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Las ideas y los cuentos

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Elvio E. Gandolfo

BUENAS IDEAS para un cuento hay a montones. Los buenos cuentos son mucho más escasos. En los libros del belga-francés Bernard Quiriny, el estadounidense Steven Millhauser y el uruguayo Ramiro Sanchiz abundan las ideas. Por dar un ejemplo contrario, en Raymond Carver las ideas son menos impactantes. Eso no significa nada, a priori. Hay buenos, grandes cuentistas de ideas. Y malos. Y otros que trabajan con materiales menos ingeniosos u originales, con la misma variedad de calidades, de la excelencia a la mediocridad. La clave está en el proceso de escritura, el trasvasamiento de una buena idea en un buen cuento.

En el caso de Bernard Quiriny, ya desde el título hay una aspiración a la originalidad: Cuentos carnívoros. Recuerda otro libro clásico: Cuentos crueles, de L`Isle Adam. Las ideas también impresionan, contadas en segunda instancia: la mezcla del erotismo con la sangre y el jugo de naranja, las "mareas negras" tomadas en solfa, una mujer que parece poner huevos... Además son transportadas por un lenguaje fluido, a veces en primera persona ("Sanguina", "El episcopado de Argentina"), a veces con la distancia de fichas breves ("Unos cuantos escritores, todos muertos"). Sin embargo, a medida que el libro se desarrolla, los textos se van emparejando, a pesar de su variedad temática, en un tono frío, indiferente. Dicho de otra manera: a pesar de que es un libro más bien breve (poco más de doscientas páginas), termina por cansar.

Por el prólogo de Vila-Matas, otro escritor blasé, hastiado, que afecta dandismo pero resulta desprolijo, uno espera con expectativa el texto "Extraordinario Pierre Gould". Pero cuando llega, cae incluso en el pozo insondable del chiste malo. Ni siquiera la serie "Recuerdos de un asesino a sueldo" logra concretar algún buen relato. Por momentos (como en el "Cuento carnívoro") se remeda con desgano el tono de los cuentos del siglo XIX. Varias de las ideas restantes son originales. Pero ninguna llega a buen cuento.

OTROS TIEMPOS. En principio Quiriny podría asociarse a Cortázar, a Calvino, incluso a Borges, por los distintos temas o ideas. En cambio el estadounidense Steven Millhauser recuerda a menudo a relatos de otros tiempos: desde el antiguo Oriente, hasta el alemán E.T.A. Hoffmann, o un antepasado de su país: Nathaniel Hawthorne. A diferencia de Quiriny, apuesta más alto tanto en el estilo, que suele remedar el distanciamiento para mejor trazar sus laberintos, como en jugarse a una carta difícil, que suele resultar ganadora. Silencioso, bastante esquivo, tuvo sin embargo instancias de fama, como el premio Pulitzer obtenido con una de sus novelas, Martin Dressler, o la adaptación relativamente exitosa al cine de un "relato de magos", "Eisenhem el ilusionista", protagonizado por Edward Norton.

Su último volumen de relatos, Risas en la oscuridad, es tan complejo como los anteriores (In the Penny Arcade, Pequeños reinos, El lanzador de cuchillos). Para mejor ordenarlo, Millhauser lo dividió en tres partes, con un preámbulo bizarro: la descripción de las acciones de una pareja gato-ratón tipo Tom y Jerry, cuyo carácter de dibujo animado hacia el final adquiere una dimensión especial. Las tres partes siguientes tienen cuatro relatos cada una. La mejor es "Actos de desaparición", tal vez porque mezcla la distancia con personajes tridimensionales, o con la melancolía. "La desaparición de Elaine Coleman" es provocada en última instancia por la falta de atención de quienes la rodean. "Aventuras en la oscuridad" despliega la larga relación de quien cuenta con una muchacha que lo atiende siempre en lo oscuro, hasta convertirlo en necesidad absoluta. "Risas peligrosas" narra una moda juvenil (reírse sin motivo), que termina por provocar una tragedia. "Historia de un trastorno", por último, es una magistral transcripción (en segunda persona) de los modos mínimos en que el lenguaje o la mera actitud pueden deteriorar una relación.

La segunda parte, "Arquitecturas imposibles", hace honor al título, y recorre caminos un poco más trillados, desde "La cúpula", pasando por el logrado "En el reino de Harad IV" (que llega al colmo de la miniatura), pasando por el "nosotros" de "La otra ciudad" y volviéndose un poco obvio en "La torre" (remedo de la Torre de Babel).

La tercera, "Historias heréticas", por último, establece minuciosas vidas inventadas o entretejidas con la Historia real, desde "Un precursor del cine", hasta "El mago de West Orange". En este último, el relato más extenso, la extrañeza roza alturas metafísicas.

Los mejores, sin embargo, están en la primera. Son los que aportan más originalidad y desarrollos más complejos en un autor que logró en su anterior "Pequeño reino", una de las cimas de la ficción norteamericana, asimilable al "Bartleby" de Melville o a los cuentos de Henry James. Su preocupación constante por el modo en que el mundo puede corromper el impulso artístico lo acerca una vez más a Hawthorne.

BUCEANDO. El libro de Ramiro Sanchiz usa todo tipo de medida. Como en los otros dos autores nombrados, abundan las ideas. El breve "Constelaciones" usa el sistema Kafka (personajes que se llaman A, B, Z o N) para establecer un mecanismo de aceitado funcionamiento. Más extenso, "Estrategias" recorre las tácticas del "levante" con tono canchero y poco calado (incluidos los nombres como John y Rex). Algo semejante pasa en "Yocasta" (versión de la figura mítica), en "Malos recuerdos de Thiago Pereira, poeta" (perfil de un perdedor, narrado en tono de columna periodística o crónica personal), "El cuento vaciado" (que lleva al extremo el costado experimental) o "Breve historia de la realidad" (1800-2007). Casi todos cuentan con fluidez y resbalan ágilmente sobre su tema y personajes. Recuerdan mucho cuento de revista de ciencia ficción o fantasía en castellano, y en ese plano funcionan.

La tercera dimensión, la específicamente literaria, aparece en cambio en los textos más breves, como el ya mencionado "Constelaciones". O los muy breves "Caminos" (que logra transmitir cierta angustia) y "Los años", que roza la poesía. El texto más ambicioso es el último, "Sobre desayunos y entropía", sobre el que planea la sombra del Mario Levrero de libros como La ciudad, París o incluso Gelatina, cruzado con la ciencia ficción.

Tomado en conjunto el libro abre perspectivas dinámicas diversas, y parece preferir por el momento recorrerla con cierta velocidad. Es paradójico que los textos más cortos parezcan los más hondos.

Puesto a recomendar, uno señalaría de inmediato las Risas peligrosas de Millhauser como primera opción. Es además el libro más extenso, tanto en páginas como en mundos recorridos. Después podría seguirse con el catálogo variado de Ramiro Sanchiz en Algunos de los otros, apostando por tonos más literarios y personales hacia el futuro cercano. En cuanto a Cuentos carnívoros pasarlo por alto no creará una laguna importante en la cantidad de cuentos a guardar en la memoria.

CUENTOS CARNÍVOROS, de Bernard Quiriny. Acantilado, 2010. Barcelona, 216 págs. Distribuye Gussi.

RISAS PELIGROSAS, de Steven Millhauser. Circe, 2010. Barcelona, 286 págs. Distribuye Océano.

ALGUNOS DE LOS OTROS, de Ramiro Sanchiz. Trilce/MEC, 2010. Montevideo, 92 págs. Distribuye Gussi.

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