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Todas las nostalgias placer y dolor de los recuerdos

Por una noche habrá música que provocará la morriña de muchos. Pero también, en otras áreas, los uruguayos añoran viejas épocas. No todo tiempo pasado fue mejor, pero produce dolor su recuerdo, como queda demostrado en este suplemento especial dedicado a la nostalgia.

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Heredado de inmigrantes, los uruguayos más veteranos son proclives a pensar que todo pasado fue mejor. Son momentos felices cuyo recuerdo provoca dolor.

Los caramelos Zabala, las primeras escaleras mecánicas de Angenscheidt, los hot pants, la leche Conaprole en botella de vidrio, la Onda, The Beatles, la Crush, la revolución de la moda cuando desembarcó la minifalda, el Club del Clan, los Shakers, los pantalones Oxford, Telecataplum, las "lentas" con los Carpenters, el dólar a $ 14, Radiomundo, los Tico Tico, la discoteca Lancelot, Johnny Tedesco, los helados Batuk, John Travolta y su Saturday Night Fever, la juventud que no vuelve, los trolleys, la llegada de la televisión color, Los Iracundos, el Peñarol de los Sesenta, Julio Sosa, los churros Manolo de la calle Ejido, el Nacional de los Ochenta, la gran fiesta en Parque Batlle con el regreso de la democracia, Zorba de Solymar... qué morriña.

Quizás algo de eso también evocó Pablo Lecueder cuando decidió organizar la primera edición de la Fiesta de la Nostalgia, un 24 de agosto de 1978. El hoy director de Océano FM conducía el programa "Old Hits" en CX 32 Radiomundo. Claro que entonces, dictadura mediante, nadie se animó a publicitar (como en los anuncios que abundan en estos días) una celebración que contenía esa palabra tan vinculada a lo perdido.

Más allá que el propósito de Lecueder, en esa fiesta en la discoteca Ton Ton Metek, era que el público sacudiera el esqueleto con oldies, verdaderos hits de los `60 y `70. Seguramente, Lecueder tampoco imaginó que 31 años después lograría imponer una celebración nacional, previo al feriado independentista. El 24 de agosto -que en aquel 1978 fue un jueves- fue elegido casi por casualidad; eran buenos tiempos para los boliches y ninguno estaba dispuesto a alquilarlo en noches de viernes y sábados para pasar viejos éxitos, cuando con los nuevos se funcionaba sin problema. La noche anterior al Día de la Independencia fue la solución escogida, tal vez, por descarte. Desde entonces, y año a año, cuando se aproxima esa fecha, se ha conseguido que los uruguayos se pusieran algo nostalgiosos o, por lo menos, se formaran tertulias espontáneas que traen del pasado al London París, el Sorocabana, Woodstock, la Suiza de América, los taxis Mercedes Benz, Sui Generis, Bonanza, el cine Censa...

Esas y otras remembranzas provocan profunda nostalgia en muchos uruguayos. Algunos, en cambio, -más jóvenes por supuesto- no logran entender que un caramelo o una botella de vidrio pueda producir una nostalgia rayana en el dolor en sus padres o abuelos. Lo que sucede es que no son los Beatles quienes provocan la pena, sino el momento con el que una persona los asocia, que generalmente es de felicidad, y que el recuerdo trae consigo la pérdida de esa etapa imborrable de la vida.

"Siempre se tiene saudade de lo vivido, de la edad de oro personal. Ahí está el tema: hasta los 35 o 40 años percibimos el mundo de una forma distinta. En general, todo en nuestra niñez o juventud es bello. La palabra nostalgia proviene del griego: nostos significa recuerdo y algia, dolor. La nostalgia es ese sentimiento de pena que produce lo que ya fue vivido", explica el antropólogo Daniel Vidart.

El lechero dejaba las botellas de vidrio Conaprole en la ventana del lado de afuera de la casa donde, desde la noche anterior, habían quedado las monedas para que él mismo se cobrara. No es la botella, con tapa de cartón corrugado, o papel inoxidable luego, lo que provoca nostalgia. Es ese recuerdo de verlas allí cada mañana al despertar, solitas a la intemperie, sin que nadie imaginara llevárselas sin pedir permiso, aunque pasaran horas a la vista de cualquier transeúnte. Son todos los momentos vividos que se asocian a ese cuadro que quedó en la memoria.

"Las islas de felicidad son pequeños archipiélagos en un mar tormentoso de angustias y de desajustes que, generalmente, comienzan luego de los 40. Eso hace que inevitablemente se sienta ese deseo doloroso de regresar atrás. Porque después comienzan a acumularse penas, fracasos, injusticias y amarguras", aclara el antropólogo.

resignificación. Diego, de 29 años, escribió en el messenger: "Tengo nostalgia de cuando no existía la fiesta de la nostalgia". Gabriela le respondió en un clic: "Pero si ya existía cuando tú naciste, ¿cómo podés sentir eso?" Diego respondió: "Ah, pero ya empezaron hace como un mes, me tienen podrido".

"Los muchachos no saben nada del pasado, viven el momento e ignoran muchísimas cosas y acontecimientos. Porque en realidad, la nostalgia colectiva es sentimiento de viejos. Ahora, la tomaron y la convirtieron en una fiesta, y en vez de ser una retracción o una evocación dolorosa del bien perdido, los chicos se divierten, bailan y es todo una festichola. En vez del lagrimeo interior, se inauguró una extroversión gozosa, una expansión para celebrar de esa manera. Para los viejos, es recuperar el sentido del olvido y para los jóvenes es una farantachela total. Por esa razón se instaló con esa fuerza y es una suerte; yo no soy nostálgico, creo que no es bueno serlo", dice Vidart.

Más allá de Diego, que según manifestó por messenger está cansado de tanta nostalgia, y que desde hace años se crearon las fiestas antinostalgia (todo fenómeno de moda siempre genera detractores o críticos), tarde o temprano, Diego, Juan, Pedro o como se llame, y todas las generaciones jóvenes, sentirán esa morriña con mayor o menor fuerza. Es inevitable, aclara el antropólogo.

Los uruguayos son nostálgicos y no por decisión propia. Daniel Vidart tiene su teoría: una gran proporción de la población tiene cuna de inmigrante, abuelos o bisabuelos. "El gallego siempre sentía una saudade terrible, recordaba mucho a su patria. El italiano rememoraba el bello paese. No hay que olvidar que la mitad de los habitantes de Montevideo, en algún momento, fueron inmigrantes. Y se sentía ese quejido por lo perdido: `Acá se come, pero falta aquello que sí era bueno en mi país`. Entonces se incorpora al espíritu colectivo, esas remembranzas de los mayores. Si uno observa, en Uruguay no se baila en ronda ni se canta en coro en las grandes fiestas o celebraciones, como sí ocurre en muchísimos otros pueblos. Aquí primero proliferó el tango, baile y canto con un dejo melancólico y triste. Y si se pega una ojeada a la actualidad, las salidas a bailar de los muchachos en realidad son estados especiales del espíritu. Entre luces psicodélicas, los chicos saltan pero escuchan muy poco la música; están en un estado de exaltación, te diría casi de trance".

individual y colectivo. Un octogenario seguramente tendrá saudade de cuando pasaba la tarde paseando por la Rosaleda del Prado, con "la patrona y los chiquilines"; no había televisión, los niños jugaban en la calle. "Ahora están frente a la computadora, se perdieron los juegos infantiles", se los escucha decir más de alguna vez.

Es que la nostalgia tiene muchas caras, tantas como personas, tantas como las edades que tienen, experiencias que vivieron, alegrías que disfrutaron y dolores que sufrieron. Puede ser deportiva, del tiempo que la "celeste" era campeona del mundo y el canto de guerra empezaba con "Vayan pelando las chauchas..." Puede ser política y económica, de los tiempos de la Suiza de América, el Uruguay batllista (gris, de clase media, empleo público y poca aventura, pero sin miseria), y el gran abrazo festivo a la democracia tras casi doce años de dictadura, luego de aquel enorme evento unificador que fue la concentración en el Obelisco del 27 de noviembre de 1983. Puede ser a aquellas pinceladas de la infancia, traducidas en la negativa insobornable a deshacerse de aquellos álbumes con las fotos de los cracks del 60, juguetes o cómics. Pueden ser tecnológicas, como el primer estéreo propio o -la versión más difundida y explotada comercialmente- la música y el baile de los años de juventud.

Pero lo individual no excluye a las unanimidades. "Sí, por supuesto, existen nostalgias colectivas, incluso algunas personas por las mismas se sienten mal o perdidos en la era contemporánea", afirma Vidart. Y eso se observa claramente en las reflexiones de los lectores en el portal de El País Digital: las nostalgias son similares si pertenecen a las mismas generaciones.

"Siento nostalgia de la excelente música que escuchábamos y bailábamos, sustituido por los saltitos de pato con que se baila todo ahora, sin diferenciar ritmos", escribe en el portal Rúben, jubilado de 72 años. Por su parte, con 64 años, Mariano rememora "el jamón de Kegel y Montseny y de las pildoritas ahumadas; qué delicia. Ahora, todo es artificial".

Con 70 años, Sergio, jubilado no puede con su pasión deportiva: "Ghiggia, Hohberg, Miguez, Schiaffino y Vidal, o de Abbadie, Rocha Silva, Spencer y Joya: inolvidables e irremplazables gestores de inmensas alegrías para todos los peñarolenses de antaño. Gracias muchachos". Sergio tiene un "agravante" para sus saudades: los hinchas de Peñarol no la están pasando nada bien hoy.

Los cincuentones comparten algunas añoranzas tanto con una generación más arriba como con otras menores. "Yo extraño el barrio, las tardes de calor cuando pasaba el heladero o el que vendía cucuruchos. Lo esperábamos con mi hermano como locos, abajo del árbol de mi casa, todos los días", recuerda Lil, ahora con 56 años, de profesión traductora. También Graciela, docente de 53 años, añora sus andanzas en la chacra de sus abuelos, la música de los Beatles, jugar en la calle a la hora de la siesta, molestar a los vecinos, amigos y familiares que ya no están, según escribe.

A los 51 años, Ernesto, dice sentir nostalgia de "Zum-Zum, Radio Independencia y Panamericana, Carlos Laborde, Daniel Leal, el peruano parlanchín a medianoche, los chivitos de la Vitamínica, del gordo Mullins, Lancelot, Ton Ton, los asados de La Mascota".

Con cuarenta años ya se sienten nostalgias. Eso no sólo lo dice el antropólogo Vidart, sino los propios lectores. Lejos de fustigar las costumbres actuales y de autoflagelarse con la música de sus tiempos liceales, los recuerdos de Ernesto, un comerciante de 41 años del Cordón, son particularmente edificantes y apuntan a "la zona de Kibón cuando no había iluminación". Más de un(a) cuarentón(a) -y algo menos- con auto, sin casa propia ni mucha plata, suscribiría esta afirmación con sus dos manos.

Por definición académica, la palabra nostalgia está asociada a la soledad y a la lejanía espacial o temporal. Y no se vislumbran alivios ni soluciones a esos vacíos. Tal vez por algún mecanismo inconsciente se haya preferido darle a ese término una resignificación, como indica Vidart, mucho más lúdica. De este manera, nostalgia y esperanza no serían contrapuestas, como por lógica deberían serlo, de acuerdo con este antropólogo.

"La esperanza es la escapatoria utópica del alma humana. Por un lado se recuerda lo bueno y feliz que pasó y, por otro, se espera un mundo mejor en el futuro. De lo contrario, no viviríamos. Esperanza quiere decir `una larga espera`, y `espera` proviene de la raíz `espacio.` En definitiva, es un viaje de imaginación en el que se proyecta encontrar nuevamente la felicidad. A veces es una construcción mental, pero nos ayuda a vivir", dice Vidart. Por una noche, la nostalgia tiene un significado muy similar.

"En cada tema había que esperar que te vinieran a sacar a bailar"

"Las fiestas de quince eran fantásticas", recuerda Julia Moller. "Te invitaban a las 9 de la noche y a más tardar llegabas a las 9.30. Nos hacíamos vestidos bastante importantes, no siempre eran de largo. En mi época, los sesenta y pico, más bien eran cortos pero onda Club del Clan, medio solerita, con un hombro caído con tul, escotes en la espalda, línea evasé. La quinceañera estaba con vestido a media pierna".

Se llegaba con regalo en la mano que se guardaba en una suerte de cristalero con llave, cuenta la conductora de televisión.

"Ya eran con discoteca, nada de orquesta, pero en cada tema tenías que esperar que te vinieran a sacar a bailar. Porque de bailar sola como ahora, las chicas ni ahí. Y siempre estabas esperando que aquel que te gustaba te viniera a sacar, pero cuando terminaba la canción te volvías a sentar con tus amigas, a ver si te volvían a sacar. Si te pasabas toda la noche con el mismo, significaba que estabas arreglada. Si llegabas a la fiesta acompañada, ya era tu novio oficial".

No se servía alcohol y lo primero que se hacía era bailar el vals con el padre, los abuelos, los hermanos y los amigos. "También había cortejo de amigas, que no cumplíamos ninguna función simplemente estábamos ahí, acompañando a la del cumpleaños. Y nos iban a buscar nuestros padres, a eso de las dos y media de la mañana porque ya era suficiente tiempo".

"Saudades" de los lectores

"Los Beatles, la Crush, la seguridad y el respeto". (Antonio, 61 años, barrio Jacinto Vera).

"La música de los años 70, Tu Discolandia en la tarde, Radiomundo". (Robert, 51 años).

"El Oro del Rhin de antes, la variedad de confiterías que había, el pan marsellés; el poder almorzar o cenar tranquila en cualquier lugar sin pensar que te van a robar". (Cristina, 59 años).

"De los años 70 cuando con poco más de 20 años disfrutábamos de centros de diversión sanos, con un nivel musical de primera categoría". (Enrique, 59 años, Shangrilá).

"La juventud que no vuelve, los Iracundos y todo lo que significó para mi generación vivir en los 60". (Beatriz, 56 años, Unión).

"Siento nostalgia del Peñarol de los años 60 y 70, de las murgas, de los Olimareños". (Walter, 53 años).

"Mis primeras salidas con 17 años junto a mis amigos del barrio, y los primeros amoríos. Pienso que nuestra época de juventud era muy sana, nos divertíamos sin necesidad de drogas o alcohol". (Alberto, 47 años, Artigas).

"De una fogosa y gran historia de amor". (Sandro, 32 años).

"Nostalgia para mí es música, aquella de las noches de cumpleaños de 15, en la época del liceo, cuando tenías uno por sábado. Pasaban las lentas, que podías llegar un poco más cerca de esa gurisa que te gustaba, hablo de los 80 y poco". (Néstor, 35 años).

"Julio Sosa". (Alfredo, 58 años).

"Amores vividos". (Claudia, 27 años, San Carlos).

"Zitarrosa, Wilson, Seregni". (José, 45 años, Sayago).

"Ciertamente los recuerdos se mezclan por el paso del tiempo, pero forzando neuronas castigadas por la edad, añoro los bailes del Club Sudamérica. Recuerdo a `la Miriam`, una voluptuosa morocha de ojos negros profundos, pelo azabache y un cuerpo escultural. Gracias a que los recuerdos son selectivos, de `la Miriam` conservo esa imagen. Hoy los ojos negros fueron cubiertos por los párpados que el inexorable paso del tiempo fue tapando, el pelo azabache se transformó en una mezcla de blancos y alguna vieja tinta de peluquería de barrio, y de aquella escultura que parecía tallada quedaron los estragos de haber llevado 5 hijos en la panza, y haber aumentado 30 kilos. Los recuerdos son más saludables que la realidad". (Ramón, 55 años).

"Los bailes con orquesta y sin líos". (Roberto, 56, San José de Carrasco).

"Hoy nos convertimos en meros espectadores"

Martín Fablet apeló a Ernesto Sábato y a su novela El Túnel para interpretar "todo tiempo pasado fue mejor", frase trillada si las hay. "A su entender no existe una memoria colectiva, y esta frase no indica que antes sucedían menos cosas malas, sino que felizmente la gente las echa en esa práctica bolsa del olvido. Lamentablemente, el escritor dice no contar con dicho mecanismo y así sufre recordando sus malas vivencias. De esta forma consigue afirmar que todo tiempo pasado fue peor. `La memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza`. Sucede que algunos como yo creíamos poder dominar nuestro entorno, especialmente emociones, circunstancias y hasta la propia tecnología. Éramos verdaderos protagonistas o partícipes del entorno. Pero hoy nos hemos convertido en meros espectadores. Todo pasa sin pedirnos permiso. Por ello no tengo dudas que todo tiempo pasado fue mejor. Por lo menos para mí".

"Oldies" de los jingles

"Tango pasta de buena cocinera, mucha pasta, buena pasta, y por eso me luzco en la cocina, con glutina, con glutina. Glu... glu... glu... Glutina". (Pastas)

"Dele pedal a la vida, Graziella, y siéntase siempre joven". (Bicicletas)

"Yí 1436, Yí 1436". (La casa de la afeitadora)

"Aunque el espacio sea chiquito, aunque el chiquito ya creció, en Casa América papito, el problema resolvió". (Muebles)

"Chocolate por fuera, merengue de corazón, Ricardito, es el negrito, que a los niños gusta más".

"Colita fresca con Feculax, con Feculax, con Feculax". (Talco)

"Del abuelo al chiquilín, todos toman Jugolín, que se gusta todo el año, en la oficina, en el jardín. Jugolín sabor tan fresco que a la sed le pone fin. ¡Jugolín refresca la vida!" (Jugos)

"Aquí, se anda con Pampero, aquí, Pampero es el primero... Me voy en busca de Pampero, ahora tambien yo lo prefiero". (Championes)

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