveniles de Uruguay (donde sí trabaja un psicólogo, Gabriel Gutiérrez), y con exitosa trayectoria como jugador en Uruguay y Colombia. Es fundamental que le guste el puesto y la adrenalina de volar de palo a palo, pero también hay que estar preparado para lo peor. Si recibir un gol es como un piñazo, si se trabó de un blooper directamente es una puñalada. "No es fácil cuando a uno se le pasa una pelota entre las piernas. Cada persona es un mundo, y no existe una pastilla o una fórmula para levantarlos".

Reforzar las partes que considera fuertes del arquero en cuestión es una de las primeras acciones que realiza Otero. "Eso hace a la autoestima del deportista". Luego, mediante diálogos y ejercicios aplicados, "y de manera pedagógica, lo ayudo en lo que tengo que cambiar". La mala jugada tiene que ser asimilada y mirar para adelante. "Porque peor que cometer un error es cometer dos".

Decirlo parece sencillo, llevarlo a la práctica ya es otro cantar; sobre todo cuando de la tribuna contraria parte todo el rosario de burlas e insultos y se escucha un murmullo reprobatorio en la propia. "Es bravo, difícil. A uno no le queda otra que encerrarse en un caparazón; jugar para tus compañeros y no para afuera", resume Rodolfo Rodríguez, veterano de mil batallas.

Como si todo lo anterior no fuera suficiente, hay un puesto más ingrato en el fútbol que el arquero: el arquero suplente. De todos aquellos que esperan sentados en el banco, es el que tiene menos posibilidades de entrar. Psicólogos deportivos y entrenadores apuntan a lo mismo: entrenar como si nada, mantener la motivación, inculcarles que nadie sabe qué es lo que puede pasar en un partido, estar listos para cuando surja la oportunidad, que el tren pasa solo una vez. De nuevo, escuchar estos consejos es más fácil que pasarse los domingos con los guantes puestos y sentado detrás del técnico. "Obviamente acá la que también sufre es la familia de uno, que espera verte jugar y triunfar", indica Alles, señalando otro factor de presión. Uno más.

intelecto. Entre tantas contras, hay algunas buenas. El tener menor desgaste físico hace que puedan prolongar su carrera profesional por más tiempo; a los treinta largos la experiencia adquirida en el puesto complementa la pérdida de agilidad o reflejos. Además, es unánime el concepto de que el arquero es quien lee mejor el partido. Solo, desde atrás, callado y concentrado mientras la pelota rueda en el lado contrario de la cancha, y con los sentidos agudizados cuando el juego se acerca hacia su meta, tiene una mirada privilegiada de los movimientos de propios y extraños. "Desde atrás ves el mejor funcionamiento del equipo. Sos el jugador que más aprende a mirar el fútbol. No en vano, el director técnico que dio más vueltas olímpicas acá había sido arquero, Roque Máspoli", afirma Fernando Álvez.

El psicólogo deportivo argentino Marcelo Roffé dijo en la nota ya citada, que "el arquero está mucho más desarrollado intelectualmente que la mayoría de los jugadores". Para afirmar eso, se basó en "que la mayor parte de los libros publicados por protagonistas del fútbol fueron escritos por arqueros", entre los que nombró a Amadeo Carrizo, Harald Schumacher, Andoni Zubizarreta o Taffarel.

Celso Otero sostiene que al tener una participación escasa durante todo el partido, el arquero tiene más percepción y análisis de las alternativas del juego. "Eso tal vez lo ayude a tener una estructura de pensamiento y de comunicación más elaborada que la que puede tener un jugador que se pasa corriendo".

Un consuelo para tantos sinsabores traducidos en ir a buscar la pelota al fondo de la red. "Un golero tiene que ser loco o bobo, y que todo te resbale en un puesto en el que sos héroe o villano", resume Álvez. Que todo le resbale, incluyendo imprevistos que dejen una actuación de las buenas relegada a un segundo plano. Con la mano en el corazón, ¿la atajada que más recuerda del Mundial no es la de Luis Suárez? Definitivamente, el tan mentado Día del Arquero no figura en ningún almanaque.

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