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La docencia como profesión de riesgo

| Los profesores de Secundaria piden más de 200 licencias médicas por día y muchas de ellas son producto del estrés que implica trabajar en liceos conflictivos.

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Violencia. El vidrio de un liceo público roto a pedradas por los estudiantes. 400x300
Violencia. El vidrio de un liceo público roto a pedradas por los estudiantes.
El País

Nada más gráfico que un piñazo para describir una situación violenta entre un profesor y un alumno.

Hace un par de semanas se supo que Adriana Martínez, una docente del Liceo 18, fue golpeada en la cara por un adolescente durante un recreo. La profesora solicitó 20 días de licencia médica y en la institución se convocó al Consejo Asesor Pedagógico (CAP), que decidió sancionar al agresor con 12 días de suspensión.

Martínez no quedó conforme con esa resolución. Para ella fue una sanción demasiado liviana para el tipo de agresión que sufrió. "¿Qué les estamos transmitiendo a los alumnos del liceo 18 que saben lo ocurrido y también lo `barato` que salió?", dijo y aseguró que no se siente en condiciones como para volver a un liceo donde se tiene que cruzar con un alumno violento. La profesora pidió otros 10 días más de licencia y actualmente está bajo tratamiento psicológico.

En la oficina de certificaciones médicas del Consejo de Educación Secundaria (CES) los docentes tramitan más de 200 licencias médicas por día. Un buen porcentaje de ellas están relacionadas con el estrés laboral al que están expuestos los profesores que trabajan en centros educativos conflictivos. El gerente de recursos humanos del CES, Rodolfo Rodríguez, reconoció que las derivaciones que se hacen para consultas psiquiátricas aumentan año tras año, aunque no pudo precisar el porcentaje.

"Se está haciendo un estudio en forma conjunta con Secundaria y Primaria para tratar de sacar conclusiones sobre las enfermedades que están asociadas con el ejercicio de la profesión. En los últimos años han venido creciendo las juntas médicas vinculadas con patologías psiquiátricas", afirmó.

Los profesores consultados aseguraron que los alumnos los desafían con violencia cuando su palabra debería ser la autoridad dentro de la clase. Pararse frente a un grupo revoltoso exige una actitud corporal casi de enfrentamiento.

El gremio de docentes activó diferentes resortes para reaccionar ante un escenario que se presenta complejo. También están recabando datos para realizar una estadística interna propia que permita conocer cuáles son las mayores causas de solicitud de licencias relacionadas con patologías psiquiátricas. Y le presentaron al presidente del Consejo Directivo Central (Codicen), Luis Yarzábal, una lista con los principales liceos catalogados como "críticos". Ellos son el 40 de Peñarol, 66 y 38 de La Teja, 57 del Hipódromo, 62 de Colón, 13 de Maroñas y 18 del Parque Posadas.

"Yarzábal se comprometió a visitar uno por uno a estos liceos para comprobar in situ el estado en el que están", informó la presidenta de la Asociación de Docentes de Enseñanza Secundaria (Ades), Mónica Magnabosco. Fuentes del Codicen indicaron que ya se empezó con la recorrida y que además se han implementado soluciones concretas. En el Liceo 40 se colocó una cerca perimetral para separar el edificio de una plaza de deportes que es caldo de cultivo para muchas patotas del barrio. En el 66, donde se carecía de personal, se están cubriendo los cargos.

En la encuesta del CES se tomará como universo a 48 instituciones de contexto crítico y los resultados estarán antes de fin de año. Una alta fuente del Codicen confirmó que el tema de los profesores estresados preocupa a las autoridades.

"Tuvimos una reunión hace una semana en el balneario Solís con todos los inspectores del país y uno de los asuntos que tratamos fue el síndrome burn out (tal como se lo denomina al estrés laboral, literalmente "estar quemado"). Estamos tratando de juntar datos para ver qué tanto pesa acá un fenómeno que existe en todo el mundo", señaló . Y agregó: "Una vez que tengamos un diagnóstico, queremos incluir el problema en una política general de bienestar de los docentes. Son profesiones de riesgo y estamos tomando el tema con la seriedad que corresponde".

Dos más dos: Estrés

Cuando se habla de violencia en los liceos y del estrés de los profesores, enseguida surgen las palabras "contexto crítico". Se suele asociar lo conflictivo con determinados barrios periféricos de la ciudad y se justifican ciertas actitudes violentas por la influencia de un entorno social desfavorable. Sin embargo, la realidad indica otra cosa.

Una profesora de un liceo público ubicado en Parque Rodó describió a su lugar de trabajo como el Bronx. "Hace años que estoy desmotivada y quiero cambiar de trabajo. Sufro de un estrés importante que no pasa por la cantidad de horas laborales, pasa por todo un entorno que tiene que ver con la violencia de los alumnos. Fuman porros en la puerta del liceo, en la cara del director. El sistema los protege y a los profesores nos toca aguantar. Claro, no son las autoridades las que después tienen problemas cardíacos por el estrés", dijo la docente que prefirió no ser identificada.

A ella no la golpearon, pero sí ha tenido que aguantar los más variados insultos por un examen reprobado o una nota baja. "Tengo un miedo constante de que me agredan. Voy arrastrando los pies al liceo. Soy docente de alma, yo elegí esta profesión porque me gusta pelear desde el llano, pero dame herramientas porque si no, me estás mandando a la guerra con un tenedor".

En el liceo de Paso Carrasco, un alumno amenazó con una navaja a un docente, mientras le decía "te voy a cortar el saco". El profesor le confiscó la navaja e informó a la dirección. Lo suspendieron dos días. Poco tiempo después el estudiante dejó de asistir a clase.

La violencia en los centros educativos no es patrimonio capitalino. En el interior, la situación también puede volverse espesa. Según la profesora Adriana Tarán del Horno, quien realizó una investigación sobre los conflictos violentos en los liceos públicos de Treinta y Tres, "los medios han trivializado tanto la violencia que los adolescentes han llegado a normalizarla".

"Lo que pasó en el liceo 18 no es ninguna novedad. Nos enteramos porque la profesora se animó a denunciar, pero todos vivimos ese tipo de situaciones, quizás no directamente de violencia física, pero sí psicológicas" dijo y ejemplificó: "Conozco colegas que se han ido de los liceos con el coche rayado, o que les vaciaron el tanque de nafta y les pusieron agua".

En Canelones, una profesora -que también optó por mantener su anonimato- confesó que toma pastillas antidepresivas para manejar la situación a la que se expone a diario. Según explicó, son muchas las causas que contribuyen a que el docente se vea sobrepasado en sus actividades. Además de tener que asumir una carga horaria importante y repartirse en varios liceos para poder ganar un salario más o menos digno, las clases que dirige son de más de 40 alumnos y éstos son cada vez más problemáticos. "Existe violencia entre los muchachos, una fuerte violencia verbal y se respeta poco al docente", sostuvo. La desfachatez de los alumnos alcanza límites como el de trancar el salón y no dejar ingresar al docente.

La profesora aseguró que la situación social, económica y de crisis de valores que rodea a sus alumnos se refleja en sus conductas. "Tenemos que hacer frente a eso y actuar como consejeros, psicólogos. Muchos provienen de familias rotas y los padres apoyan poco la labor que hacemos".

Guery Castiglione, profesor de historia y adscripto del liceo Bauzá, estimó que algunos docentes terminan estresados por querer manejar demasiadas situaciones personales de sus alumnos. "Se angustian junto con ellos. Vos no podés ser insensible, pero tampoco podés estar absorbiendo todos los conflictos. Tenés que actuar, pero también tenés que derivar. Hay muchos docentes que asumen las cargas personalmente con la intención de resolver problemas que no pueden resolver".

Para Castiglione, no conviene mezclar los roles. "Yo no soy ni padre, ni hermano, ni amigo; soy profesor".

Según Magnabosco, el episodio ocurrido en el 18 se enmarca dentro de otras tantas situaciones de violencia que se vienen dando en muchos centros de enseñanza y que preocupan al sindicato. Sobre todo porque una de las consecuencias directas del problema es el gran ausentismo docente que se registra por estrés laboral.

En Ades no han habido muchas denuncias de profesores golpeados, pero sí de situaciones que van de lo violento hasta lo embarazoso. En el liceo 40 del barrio Peñarol, un alumno le bajó los pantalones a una profesora en plena clase. En el 38 de La Teja, estudiantes de primer año rompieron todos los vidrios de un salón, enojados porque el director no los dejaba hacer una asamblea.

¿Mano blanda o mano dura?

La mayoría de los profesores consultados coincide en que los CAP, instalados como un miembro asesor de la dirección de los liceos en asuntos disciplinarios e integrados por funcionarios designados por los alumnos, la dirección y los docentes, son una buena herramienta para poder manejar problemas relacionados con la violencia liceal.

Pero el mecanismo del sistema que se renueva todos los años no parece estar aún bien aceitado. "Depende mucho de la integración y de cada centro educativo. Hay lugares donde están funcionando muy bien y otros en donde ni siquiera funcionan", señaló Magnabosco.

La profesora Tarán del Horno, que integró uno de estos consejos el año pasado, consideró que el sistema está muy bien pensado, pero falta una formación previa de los docentes para integrarlo. "Te enfrentás a situaciones que muchas veces los docentes no están preparados para manejarlas", opinó. Además, muchos consideran que funciona "la cultura del pobrecito" a la hora de decretar las castigos a los jóvenes. "Hay determinaciones que no podés tomar porque la decisión es siempre del director del instituto. Uno sugiere sanciones que después se minimizan", consideró.

La máxima sanción prevista en el estatuto es de 15 días de suspensión. Sin embargo, un CAP de una Escuela Técnica de Las Piedras aconsejó 180 días de sanción para un joven que le tocó la cola a una profesora de informática. Laura Morando, integrante de ese consejo, se quejó porque luego de sugerir esa sanción tuvo que soportar una reprimenda de las autoridades .

Quemados

La posibilidad de padecer el síndrome de burn out es cuatro veces mayor en los maestros que trabajan en las escuelas ubicadas en un contexto social desfavorable que en aquellos que trabajan en centros educativos alejados de zonas críticas, según un estudio de caso sobre las condiciones de trabajo y la salud de los docentes de primaria en Uruguay realizado por la Unesco. El médico especialista en Salud Ocupacional, Fernando Tomasina, uno de los responsables de la investigación, concluyó que existe una diferencia estadísticamente significativa en la comparación de ambos casos. "Observamos que existe una presencia importante de casos del síndrome de burn out en los maestros cuyo trabajo se da en condiciones de presión social. El riesgo es de cuatro a uno entre maestros que trabajan en escuelas de contexto crítico y docentes que trabajan en áreas normales", explicó. Según Tomasina la sobrecarga a la que se expone el maestro en determinados ambientes es decisiva. "El niño que se encuentra en un entorno social desfavorable tiene otras demandas y el docente se encuentra en una situación que va más allá de sus capacidades. El síndrome "del quemado" es esencialmente eso: cuando se exceden los recursos que tienen las personas", explicó. El estudio fue realizado entre los años 2004 y 2005 en 13 escuelas públicas urbanas, donde se entrevistaron a 158 maestros.

En el informe se revelan más datos sobre la salud de los maestros relacionadas con las condiciones de su ámbito laboral. Se concluye que prevalecen dolencias vinculadas a la salud mental expresadas en angustia, estrés y depresión.

Entre los malestares percibidos por los docentes en forma persistente, se concluyó que el 65.4% de los maestros asocia al dolor de espalda como principal causa de malestar, el 45.7% relata angustia, y el 44.4 % dificultad para concentrarse. Otros indicadores del estado de salud general de los docentes de primaria señalan que el 27.2% han solicitado licencia por enfermedad y el 9.9% de personas consumen fármacos para dormir. Las principales enfermedades diagnosticadas son la disfonía, la gastritis y el estrés.

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