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¡Sonríe!

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IGNACIO ALCURI

Parece que ahora solamente se puede hablar de política. Más específicamente, de la campaña electoral. Está en todas partes: en la tanda publicitaria, en los noticieros, en las columnas de alumbrado público... opacando por momentos a "Dios te bendiga", que ya debe estar importando varios miles de litros de pintura blanca para redoblar la apuesta.

En fin, todo se hace mirando a las elecciones y los temas de conversación parecen ponerse serios. En las mesas de bar se habla de política económica, esperando a la peluquera se discute del rol del Estado en la asistencia social y en los recreos de la escuela se discute las verdaderas implicancias de aquel TIFA que firmamos con Estados Unidos.

La excepción está, irónicamente, en los discursos políticos, que, lejos de presentar propuestas, se divierten intercambiando munición pesada con el contrincante de turno, en un juego de dimes y diretes más propio de una vedette de la calle Corrientes que de señores que intentan comandar nuestro próximo plan quinquenal.

Así que decidí dar vuelta la taba y ponerme frívolo. ¿Por qué no hablar de los actores de Hollywood? Al igual que los políticos, leen guiones que escribió alguien más, interpretan roles para las cámaras pero cuando se apagan son diferentes, y siempre encuentran algún villano a quien atacar. Pero al menos el público sabe que es mentira.

La gran diferencia está en la belleza, pero no crean que los actores y actrices taquilleros la tienen fácil.

A Brad Pitt le llevó 27 operaciones verse como se ve hoy en día. Quince de ellas fueron en el triángulo formado por sus ojos y la punta de la nariz. Vayan llevando.

El público a veces cree que alcanza con tener personal trainer y correr por el Central Park. Pero esos tipos sufrieron como condenados para llegar hasta ahí. Y la clave de todo es la famosa "sonrisa de Hollywood".

Todos los actores famosos tienen dientes falsos; sus sonrisas tenían que ser perfectas. Y no podían ponerles aparatos. Recuerden cuánto tiempo los tuvo puestos esa prima a la que le atacó la crisis de la mediana edad.

Por eso a esos galancetes que usted ve en el cine les arrancaron las piezas dentales completas. Hasta la raíz. Un procedimiento doloroso en el que el paciente suele desmayarse por la mezcla de sufrimiento e impresión.

Una vez que se extraen las piezas, le insertan uno dientes perfectitos de porcelana recubierta con caucho transparente, que en ocasiones es rechazado por el organismo y el actor termina con la boca hinchada. Como le pasó a esa secretaria de Sofovich a la que le dijeron que el colágeno en los labios era la única manera de llegar a la tele (bueno, no la única).

Actualmente se trabaja en un método menos invasivo de recambio dental, ya que en la última década al menos dos muchachos que pintaban como galanes del futuro quedaron con secuelas físicas y de las otras, y hoy venden hot dogs en el Central Park -por donde pasan sus colegas corriendo al lado de los personal trainers, sólo para disimular-.

Consiste en limar cada uno de los dientes hasta que queden como pequeños colmillitos, como la dentadura de un tiburón. Y luego se esculpen ranuras hasta que quedan con forma de tornillo. Así, las prótesis dentales -de porcelana y caucho, el material no cambió- se atornillan a cada uno de sus dientes originales sin ingresar en la encía.

La próxima vez que vean a Ben Stiller pelearse con un animal robot por vigésima vez, tengan el respeto que se merece por un tipo que sufrió para llegar a la cima. Y regálenle una sonrisa.

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