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"La clave del éxito fue mantener la identidad"

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"La Borinquen siempre va a tocar en vivo. Hacer playback es una estafa", dice Goberna. (Foto: Fernando Ponzetto)

Nació en el Barrio Sur y ya desde chico quiso cantar. Con el tiempo, fundó la Borinquen, la orquesta tropical más vigente del país. Desde 2012, es Ciudadano Ilustre de Montevideo.

A los "Curimba", una familia del Barrio Sur integrada por parientes del campeón de Maracaná Víctor Rodríguez Andrade, se le debe parte de la existencia de la Sonora Borinquen. Carlos Goberna (75) hoy es dueño, director y cantante de la orquesta tropical activa más antigua del país; pero en los años ‘40 vivía su infancia, humilde y feliz, en Isla de Flores y Cuareim, hoy Carlos Gardel y Zelmar Michelini. Los "Curimba" vivían a una cuadra por Yi, hoy Carlos Quijano, y se hacían notar. "En las Fiestas salían a tocar todos, abuelos, padres, hijos, con vasitos, latitas y una guitarra. Y ocupaban la calle de vereda a vereda. Nosotros tenemos el ritmo de los ‘Curimba’, muy particularmente candombeado. ¿Vos entendés algo de candombe? Las lonjas de Ansina y Gaboto nunca sonaron como las de Cuareim. En Cuareim hay un ritmo acompasado donde sentís todos los tambores, en otros lados sonarán más fuerte, más rápido... La Borinquen tiene similitudes con la gente de Cuareim".

Goberna está relajado. Es jueves, día en que deja la tranquilidad de Atlántida, donde vive desde hace cuatro años, para ir a su apartamento de la Ciudad Vieja, su base operativa para el fin de semana. Le esperan 14 actuaciones en cuatro días —lejos de mediados de los 70, en su esplendor; lejos también del comienzo del siglo, cuando los grupos de "pop latino" y su playback redujeron su actividad a la mínima expresión— reflejo de la vigencia de una orquesta que ya tiene 51 años de vida, con éxitos como Por el batey, Elena Elena, Cometa blanca o Camionero, aún pedidos en fiestas y bailes. Aprovecha la calma antes de la tempestad, en compañía de su esposa Lilián y de su hijo menor.

"La Borinquen se mantuvo fiel a su estilo toda su vida. Hacemos una música centroamericana, pero con uruguayeces", resume Goberna, casado dos veces, padre de cuatro hijos, abuelo de cinco nietos, Ciudadano Ilustre de Montevideo desde 2012 y con el oído izquierdo afectado por más de medio siglo de andar a pasos de brasses y amplificadores. Para él, el no dejarse llevar por las distintas modas musicales tropicales —a las que no sobrevivieron agrupaciones históricas como Cienfuegos, Combo Camagüey o Grupo Latino— fue lo que hizo perdurar a la hoy conocida como la Decana. "Esa fue la clave de nuestro éxito: mantener la identidad".

Camino.

Hijo de un canillita y una modista, Goberna nació en Isla de Flores 1208,la misma casa donde muchos años después ensayaría la Borinquen. Fue una infancia feliz entre trompos, cometas, carreras de zancos y guerra de pedradas entre su barra de la esquina y la de Ibicuy (hoy Héctor Gutiérrez Ruiz) y Curuguaty. En casa pronto se darían cuenta que el estudio no era lo suyo —llegó hasta segundo de liceo— y debió salir a trabajar. "Un primo de mi madre me hizo entrar a los 15 años a una casa de electrodomésticos. Primero fui mandadero y luego pasé a la oficina". Estuvo cinco años nada más; desde muy niño se había dado cuenta de que su camino estaba por otro lado.

"Yo nací cantante, ¡lo de bueno o malo es aparte!", se ríe. "En 1946 o 47 yo cantaba en los corsos barriales, donde las madres acostumbraban a disfrazar a los pibes. Me había aprendido de memoria un tango de Alberto Castillo, Y sonó el despertador, y cantaba con un palo de escoba al que mi madre le clavaba una papa en la punta. ¡Ese era mi micrófono!". A los 13 años, espiaba los ensayos de las orquestas en la Asociación de Músicos; a los 15, a caballo del éxito de los Demonios da Garoa, formó una batucada en el barrio; a los 18 cantó por primera vez profesionalmente en el Jockey Club: "Me pagaron cinco pesos, fumé toda la semana".

Luego se fue a Arizona, una orquesta jazz (así se las llamaba, aunque él cantara rumba, chachachá y bolero), último paso antes del primer grupo propio: una escola de samba bautizada Mangueira. Ahí se vinculó con Audemar "Coco" Bentancur, histórico organizador de bailes. Fue él quien le dio el aviso que los tiempos estaban cambiando: la música brasileña se moría y él debía hacer otra cosa si quería seguir siendo contratado. Hubiera sido muy feliz cantando tangos, reconoce, pero primó el espíritu empresarial.

"Pensé en hacer una típica, pero luego me pareció que iba a marchar poco. Así que armé una sonora. Tres trompetas, a veces cuatro, percusiones, bajo de cajón y tocábamos el piano que había en los clubes, ¡todos desafinados, con una guerra encima brutal! Y éramos dos cantantes, Oscar Leis, un amigo del barrio, y yo". La Borinquen (nombre nativo de la Isla de Puerto Rico), debutó en el Carnaval de 1964 en Figuya, la boite de un hotel de Salinas que ya no existe más. Más de medio siglo después, con dos de sus hijos en el escenario junto a él, también vocalistas, la Borinquen sigue sonando.

Reconocimiento.

"Tener una orquesta es como tener una empresa. De abajo vos decís: 'Cómo se divierten, qué bien la pasan'. Pero hay que ensayar, hacer arreglos, conseguir la vestimenta, conseguir un músico porque uno se te fue...".

Ser la cabeza del grupo es complicado; trabajar en la noche, también. Las tentaciones, asegura, ya son cosa del pasado. "Yo ni siquiera fumé un porro. Al alcohol no le tengo miedo; me tomo unos whiskies aunque hoy me estoy conteniendo bastante. Y las mujeres...", deja inconclusa la frase con una enorme sonrisa. Sí les exige conducta a los suyos. "Un drogadicto en la orquesta no corre. Si de lunes a jueves se droga, problema de él; pero no quiero ver a un componente drogado, trabajando en un baile".

También ha sido complicado, y doloroso, pelear contra el estigma que siempre persiguió a la música tropical. "La música nuestra siempre fue medio... garrapiñada", se ríe, dándole una resignificación dulce a la palabra "terraja". "Un poco éramos la cenicienta de la música. Dolía que nos miraran de reojo, pero siempre digo que el gerente de una empresa, el que hablaba mal de nosotros, tenía un casetito con su orquesta favorita en el auto". Esa situación cambió, asegura, cuando Fabián "Fata" Delgado y sus Fatales lograron insertarse en un público ABC1, a fines de los 90. "Gracias a él pudimos pasar de Propios al Este".

Así como cambió la noche y el público (al no haber tantos grandes bailes como antes, la Borinquen aumentó sus actuaciones en lugares como pizzerías, fiestas privadas y el interior del país), también cambió la visión ante una música otrora guetizada. La distinción municipal es una muestra. "Me da vergüenza lo de Ciudadano Ilustre... hoy me siento reconocido, pero tuvieron que pasar 50 años".

Lo que no cambió fue el estilo Borinquen. Goberna insiste en que eso fue la clave de su permanencia. No fue fácil. "La música tropical tuvo dos ciclos: antes y después de Karibe con K (creada en 1989). Ellos cambiaron todo. Eran cuatro pibes jóvenes, peludos, que mataban desde lo visual, bien vestidos, con trajes de luces. Nosotros siempre usamos trajes de calle. Ellos cantaban y bailaban; nosotros no. Cuando los vi me pregunté: '¿Y ahora que hago?'. Y me clavé al piso más que nunca. Mi señora cuando me ve actuar se ríe y me dice: '¡Qué duro que sos!'. Pero por emular a la Karibe empezaron a irse al tacho orquestas importantes". Aún así, le reconoce méritos musicales a esa banda; muy distinta es su consideración del boom latino (Chocolate, Mayonesa, Monterrojo y un largo etcétera) del cambio de siglo. "Esas eran bandas de chiquilines lindos que hacían playback. Eso degeneró a la música tropical, era más barato para los bailes y fue nuestra época más triste. De 35 bailes por mes pasamos a 12". Esto está ligado a una cuestión que le resulta innegociable: "Nosotros tocamos en vivo. Yo considero que usar pistas es una estafa". Sobre propuestas actuales como Rombai o Márama, no comments. "No alternan con nosotros. No sé qué hacen".

Goberna, quien también supo cantar en la Banda de la Fuerza Aérea por más de 20 años, no sabe cuándo se va a retirar. Más allá de una arritmia en 2012, dice sentirse muy bien. "Mi gran logro es perdurar y continuar. Y soy un agradecido al público. Un logro es que todavía se acerque alguien a pedirme un tema. Todavía pasa que se arrima el que me contrata y me pide Dos gardenias. 'No importa que pare la fiesta', me dice, 'hágalo para mí'".

SUS COSAS.

Su "hija"

A Frida, una terrier tibetana, Carlos la llama "hija". No es difícil darse cuenta que es la reina de la casa. El músico tiene cuatro hijos varones: tres de ellos de su primer matrimonio y el menor del segundo. De los mayores, Carlos y Pablo también son cantantes de la Borinquen; el restante, José, que también cantó en la orquesta, vive en Estados Unidos.

Su vehículo

Tiene una Citroen Jumper de 1997 con la que se mueve el grupo. "La compré a un particular que me dijo que estaba bárbara... y estaba hecha mierda. Se empezó a romper de todos lados. Ahora está bien".

Su ídolo

Goberna no duda: Carlos Gardel, el Zorzal Criollo, el Mago. "Cuando él cantaba, los demás lloraban. Cantaba con espontaneidad, valorizó el tango. Nunca digo que fue el mejor, pero el tango sería otra cosa sin él". Amante de esa música, Carlos dice que la Borinquen "es la orquesta que más tangos versionó en ritmo tropical".

El eterno femenino de una imaginativa pintora
"La Borinquen siempre va a tocar en vivo. Hacer playback es una estafa", dice Goberna. (Foto: Fernando Ponzetto)

Carlos Goberna | el personajeLeonel García

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