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Los precios de la imaginación

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Carlos Ma. Domínguez

LA EDICIÓN de la obra completa de Héctor Galmés viene a coronar el esfuerzo de su editor, y no pocos críticos, en destacar su narrativa. Fallecido a los 53 años en 1986, Galmés dejó escritas cuatro novelas y un libro de cuentos que hoy integran un grueso volumen de Banda Oriental, prologado por Elvio E. Gandolfo y Heber Raviolo.

A veinticinco años de consumada, su obra exhibe la unidad de un tono basado en el ingenio, la imaginación y la complicidad con un lector que no necesita apartarse del mundo frecuentado y conocido para asomarse a los juegos del deseo y a la especulación sobre los vínculos entre la conciencia y la realidad. Es notorio el carácter lúdico de la mayoría de sus ficciones y la ambición de correr una aventura en los pliegues que van del realismo cotidiano a los mundos fantásticos, mediados por toda clase de ironías sobre la vida doméstica y laboral, el sexo, las vocaciones, la condición de un Uruguay enfrentado al final de varias décadas de prosperidad y a las amenazas de la dictadura.

LOS CUENTOS. Su mayor eficacia anida en los cuentos, entre los cuales hay varios magistrales por su precisión y audacia. "El puente romano" ha sido merecidamente jerarquizado como un clásico de la narrativa uruguaya, en su notable ambición de introducir en la aventura de una partida de soldados durante las guerras de fines del siglo XIX, una paradoja temporal y metafísica. "Tuvo su origen en mis lecturas sobre Astronomía (asunto que me apasiona), particularmente en el tema del movimiento retrógrado aparente de algunos planetas", confesaría en un texto perdido entre sus papeles y rescatado para esta edición.

Su tratamiento tiende lazos con otros relatos como "Los hermanos", dos gemelos condenados "a una cárcel epidémica" que buscan un destino en el circo, y "Sosías", donde vuelve a asomar el tema del doble y las ambigüedades de la identidad, que en su aspecto más inquietante alternan la dirección de lo narrado. En un registro más especulativo y mítico se ubican el relato de un Adán que va en busca de la infancia que no ha tenido, "La infancia de Adán", y "Regreso al Aqueronte", un segundo viaje del Dante al mundo de los muertos. Otros relatos despliegan recursos del género fantástico o abordan con realismo la corrosión del tiempo sobre la materia viva y la materia muerta, como el excelente relato "El malacara".

LAS NOVELAS. Sus trece cuentos revelan que Héctor Galmés fue un virtuoso cuentista que incursionó en la novela con dificultades para dominar el género. Necrocosmos es una novela inicial de aire cortazariano, protagonizada por un grupo de amigos vinculados a las artes plásticas, separados por el imperativo del exilio que se impone sobre la mayoría de ellos. Es también la historia de un triángulo amoroso y de rodeos afectivos que no terminan de resolverse.

Las calandrias griegas es la novela donde logra mayor unidad y seducción, a través de la aventura de una pareja de publicitarios que se ve envuelta en una estafa del dueño de la agencia, con el que el narrador mantiene vínculos ambivalentes. En rigor no saben si la solución que el dueño les ofrece es una trampa y nuevamente la tensión se concentra en la doble dirección de los sentidos en que debe ser leída la experiencia. Se diría que cruzan "el puente romano" donde todas las certezas se anulan.

Las dos novelas siguientes, La siesta del burro y Final en borrador son fruto de un mismo origen. Como cuenta Heber Raviolo, cuando en 1982 Galmés le entregó el manuscrito de La siesta del burro, ambos estuvieron de acuerdo en que la novela no cerraba y merecía más trabajo. Al revisarla en los años siguientes, el texto derivó por otros caminos imaginativos, recuperó algunas zonas del manuscrito original y la enfermedad encontró a Galmés en plena reescritura, que terminó poco antes de morir.

En la primera Galmés inventa el pueblo de Colodra, donde un empleado de correos llamado Estévez, luego de jubilarse se oculta en su antiguo lugar de trabajo para espiar a los vecinos. Cruza ciertas zonas del realismo mágico con registros y alusiones a las consecuencias del golpe de Estado sobre la población. En la segunda, el mundo del cine, como máquina de fantasía, ocupa el eje alrededor del que giran nuevos personajes, que sustituyen a los anteriores y llevan la historia por un compromiso más personal.

Pero lo que siempre late en los mundos de Galmés es lo que dejó escrito sin atenuantes: "Fatalmente me dejo llevar por la imaginación, dado que no es posible controlarla, llevarla a ella por donde uno quiere. Le diría, por ejemplo: por ahí no, que nos caemos en el pozo. Y nos caemos en el pozo. Puedo proponerme imaginar cómo sería mi vida en otras circunstancias o la vida de cualquier otro, pensar el argumento, dividirlo en escenas, modificarlo aquí o allá, etc.; pero el intentar escribirlo es otra cosa; cuando uno se distrae buscando y rebuscando las palabras, la imaginación se suelta y la idea original desaparece o debe acomodarse a la plétora de imágenes intrusas, a la presencia de esos personajes que no habías pensado y se cuelan por cualquier resquicio. Y el escritor pierde la mitad de su tiempo, si no más, en ordenar el caos de la imaginativa desbordada (sublevada)".

Todas sus novelas muestran juegos imaginativos que potencian el interés por la trama y la desacomodan, la interrumpen y la abandonan. Revelan su talento y la imposibilidad de sujetarlo a un proceso narrativo que por acumulación de sentidos, dan la unidad en el tiempo, esencial a la novela. Galmés se salta los pasos intermedios que organizan el tejido silencioso de las secuencias, y el desborde de su imaginación brilla demasiado lejos del suelo donde buscaba asentarse, a menudo despreocupada de su función en el contexto general de la trama. Esa ausencia de dominio sobre el tempo novelístico malogró sus ambiciones en el género. No así los cuentos, donde la concentración de recursos perdura, y es luminosa.

NARRACIONES COMPLETAS, de Héctor Galmés. Ediciones de la Banda Oriental, 2011. Montevideo, 589 págs.

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