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Ballena a la vista

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Con un poco de suerte y mucha paciencia, hasta fines de octubre se puede ver a estos mamíferos gigantes en las costas de Maldonado y Rocha.

DANIELA BLUTH

Hola! Hoy vine a Punta del Este con mi amiga Vero y mi compañera bici, por tercer año consecutivo, para ver, si esta vez teníamos suerte, a esos seres maravillosos...la tuvimos, y mucha!!! Estoy feliz!!! Alguien tiene fotos de hoy? Gracias!!", escribió Lorena Gallino en el muro de Facebook de la Red de Avistaje de Ballena Franca y Delfines en la tardecita del sábado 26 de setiembre. No fue la única que quiso compartir sus impresiones. Es que ese día estuvo particularmente movido, para el grupo —que ya tiene más de seis mil miembros— y también para el mar. Hubo preguntas, comentarios, fotos y videos. Hubo coletazos, resoplidos, aletas y cabezas callosas. Las ballenas, en grupos de dos y tres ejemplares, se dejaron ver entre la Playa de los Ingleses y Punta de Salinas, en Punta del Este, durante varias horas. Este fenómeno de avistaje no es nuevo, pero se vive con más fuerza desde hace algunos años, con la ayuda de las redes sociales y del trabajo de conservación y difusión, que hizo que una especie en peligro de extinción esté "en proceso" de recuperación.

Ahora, incluso, esta movida tiene nombre propio, y ya (casi) nadie se asombra cuando se habla de una "temporada de ballenas", que se extiende de julio a fines de octubre. "Lo que más cambió es la conciencia sobre la presencia de ballenas en las costas de Maldonado y Rocha", destaca Mónica Lozano, encargada del área de Planificación Estratégica del Ministerio de Turismo (Mintur) desde 2004. "Antes hablabas de ballenas y te preguntaban qué documental estabas mirando. La gente no creía, no entendía, no sabía...".

En este camino hacia el cambio influyeron múltiples factores, como la instalación de torres de avistaje en puntos estratégicos de la costa, la creación de la Organización para la Conservación de Cetáceos (OCC), el decreto 261 que regula las actividades relacionadas con la observación y el acercamiento a los ejemplares, la aprobación de una ley que crea un Santuario de Ballenas y Delfines en las aguas uruguayas y la educación, mucha educación. "Los humanos somos muy terrestres, pero en nuestras aguas hay 26 especies de cetáceos. A 50 millas (80 kilómetros) hay una diversidad marina sorprendente, pero nos falta mucho por conocer", explica el biólogo marino Rodrigo García, director ejecutivo de la OCC, que tiene entre sus principales metas crear planes de acción y difundir estrategias para la conservación de la ballena franca austral. Uno de sus mayores logros, señala García, fue la reincorporación de Uruguay a la Comisión Ballenera Internacional, de la que estuvo ausente por 20 años.

La ballena que llega a las costas uruguayas es la franca austral (ver recuadro), un animal que en la edad adulta mide alrededor de 18 metros y pesa unos 50 mil kilos. Por estas latitudes se dedica a la reproducción y a criar sus ballenatos, para después volver a las frías aguas del Sur. Esta misma especie es uno de los principales atractivos turísticos de Puerto Madryn, Argentina.

Así, Uruguay se suma al centenar de países que practican el turismo de avistaje de cetáceos. A nivel mundial, asegura Lozano, hay más de 13 millones de personas que salen a buscar ballenas, generando ingresos por unos 2.000 millones de dólares al año. "Acá no tenemos un registro estadístico que nos permita saber si vienen personas específicamente a ver ballenas, sobre todo porque la oferta no está comercializada al cien por ciento. Las embarcaciones, por ejemplo, no tienen salidas regulares", señala. Lo que sí hay son consultas puntuales y un número cada vez más notorio de turistas y locatarios que, anteel aviso de su presencia, las miran desde la costa.

Paciencia.

La torre de observación de la Parada 42 de la Playa Mansa (Piedras del Chileno) es una de las más concurridas de Maldonado. Tres tramos de escalera —en total 33 escalones, aunque algunos faltan— separan el suelo rocoso de la cima del mirador, con banco y grafitis incluidos. La cartelería que en los comienzos colocó el gobierno hace tiempo que no está. Los días en que hay ballenas a la vista, aquello se llena de autos y gente. En Rocha, se suman otras cinco torres.

Aunque existen varios "tips", el avistaje nunca está garantizado; menos aún cuando se hace desde la costa. Uno de los imprescindibles es que el mar esté calmo. "Por más que esté soleado, si el mar está revuelto las olas te tapan los resoplidos o si sacan una aleta", dice Lozano. Pero la clave es tener paciencia, mucha paciencia. Y también algo de suerte. "La idea es estar varios minutos buscándolas en los lugares recomendados. Las ballenas pasan hasta 15 minutos sin salir a la superficie a respirar, pero están ahí". Para esa espera que a veces se puede prolongar sin éxito, Lozano recomienda equiparse con abrigo, alguna bebida caliente y binoculares.

Aficionado a la fotografía, Álvaro Pérez Tort recuerda perfectamente el primer día que vio —y fotografió— ballenas. Andaba cámara en mano con Diego Rubio, también fotógrafo, cuando vieron varios ejemplares rodeados de lobos marinos en la bahía de Maldonado. "Fuimos corriendo al Puerto, filmamos e hicimos fotos. Por más que uno sabe que están, esa escena fue impactante", recuerda. Hoy, Pérez y Rubio son algo así como los fotógrafos "oficiales" de la Red de Avistaje, tarea a la que se dedican por simple disfrute. "Nuestro hobby es la fotografía de naturaleza. Nos gusta poner el material a disposición y que sirva para la promoción turística y para fines educativos", dice Pérez, también fotógrafo de aves.

Así como ellos no son profesionales, su equipo tampoco. Eso sí, tiene un muy buen zoom. Por eso, dice, a veces parece que hubiera hecho las tomas embarcado. "No es indispensable tener un equipo carísimo para poder hacer esto. Hay amigos que van con una cámara profesional, otros con una común y otros con el teléfono. Nosotros invertimos en el zoom, que también es necesario para el avistamiento de aves". Además de la cámara, para salir a "hacer ruta" llevan un trípode, la batería cargada, varias tarjetas de memoria, café, algo de comer y el teléfono, siempre conectado a la Red.

Este año, Álvaro y Diego tuvieron una idea que fue más allá de las fotos y los videos: le dieron nombre a tres de las ballenas que registraron. "Fue a título personal, nada académico", aclara Pérez. Llamaron "Clarita" a una ballena blanca adulta, "Marmolada" a otro ejemplar adulto con tonalidades oscuras y claras y "Blanquita" al ballenato blanco (semi-albino, de adulto será gris, aclaran) nacido en la costa de Maldonado a mediados de setiembre. Justamente, las imágenes que ellos tomaron de "Blanquita" dieron la vuelta al mundo.

Desde hace dos años, la temporada de ballenas se inaugura con una salida particular: un grupo de niños que asiste el INAU recorre la costa de Maldonado en busca de ejemplares. El año pasado, cuenta Gonzalo Millacet, guía ballenero y con formación en ecoturismo, tuvieron suerte; este año no. "Es una experiencia inolvidable. Ver ballenas causa una sensación increíble, más aún en niños que capaz nunca habían visto el mar", explica el guía. Los pequeños, pero también los adultos, suelen reaccionar con gritos, aplausos, llanto y... selfies.

Las salidas didácticas —que también se realizan con escuelas y liceos de Maldonado y Rocha— siempre incluyen una charla que excede el avistaje. Se habla de la importancia de cuidar el medioambiente, de las características del mar, y de la fauna y flora marina, para recién después probar suerte con las ballenas. "Siempre decimos que las ballenas no tienen una agenda a la que nos podamos sumar", dice Marcelo Sivack, guía ballenero y presidente de la OCC. "Ellas son el símbolo más vendible de la conservación. Pero si salvamos las ballenas y nos olvidamos de los copépodos estamos en el horno igual. Porque lo que realmente queremos conservar es el océano todo. Claro, verlas es la frutilla de la torta", opina.

Mientras tanto, la OCC trabaja en la elaboración de un catálogo uruguayo de ballenas, con el fin de identificarlas y conocer su ruta. "Las callosidades que tienen en el cuerpo son únicas en cada animal y funciona como si fuera una huella digital. Eso es lo que nos permite saber si año a año los ejemplares que llegan hasta aquí son los mismos o no", explica García. Actualmente el catálogo cuenta cien registros.

Peligros.

Pero no todas son buenas noticias. El 16 de setiembre una ballena apareció muerta en la playa La Olla de Punta del Este. Aunque no se pudo determinar exactamente la causa de la muerte, el cuerpo del animal —de unos diez metros de largo— presentaba varios cortes, como si hubiera sido impactado por las hélices de una embarcación. Ni siquiera entre los expertos hay consenso. Mientras que para Sivack el escenario no está "muy claro", Millacet asegura que para él "sí fue un barco". "La ballena estaba gorda, fresca y tenía varios cortes... incluso le cortó el bonete, que son las callosidades que tienen sobre la cabeza".

Lo que sí está claro es que la principal amenaza para la ballena franca austral es la combinación entre el ser humano y la contaminación. "Antes estas ballenas eran cazadas para convertir su grasa en aceite. Fue un recurso muy utilizado hasta casi diezmarlo. Ahora tenemos el problema de los desechos plásticos, los barcos que les pasan por arriba y los estudios en busca de petróleo", dice Millacet. Cuando empezó el proceso de recuperación, se estima había apenas tres mil ejemplares; hoy esa cifra trepó hasta unos ocho mil. Y estudios internacionales indican que la cantidad aumenta, en promedio, 10% por año. "Sobre todo cuando salimos embarcados, somos nosotros los que estamos entrando a su casa. Por eso tenemos que estar atentos a determinados comportamientos y no provocar ninguna alteración que termine en un accidente o que dejen de venir", dice Lozano. Sivack coincide: "Tenemos que apostar a que se sientan a gusto. Si no, no van a venir más... es un animal sumamente inteligente".

Ese proceso de recuperación, junto a una mayor difusión, hacen que —justamente—, hoy sea probable verlas nadando cerca de la costa. Anécdotas, hay miles. "Un día, en una salida para inaugurar una embarcación apareció un grupo de orcas que dio un espectáculo tan impresionante que pareció preparado", recuerda Sivack. "Desde uno de los muritos mirando a la bahía de Portezuelo vi el mejor espectáculo de mi vida, eran tres o cuatro ballenas y no les quedó pirueta por hacer", recuerda Maxi Leyton, uno de los integrantes de la Red de Avistaje. "La primera vez que las vi fue durante un curso de cetáceos. Estábamos embarcados y apareció una madre con su cría, que se acercó y sacó la cabeza. Después pasaron por debajo del barco y se fueron tranquilos", cuenta Mónica Lozano, del Mintur.

"Una de las escenas más fuertes que viví fue en Casapueblo, durante una charla sobre el mensaje de las ballenas. Estaba Mariana Ingold, amigos, mis hijos y un montón de gente. En el momento en que se cierra la charla, una ballena que ya habíamos visto que andaba por ahí empezó a saltar. Nos marcó y nos dejó pensando y sintiendo que hay algo más allá de nuestra comprensión", reflexiona Rodrigo García, de la OCC. Gonzalo Millacet todavía se emociona cuando relata la vez que estando en la Parada 35 de la Mansa una ballena que estaba cerca de la orilla resopló y vibró la arena. "¡De esa sensación no me olvido más!". Es que, dicen, ver las ballenas le mueve el piso a cualquiera. Y es literal.

Maldonado: de factoría a santuario.

Maldonado y la ballena franca austral tienen una historia común. De hecho, su característico resoplido alto y en forma de "V" aparece en el escudo del departamento. Sin embargo, a su alrededor no solo hay glorias. Según los registros históricos, desde el siglo XVIII fue perseguida en las costas uruguayas por la Real Corona Española, que estableció una factoría ballenera en la Isla Gorriti. Allí, hasta 1920, se convertía la grasa de estos animales en aceite, para utilizar como combustible en los faroles de Maldonado y también se exportaba a Europa. Hoy, varios organismos públicos y privados apuestan a recuperar las ruinas de esta factoría (una de las más grandes del Atlántico) y sumarlas a la ruta ballenera. "La idea es rescatar el valor histórico de este lugar que muchos uruguayos desconocen", dice Rodrigo García, de la Organización para la Conservación de Cetáceos.

Las redes (sociales) a la orden.

La Red de Avistaje de Ballena Franca y Delfines nació hace unos 15 años de manera amateur. "Había varios voluntarios, entre ellos mi esposa y mi hija, que tenían horarios determinados para salir, mirar y anotar. Pero además de muy poca conciencia del tema... ¡no había Internet!", recuerda Marcelo Sivack, ingeniero agrónomo de profesión, también presidente de la Organización para la Conservación de Cetáceos (OCC) y guía ballenero. La llegada de Facebook y Twitter sin duda cambió la forma de comunicar la llegada de estos mamíferos gigantes. "Año a año la Red se va convirtiendo en lo que tiene que ser, no una red de profesionales sino una red comunitaria", opina.

Además, el Ministerio de Turismo maneja la cuenta @ballenasuy, también dedicada a notificar el avistaje.

Más allá de informar la presencia de ejemplares, la OCC y el Ministerio de Turismo impulsan a utilizar estas herramientas para alertar a Prefectura sobre embarcaciones, deportistas o turistas no autorizados cerca de las ballenas.

FRANCA AUSTRAL

¿Qué ballena vemos?

La ballena que llega a las costas de Maldonado y Rocha es la franca austral, un mamífero de carácter amistoso, que mide entre 15 y 18 metros (equivale a un ómnibus y medio), pesa alrededor de 50 mil kilos (algo así como 10 elefantes) y puede vivir hasta 120 años. Además, se caracteriza por tener abundante grasa corporal y un par de barbas de casi dos metros cada una que cuelgan de su paladar para filtrar el alimento.

Entre julio y octubre se las puede ver en el Sur de Brasil y también en Uruguay, adonde llega para dedicarse a su reproducción, que incluye el apareamiento con el cortejo previo de selección, el parto de sus ballenatos, el amamantamiento de las crías y, para aquellas que nacieron el año anterior, el aprendizaje de los secretos de la vida en el mar. Los ballenatos permanecen junto a sus madres hasta dos años. "Frente a nuestras costas la madre y la cría pasan tiempo juntas, ella le enseña a alimentarse y le muestra la ruta migratoria", explica Gonzalo Millacet, guía en ecoturismo y ballenas. La relación madre e hijo es uno de los puntos altos de sus salidas guiadas, sobre todo con niños. "Cuando les contás que un ballenato toma entre 200 y 300 litros de leche por día quedan ahhhh, ¡no lo pueden creer!". A partir de noviembre estos cetáceos vuelven a las aguas más frías del Sur, donde comen kril y acumulan grasas (hasta un metro de gordura en el cuerpo) para subsistir los meses de invierno.

Si bien no son agresivas, no es conveniente acercase. "Los riesgos están sobre todo con las crías, que nacen con dos mil kilos y no tienen los movimientos maduros. Y las madres, si bien no son peligrosas, pueden tener conductas inesperadas para proteger a sus bebés", explica Rodrigo García, fundador de la OCC. Durante el cortejo y el apareamiento, los machos también representan un factor de riesgo.

Para regular las actividades relacionadas con la observación y el acercamiento a las distintas especies de ballenas, en 2002 se aprobó el decreto 261. Entre otras cosas, esta norma prohibe realizar competencias náuticas durante estos meses y establece las condiciones que deben cumplir las embarcaciones que se dedican al turismo de avistaje. Hoy, hay solo cuatro empresas (una en Piriápolis y tres en Punta del Este) autorizadas con tal fin.

Un catálogo que permitirá saber si vuelven o no.

En agosto de 2008 la Organización para la Conservación de Cetáceos (OCC), con el apoyo de la Fuerza Aeronaval Uruguaya y el Projeto Baleia Franca de Brasil (Coalición Vida Silvestre Internacional-IWC por sus siglas en inglés), realizó un sobrevuelo costero marino histórico a nivel mundial, para fotografiar y censar a las ballenas francas, en la mejor temporada de ballenas registradas. Realizado en dos etapas —se recorrieron casi 4.000 kilómetros—, constituyó el mayor vuelo regional y binacional hasta ahora registrado. Así, la ballena se transformó "en una especie insignia", promotora de la integración, la unión y la conservación de la vida marina más allá de las fronteras. La meta fue fortalecer el catálogo de fotoidentificación de la OCC y poder compararlo con las fotos de ballenas identificadas en Brasil desde 1987 y en Argentina, tratando de dilucidar una de las mayores incógnitas acerca de la recurrencia en aguas regionales de los mismos individuos. En total, se censaron 188 ballenas: 32 en aguas uruguayas y 156 en brasileñas. Actualmente, se sigue trabajando con esta muestra para llegar a un catálogo conjunto.

La ballena franca austral mide alrededor de 18 metros y pesa unos 50 mil kilos.
La ballena franca austral mide alrededor de 18 metros y pesa unos 50 mil kilos.
Este año nació un ballenato semi-albino en las costas uruguayas.
Este año nació un ballenato semi-albino en las costas uruguayas.
No es necesario tener un equipo profesional para registrar las ballenas, lo más importante es un zoom con buen alcance.
No es necesario tener un equipo profesional para registrar las ballenas, lo más importante es un zoom con buen alcance.
Las ballenas se pueden ver desde la costa o embarcado.
Las ballenas se pueden ver desde la costa o embarcado.
La torre de observación de Piedras del Chileno es una de la más concurridas de Maldonado.
La torre de observación de Piedras del Chileno es una de la más concurridas de Maldonado.

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