Publicidad

Poquito y nada

Compartir esta noticia

Leonardo Haberkorn

En Argentina nos cortan los puentes. En Brasil nos dan la espalda.

En Chile juzgan a los militares uruguayos implicados en un crimen ocurrido en este territorio, pero que aquí fuimos incapaces de aclarar.

En Venezuela decidieron que nos incorporaríamos a Telesur a cambio de unos meses de financiación para pagar el petróleo que nos venden.

En Paraguay descubrieron petróleo: ahora —qué casualidad— somos el único país en toda América del Sur que no tiene ni una gota.

En Cuba operan a nuestros enfermos oftalmológicos. En Uruguay no te ponen ni siquiera las lentillas para las cataratas. Que los enfermos uruguayos deban cruzar el Ecuador y atenderse de favor en una isla del Caribe fue bautizado por el gobierno como "Operación Milagro".

En Estados Unidos vive el reo, el prófugo de la Justicia, Juan Peirano. La justicia uruguaya lo reclama, pero Estados Unidos no lo entrega.

En México hace años que nos dicen que algún día volverán a comprar carne uruguaya. Pero la promesa —relanzada en estos días, ahorita sí— nunca termina de cumplirse.

En España no respetan los tratados que tienen firmados con Uruguay y que permiten que los naturales de un país tengan libertad para trabajar en el otro: ellos los usaron durante décadas, mientras les convino. Ahora los desconocen olímpicamente.

En Finlandia decidieron que nuestro destino es ser una potencia mundial en la producción de celulosa. Si la madera vale más como sustituto del petróleo, no es asunto nuestro.

En Suecia consiguieron las camas y los colchones que le hacían falta al hospital de Bella Unión.

En Francia juegan los futbolistas uruguayos que un monopolio abusivo se llevó sin pagar un peso y sin que acá casi nadie dijera nada.

En Alemania se va a jugar la Copa del Mundo: habrá 32 países. Estarán Costa de Marfil, Togo, Serbia y Montenegro, Trinidad y Tobago. Uruguay no.

Uruguay no existe. Los gobiernos más amigos nos bloquean, nos ignoran, nos desprecian. Los tratados que firmamos no valen, las promesas que nos hacen no se cumplen, los futbolistas que se llevan no se pagan. Nuestro destino lo deciden otros. Nuestros crímenes los juzgan otros. Nuestros hospitales tienen camas gracias a otros. Somos el cero a la izquierda del mundo.

Uno se pregunta cuándo fue que nos transformamos en tan poquita cosa.

¿Es injusto que el mundo nos trate así?

Quizás sepan que somos el país que le paga dos y tres veces más a un basurero que a un maestro. Esa es nuestra declaración de principios, nuestra carta de presentación, nuestro credo inmutable, no importa si el gobierno es de derecha o de izquierda.

Y si en algún país todavía no lo saben, es seguro que se nos nota a cada paso que damos.

Se nos notó, por ejemplo, hace unos días cuando las actuales autoridades llamaron a interesados a postularse a 18 cargos de suplentes de ayudantes de lavandería en el Banco de Seguros del Estado. Ganarán 15.625 pesos por seis horas de trabajo, de lunes a viernes. Los que se queden con los puestos duplicarán o triplicarán lo que gana un maestro, un profesor, un policía. Los suplentes de auxiliares de lavandería ganarán más que muchos científicos, médicos, técnicos, productores, artistas, profesionales, periodistas.

Quizás esto explique por qué nuestra educación, nuestra policía, nuestra ciencia, nuestra tecnología, nuestro arte, todos muestren un similar nivel de ineficiencia y atraso.

Más de 4.000 jóvenes hicieron cola para conseguir un puesto de suplente de auxiliar de lavandería. Esa es la gran ilusión de las nuevas generaciones de uruguayos. Esa es la gran ilusión que Uruguay ofrece a las generaciones futuras: ganar un sorteo para transformarse en suplente de auxiliar de lavandero.

Esa o basurero de Adeom. Esa o emigrar. Esa o mendigar en la televisión.

Esta edición está dedicada a la tragedia de Young.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad