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Secuestrado por uno de sus padres

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Foto: Shutterstock
Kid near the window in the airport.

En lo que va del año el Estado dio trámite a 22 solicitudes de restitución o visitas internacionales a hijos, mientras hace un lustro la cifra no superaba los 12 casos. El aumento da cuenta de la internacionalización de las familias y de la vigencia del convenio de La Haya en el que Uruguay es “ejemplo”.

Cuando Andrea Soto llamó a su marido ya estaba en otro país. Había escapado con lo que tenía puesto. Apenas le dio tiempo de pasar por el consulado uruguayo en Estados Unidos, abrigó a su hijo mayor y tomó los recaudos con el menor que traía en el útero. Pero la jugada le salió mal. Tras un juicio que demoró 78 días, la Justicia, a solicitud del padre de los niños, exigió la inmediata restitución internacional. En lugar de acatar la sentencia, Soto huyó y tres años después encabeza la lista de desaparecidos que busca Interpol Uruguay.

Su caso da cuenta de la conflictiva separación de una pareja cuando hay hijos y fronteras mediante, pero, por más extremo y emblemático, no es el único. Las familias son cada vez más internacionales, la Justicia se está ocupando con mayor celeridad de este tipo de casos y los abogados están tomando conocimiento del convenio de La Haya de 1980, que rige en Uruguay desde hace 16 años. Estos tres factores explican que las restituciones internacionales de menores (o la vuelta a casa de los niños) vienen en aumento.

En lo que va de este año, son 22 los casos que ingresaron a estudio de la Autoridad Central de Cooperación Jurídica Internacional, el departamento del Ministerio de Educación y Cultura que da trámite a estos asuntos. Hace cinco años el promedio rondaba los 11 o 12, recuerda Adriana Fernández, jefa interina del área.

Hay pedidos de restitución de niños que están en Uruguay (5) o los que fueron llevados al exterior sin permiso (6). Existen solicitudes de visitas internacionales —sin la necesidad de traslado del menor— a pequeños que hoy están en Argentina, Brasil, Canadá, Paraguay y Estados Unidos (5) o visitas a hijos que viven en Uruguay (6). Y la inmensa mayoría de estos casos en trámite se resuelven sin la intervención policial.

Por eso el caso de Soto y de su exmarido, el estadounidense Guy Brunetti, es uno de los que más aqueja a Interpol. Hay indicios de que la mujer pudo haber huido hacia Brasil por la frontera seca o que está siendo escondida por otro familiar, aventura el comisario Ramón Ramírez. Entre tanto, el hijo mayor hace más de tres años que perdió el contacto con sus otros afectos y su rutina en Estados Unidos, y el menor no conoció siquiera a su padre.

El convenio de La Haya, que en Uruguay entró en vigor en el año 2000, establece que el proceso de restitución no debe superar las seis semanas. Ese es un tiempo prudencial para que los niños que son sustraídos de un país puedan regresar a su lugar de origen, a su escuela, a su cobertura de salud y estar con sus amigos. Técnicamente el caso Brunetti-Soto duró cinco semanas más de lo aconsejable, aunque esos 78 días —que son también el promedio de los procesos de otras solicitudes de restituciones en que trabajó la Justicia uruguaya el año pasado— colocan al país "en uno de los referentes mundiales sobre cómo abordar estos casos", explica María Lilián Bendahan, la jueza de enlace que reúne los datos de los dos juzgados en Montevideo (primer y octavo turno) y las sedes del interior.

Por más que la Justicia haya trabajado con celeridad, el "desacato" de Soto dio un giro a esta historia y coincidió con una mayor visibilidad de este tipo de historias. Según las abogadas María Eugenia Cal y María Virginia Salvo, de Ferrere Abogados, hasta haber tenido que defender a Brunetti en 2013 en su estudio no habían abordado la temática. Pero en el último año y medio han alcanzado a 10 las consultas. A veces son asesoramientos sobre qué sucede si uno de los progenitores se lleva a su hijo fuera del país sin el permiso de la otra parte, o bien el pedido de defensa de un ciudadano extranjero (como Brunetti) que reclama a la Justicia uruguaya que le devuelvan a sus hijos.

El rescate.

"Busquen a los desaparecidos y tráiganlos a la sede". Un mensaje de este tipo recibió Ramírez de Interpol el miércoles. Un juez pidió atrapar a un japonés que trajo a su hijo a Uruguay y no deja que la madre del chico lo pueda ver. "La Policía solo interviene por orden judicial, es el juez quien decreta el cierre de fronteras y la incautación de documentos", explica el comisario.

La prioridad para las autoridades es "rescatar" al niño para que vuelva a su entorno y no quede afuera del sistema, explica Fernández. Pero esa "vuelta a casa" no significa que deba separárselo del progenitor que lo sustrajo. "La idea es que vuelva a su marco para que los padres arreglen sus asuntos sin perjudicarlo".

Aunque no es regla, en la mayoría de los casos "hay conflictos previos entre los padres y uno de los dos toma la decisión de fugarse con el hijo", reconocen las abogadas Cal y Salvo. Contrariamente a lo que suele pensarse, "en la mayoría de los casos son las madres las que se llevan al niño". Sucede que ellas "van atrás del hombre, se mudan con ellos y luego quieren regresar a su país de origen".

Para Fernández hay otra explicación: "Los niños viven generalmente con la madre y eso la lleva al convencimiento de que es la única que tiene derechos". Así como en Uruguay seis de cada 10 padres separados no pagan la pensión a sus hijos o lo hacen ocasionalmente, hay otros que entienden que sus hijos son un objeto de su pertenencia y que pueden separarlos de su otro progenitor.

Pero para este tipo de "secuestros" de menores no hay obviedades. Fernández recuerda que su oficina atendió dos casos en que los captores no eran uno de los padres del niño. Una vez se trató de la tía y otra de los padrinos. En ambos se resolvió la restitución inmediata.

Tampoco hay reglas sobre los países de origen o destino de los hijos, aunque coincide con los mayores flujos migratorios de uruguayos: Argentina, España, Brasil y Estados Unidos, en ese orden. Lo curioso, dice Fernández, es que Brasil y Estados Unidos son dos de los países más problemáticos para decretar la restitución. El primero porque "es lento y el proceso se suele cortar luego de tres o cuatro años sin avances", y el segundo no aprobó un artículo del convenio de La Haya en que el Estado debe garantizar la atención gratuita (abogados) a quien la solicita.

En Uruguay sí hay defensores de oficio y también estudios internacionales que, para descontar impuestos, toman algunos casos gratuitamente. Puede que otros opten por servicios privados, pero sea cual sea la opción, Fernández reconoce que "en el país se está capacitando muy bien sobre el tema". Lo que no es gratuito en Uruguay es la traducción oficial de un legajo, a veces necesaria si el otro país no tiene una lengua común.

Ante cualquier reclamo de un padre que atraviesa una situación de este tipo, Fernández aconseja recurrir a la Autoridad Central, en el quinto piso del edificio de la calle Reconquista 535. No es necesaria la asistencia letrada, lo que no significa que siempre se le "crea" al padre que reclama. "Lo primero que se intenta es recomponer el vínculo que el menor haya perdido con su otro progenitor y evitar las consecuencias de un traslado abrupto".

Aun cuando el proceso sea delicado y doloroso, si es que no hay arreglo entre las partes, en Uruguay "es súper rápido" y no hay distinción por la cantidad de hijos, señalan las abogadas de Ferrere. De hecho la Autoridad Central tramitó un caso que involucraba a seis hermanos.

La convención establece que la restitución es necesaria en los menores de 16 años, luego queda a criterio del juez. Pero para los más chicos también hay excepciones. Las dos más evidentes son en los que el niño esté en peligro en su país de origen o que haya pasado un año y nadie haya presentado el pedido de restitución. En ese caso se entiende que no hubo interés de la otra parte, explican Cal y Salvo.

De lo contrario la norma es volver a casa. Como le escribió la jueza de Flores, Fátima Boné, a un pequeño de 6 años: "Es necesario que a la brevedad puedas volver a tu país, España. Así vas a poder ver también a papá, y a tus otros familiares. Eso no quiere decir que no puedas volver acá donde te sentís tan bien".

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