La vida es baile

María Noel Riccetto

Del 10 al 27 de diciembre La Riccetto presentará junto al Ballet Nacional del Sodre su interpretación de Julieta Capuleto en Romeo y Julieta. Esel personaje más esperado de su carrera. Este es un perfil sobre una mujer de apariencia quebradiza y piernas fuertes, que lleva 29 años bailando y solo recuerda los sueños en los que gira interminablemente, como una bailarina de cajita musical.

Cuando María Noel Riccetto duerme, sueña que gira, cinco veces, seis, ocho. Es un buen sueño de bailarina, dice, “bastante común”. Y es lo único que recuerda cuando despierta. El ballet lleva 29 años metido en su cuerpo, en sus emociones y en sus sueños. Por eso, no puede imaginarse cómo sería vivir sin hacer otra cosa que bailar. Aunque tenga una lista de actividades pendientes que va engrosando de entrevista en entrevista.

Echada sobre una butaca, con el brazo apenas extendido y apretando un dedo en el aire, dice:

—Cuando cuelgue las zapatillas quiero estar un año entero tirada en un sofá con el control remoto en la mano. Lo único que voy a mover va a ser un pulgar.

—Creí que querías esquiar por primera vez, -le pregunto.
?
—También. Pero estoy segura de que voy a tener miedo de romperme la rodilla.

Recién ahora, con 35 años cumplidos, La Riccetto imagina qué pasará cuando no pueda subirse a un escenario, y una vez más el sentido del humor la ayuda a escapar de los peores pensamientos. Los bailarines son deportistas que reciben de sus seguidores el mismo trato pasional y cruel que un jugador de fútbol. El que aplaude y ovaciona hoy, será el primero en alertar sobre el desgaste y la vejez del atleta mañana. Opinar sin conocimiento de causa es una de las libertades más dañinas del ser humano. Se calcula que la vida útil de una bailarina es de tres décadas, pero María Noel Riccetto desafía la frialdad de la estadística preparándose para interpretar al personaje más esperado de su carrera.

En cinco días se presentará ante el público como Julieta Capuleto. Mientras afuera del auditorio comienza una tormenta, ensaya la escena final rodeada de colegas más jóvenes y cansados. Abraza a un Romeo que respira sin dificultad, y llora.

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Todo lo que hay de extraordinario en su carrera, María Noel lo devuelve a la normalidad. Asegura, por ejemplo, que nunca pidió bailar. Empezó siendo una actividad para ocupar la tarde, como hubiera sido el hockey o las clases de piano. Las niñas llegan al ballet de la mano de su madre. María Noel tenía seis años la primera vez que una profesora intuyó que era distinta al resto de las alumnas. Graciela Martínez, que fue solista del Ballet Nacional del Sodre, insistió durante dos años para que su talento fuera algo más que la anécdota de una academia barrial.

—Para mí era ir a jugar. Si pienso en uno de esos días me veo caminando con los calentadores rosados puestos -cuenta frunciendo el ceño para forzar la memoria.

La bailarina más importante del ballet nacional no recuerda la primera vez que se paró sobre la punta de sus pies. Aunque sea un ejercicio que por lo menos requiere cuatro años de práctica. Aunque la flexión entre la planta y el tobillo forme un ángulo de 90 grados. Aunque cada pie tenga 26 huesos, 33 articulaciones y más de 100 músculos, ligamentos y tendones. María Noel solamente es capaz de describir cómo fue la clase en la que Mónica Díaz, su instructora de baile más querida en la Escuela Nacional de Danza, le enseñó a vendarse los dedos de los pies, colocarse almohadillas sobre la planta, atarse las zapatillas, pasar las cintas por sus tobillos y hacer el nudo indicado.
"Recuerdo la prolijidad", lanza con un suspiro.

Lleva casi tres décadas bailando ballet. A los 6 años ya notaron que tenía un talento especial.
Lleva casi tres décadas bailando ballet. A los 6 años ya notaron que tenía un talento especial.

Riccetto cose cada una de sus zapatillas desde que le regalaron las primeras puntas. No deja que nadie más lo haga. En Youtube hay varios tutoriales que resumen esta tarea en ocho minutos.

La cinta de dos centímetros de ancho se corta en cuatro partes. Los extremos se queman con el fuego de una vela. Si el calor no es el indicado, la cinta se arruina. Por la aguja se pasa un hilo doble de color claro. Se toma la zapatilla, se dobla el extremo del talón hacia adentro, y muy cerca, de cada lado, a un ángulo que varía de acuerdo a la comodidad de cada bailarín, se cose una cinta. La puntada debe cubrir cada borde. La aguja no puede traspasar ni apretar la zapatilla porque en ese caso no podría usarse. A un dedo de distancia, se cose un elástico con firmeza. Riccetto usa un promedio de 10 pares por semana.

Antes de cada función, se viste, se maquilla y se peina sin ayuda. Comparte el camerino con otras dos primeras bailarinas: Marina Sánchez (compañera desde niña) y Rosina Gil (que se encuentra bailando en Brasil). Su espejo está rodeado de fotos que la muestran sonriendo con su novio, familiares y amigos. Hay cartas de todos los tamaños en las que le desean suerte en francés. Una especie de ropero hecho de tela, sostiene decenas de musculosas y calzas dobladas de tal manera que ninguna prenda sobrepase a la otra.

Mientras una maquilladora la prepara para la sesión de fotos, Riccetto se esfuerza por relajarse y no dar indicaciones. Son las ocho de la noche de un viernes. Llegó al auditorio a las nueve de la mañana y apenas tuvo tiempo para comer un sánguche entre ensayo y ensayo. Es la única que a esta hora aún camina por el cuarto piso, el lugar donde los bailarines entrenan, se bañan y tiene sus camerinos. Está fatigada, pero Riccetto es amable y se entrega a los tiempos de tres desconocidos.
Sonreírle al cansancio es uno de los gajes de este oficio.

Así, sentada con los ojos cerrados y los brazos descansando sobre las rodillas, parece una mujer extremadamente frágil. Una mujer que cualquier movimiento brusco podría romper.
Pesa 45 kilos. Mide 1, 62 metros.
Estoy ante una imagen que contrasta con su presencia imponente sobre el escenario, cuando deja al público boquiabierto mientras soporta el peso de su cuerpo en la punta de los dedos de un pie y gira cinco veces, seis, ocho, como en sus sueños.

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María Noel odiaba ir al liceo con el pelo recogido en forma de moño. A los 14 años se supone que una adolescente debería preocuparse por cuestiones distintas a cumplir con seis horas diarias de clases de danza, ensayar los sábados y bailar los domingos para los niños de la Escuela Pública.
En la casa de los Riccetto el ballet se volvió una responsabilidad que se compartía en familia. Su hermana menor, Magdalena, bailó durante siete años, y su madre, María Luisa, comenzó a trabajar como secretaria de la Escuela Nacional de Danza.
María Noel Riccetto supo demasiado joven que había encontrado su vocación, y aunque eso la tranquilizaba quiso prolongar el tiempo que le quedaba de una vida corriente.

Su ballet preferido es<i> Don Quijote</i>, en especial la versión que inmortalizaron Cynthia Harvey y Mijaíl Barshnikov.
Su ballet preferido es Don Quijote, en especial la versión que inmortalizaron Cynthia Harvey y Mijaíl Barshnikov.

La segunda vez que el maestro de fama mundial Gyula Pandi se ofreció a becarla para estudiar danza en una escuela de primer nivel en Carolina del Norte, aceptó. A los 18 años se instaló en la casa de Pandi, con su esposa y dos hijos obsesionados con los videojuegos y Los Simpsons. Fue viendo esta serie animada y Seinfeld que aprendió a hablar en inglés. Aunque desde ese momento tomó consciencia de que tenía un talento que podría llevarla lejos, no imaginaba convertirse en una bailarina profesional. En Uruguay las elegidas eran casos aislados como el de Sara Nieto, María Inés Camou o Margaret Graham.
María Noel planificó que el único sacrificio sería estar lejos de su familia durante un año. Pero fueron 15.

Cuando el director del American Ballet Theatre le ofreció un contrato, firmó, cruzó la calle, entró a una pizzería y llamó a su familia desde un teléfono público. Usó el cobro revertido.

—Las despedidas en el aeropuerto eran desgarradoras, -cuenta riéndose, con el alivio que da el paso del tiempo.

En el avión, María Noel se sentaba junto a la ventanilla para ocultar su rostro. "Durante el viaje leía cartas que me escribía mi familia, y en mi casa se tiraban en una cama y leían las que yo les había dejado. Era una tragedia". En cada escala, llamaba llorando, "no sé si puedo irme", gritaba. Entonces la madre la alentaba y el padre le arrebataba el teléfono pidiéndole que volviera.

Magdalena recuerda que la primera vez que la visitaron en Nueva York, llegaron al apartamento y estaba vacío. "Mi padre encontró en un ropero una caja de herramientas. Agarró un taladro y se puso a llorar mientras repetía 'pobrecita'...".

El momento más difícil para María Noel fue estar lejos cuando su madre enfermó de cáncer. Esa es una de las culpas que arrastra esta vida de triunfos.

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Mónica Díaz, la profesora que le enseñó a pararse de puntas, cree que el secreto de su éxito es que supo medir la ambición, una virtud que mal calibrada puede destruir carreras. Riccetto podía atravesar el escenario en seis saltos pero nunca se apuró por llegar antes a los puestos añorados por los bailarines.
Cuando obtuvo el primer personaje en una obra del American Ballet Theatre, entró al salón y se quedó parada al final de la fila. El coreógrafo la buscó entre los bailarines. Fue hasta ella y atravesó la habitación tomándola de la muñeca hasta colocarla en el centro. Aunque a los 18 años tenía un contrato en la misma compañía donde bailaban Cynthia Harvey, Mijaíl Barshnikov y Julio Bocca, jamás pidió un ascenso o un papel. Durante 14 años bailó como solista con la misma humildad que una integrante del cuerpo de baile.
Hace unos años, practicó durante meses el rol protagónico de Julieta para el ballet inspirado en la obra de Shakespeare. Pero se lo dieron a otra bailarina. Lidió con la frustración repitiendo pasos de baile frente a un espejo que le devolvía la mirada de un rostro cansado y cubierto de sudor.

Magdalena habla con la misma voz dulce y al borde de la risa que su hermana mayor "¿Viste lo que muestra la película El cisne negro? Bueno, ella es lo opuesto al personaje principal", asegura.
María Noel Riccetto nunca hizo una dieta.
Tuvo demasiados novios.
Su prioridad siempre fueron los afectos.
Aún conserva un grupo de amigos del liceo (que nunca terminó de cursar).
Le gusta bailar música electrónica sin preocuparse por la exactitud de sus movimientos.
Después de cada función, no remoja los pies en baldes de agua helada para aliviar inflamaciones.
Nunca tuvo una lesión que la sacara del escenario, cuenta, y toca madera sin patas.

—Sí me acuerdo de una tendinitis de Aquiles, eso casi me deja afuera. Entraba al escenario resbalando las zapatillas, bailaba, y salía arrastrándome.

Fue durante la obra La bayadera, la última que bailó en el American Ballet antes de volverse a Uruguay. "Mentalmente yo no estaba en el lugar correcto y mis pies se dieron cuenta", opina. En la compañía norteamericana, María Noel bailaba más de 12 horas diarias. Mientras actuaba en una obra preparaba otra. Al igual que sus horarios, sus sentimientos empezaron a desdoblarse más de lo habitual. Si siempre se había sentido con un pie en cada continente, cuando su vida se afianzó en el norte el cuerpo le pedía estar en el sur. Entonces recibió la invitación de Julio Bocca.
Otra vez la vida la puso en el lugar correcto en el momento indicado.

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Antes de entrar a escena María Noel Riccetto repite en su cabeza el consejo del maestro Pandi:
Respira.
Escucha la música.
Disfruta.

Cuando baila, su mente queda en blanco. Se deja transportar por los sentimientos del personaje. Según su punto de vista, la diferencia entre un bailarín y un artista no está en el virtuosismo, sino en la emoción que uno puede cargar en el cuerpo y proyectar en el público bailando.
 Por eso, cuando baila como Julieta Capuleto siempre llora.

—Esto puede ser una burbuja sumamente interesante. Puede ser increíble. Pero siempre fui consciente de lo importante que era tener una vida por fuera en la que pudiera divertirme, aflojarme, y no tener presiones.

Durante 15 años vivió en Estados Unidos. Volvió a Uruguay en 2012. En 2016 abrirá su propia academia de ballet, que funcionará junto a 440 Escuela de Música y la Escuela de Comedia Musical de Luis Trochón. Por informes: 2 605 69 19.
Durante 15 años vivió en Estados Unidos. Volvió a Uruguay en 2012. En 2016 abrirá su propia academia de ballet, que funcionará junto a 440 Escuela de Música y la Escuela de Comedia Musical de Luis Trochón. Por informes: 2 605 69 19.

Mónica Díaz recuerda a su mejor alumna como una niña pícara que aprendió con rapidez a disimular errores sin mortificarse por ellos. Sin embargo, María Noel dice que crecer buscando la perfección frente a un espejo deja secuelas que se hacen más visibles a medida que pasa el tiempo. Es ahora, madura y ensayando para interpretar el personaje más esperado de su carrera, que esta artista dice que puede bailar sin temor a equivocarse.

Aunque suele tener los pies en el aire, María Noel Riccetto toca la tierra cada vez que se dice en voz alta que el ballet puede ser parte de su vida pero su vida no debe ser el ballet.

"La danza me dio una vida apurada y agradecida. Siento que los cambios sucedieron de forma inconsciente", opina. Todas esas experiencias las convirtió en recuerdos que son resplandores, fugaces e intensos. Como las imágenes que un espectador guarda en su memoria luego de verla bailar.

De regreso en Uruguay, María Noel recuperó el lujo del tiempo. Pero la compañía dirigida por Julio Bocca se hace más exigente mes a mes. Para el año que viene tiene planeado abrir una academia que llevará su nombre. Es una manera de ir preparándose para el destino. Uno que cuando disponga la quitará del mismo escenario en el que la colocó con tanta facilidad.

Le pregunto si tiene pesadillas relacionadas al ballet.

—No recuerdo mis sueños. Únicamente cuando siento que estoy girando, cinco veces, seis, ocho. Y es una sensación tan linda, ¿sabés por qué? Porque de ahí no me puede bajar nadie.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
María Noel Riccetto

María Noel Riccetto  MARIÁNGEL SOLOMITA

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