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De la tribu a la civilización

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La humanidad ha transitado un largo camino desde el comienzo de su travesía por el planeta. Contrariamente a lo sostenido por Rousseau, nunca existió el “buen salvaje”, ni un estado de naturaleza en que el hombre vivía aislado y en armonía con su entorno; siempre fue un ser social y bastante dañino con su medio ambiente.

La humanidad ha transitado un largo camino desde el comienzo de su travesía por el planeta. Contrariamente a lo sostenido por Rousseau, nunca existió el “buen salvaje”, ni un estado de naturaleza en que el hombre vivía aislado y en armonía con su entorno; siempre fue un ser social y bastante dañino con su medio ambiente.

A partir de una organización de nivel familiar o de bandas, se fue pasando a una estructura tribal, en general vertebrada por algún antepasado común, en la que se encuentra los orígenes de las primeras manifestaciones religiosas.

Con el advenimiento de la agricultura y la propiedad privada, en sus muy diversas formas, por cierto algunas muy distintas a la actual, se pasó a una organización más amplia, que abarcaba un espacio mayor, pero aún estructurada en linajes. Luego, recién cuando fue posible sostener una burocracia, un ejército estable, una justicia que podía hacer cumplir sus fallos y se pudieron establecer impuestos, es que surge el Estado. Los primeros pueden rastrearse, incluso, hace más de dos mil años, aunque luego hayan desaparecido.

Un tema central, cuando se analiza este asunto, es que a pesar de la diversidad cultural, geográfica, religiosa o de cualquier tipo, los seres humanos que lograron prosperar fueron adoptando instituciones asombrosamente parecidas. Es a partir del desarrollo de un Estado que funciona y logra imponer la ley en todo su territorio, en que existe un Estado de Derecho firmemente establecido que garantiza los derechos de las personas y donde los gobernantes están sujetos a las mismas leyes y son responsables de sus actos es que la humanidad logró el desarrollo económico y social.

Estos son los aspectos relevantes a tener en cuenta. Un Estado que no funciona conduce al caos, como lo demuestran varios casos contemporáneos. Las personas deben poder tomar sus propias decisiones, bajo leyes impersonales y conocidas de antemano, que garanticen sus derechos y que les permitan ser reparadas si llegan a ser dañadas. Y los gobernantes deben estar sometidos a un sistema de pesos y contrapesos que los mantenga a raya, y si llegan a extralimitarse o usurpar derechos tiene que caer sobre ellos las penalidades correspondientes.

Esta apretadísima síntesis se esbozó para llegar a discutir un tema que está en el fondo de muchos problemas que enfrentamos cotidianamente, que es la tensión entre los instintos tribales y la incomprensión del orden extendido que permite el desarrollo de la sociedad. Vale decir, muchos problemas se verifican por intentar aplicar soluciones razonables en el marco de una sociedad primitiva a una sociedad basada en otro tipo de instituciones.

Este último tipo de organización, que Hayek llamaba el orden extendido, producto de la evolución espontánea de la humanidad, tiene su propia lógica que debe respetarse, aunque no terminemos de comprenderlo ni podamos guiarlo. Pretender aplicar soluciones particulares sin toda la información dispersa de que dispone el orden extendido, termina siendo contraproducente, pero se basa en el atavismo tribal que han explotado con éxito político aunque conconsecuencias perniciosas, todas las ramas del socialismo. Esta tensión explica muchos de nuestros males, aunque no suela formar parte del diagnóstico.

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Hernán Bonilla

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