Digámoslo sin rodeos: lo que se está jugando en Venezuela es la penúltima batalla entre la democracia y la revolución. No es la lucha entre la izquierda y la derecha, los socialistas y los liberales, los conservadores y los progresistas, típica de la vida en democracia.
Estremece el asesinato de Juan Carlos Nicaratto. que apareció muerto —hipótesis más probable: rapiña— en Teniente Galeano y Roberto Ibáñez, calles de Piedras Blancas cuyos nombres dicen poco pero debieran evocar mucho.
El gobierno no tiene ninguna propuesta nueva sobre la mesa como para ni siquiera discutir. En lo económico lo único visible es recaudar para repartir según quien grita más, y no hay planteada una sola discusión sobre la pertinencia del gasto.
Está preocupada por “militarización” y llamó a debate.
Hace tiempo que le vengo dando vueltas al tema de nuestra identidad partidaria. Pensando qué significa ser blancos en este Uruguay tan entreverado en el que vivimos. Y por una de esas extraordinarias carambolas neuronales, viendo la Feria de San Isidro me acordé de Hemingway. Quien toma el título de su novela “Por quién doblan las campanas” del Devotions Upon Emergent Occasions del poeta inglés John Donne, que dice: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
Prohibir por las dudas, no ya el fracking sino la misma prospección de petróleo en el subsuelo nacional, sin evidencia técnica que fundamente en profundidad la medida, es desacertado y contrario al estado de derecho.