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Juego de espejos

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Juan Fernández Romar

EL 18 DE ABRIL DE 1931, a la entrada de un teatro, Marguerite Pantaine, una mujer de 38 años con antecedentes psiquiátricos, se acerca a una famosa actriz parisina, le pregunta el nombre para confirmar su identidad y acto seguido saca una navaja e intenta asesinarla. La actriz esquiva el golpe pero el corte le daña la mano derecha.

Rápidamente Marguerite es reducida y enviada a la cárcel de mujeres de Saint- Lazare. El drama se convierte en noticia y gana la portada de los diarios.

Al ser interrogada, Marguerite alega que la actriz la amenazaba y la provocaba en complicidad con un escritor famoso que también la acosaba, revelando detalles de su vida íntima. Un mes después Marguerite es internada en la clínica Sainte-Anne con el diagnóstico de "delirio sistemático de persecución a base de interpretación con tendencias megalomaníacas y sustrato erotomaníaco".

Jacques Lacan, un joven estudiante de psiquiatría de treinta años de edad asume el tratamiento de esa mujer y durante un año y medio dialoga con ella, toma notas, teoriza y finalmente redacta una tesis doctoral sobre el material aportado por esta mujer que con el correr de los años se volvería un clásico de la bibliografía psicoanalítica.

El caso no sólo era atractivo por la repercusión que había tenido. Marguerite era una mujer sofisticada aunque con una historia familiar complicada y dolorosa. Su nacimiento había estado precedido por la muerte de una hermana que a los cinco años de edad se acercó demasiado a una estufa a leña e incendió fatalmente su vestidito de organdí.

La trágica muerte de esa niña llevó a su madre (quien también padecía de importantes trastornos psicológicos) a tener otra niña a quien le dio el mismo nombre, Marguerite, otorgándole también un lugar simbólico similar al de la muerta en su universo afectivo.

El 18 de junio de 1931, Lacan se hizo cargo de este caso en el que trabajaría intensamente y que finalmente le reportaría una gran reputación profesional.

En la redacción de esta tesis médica, para preservar el anonimato de su paciente, Lacan la rebautizó como "Aimée" (Amada), nombre propio con el que expresó la fascinación que le había producido esta mujer y con el que aludió al nombre de la heroína de una de las novelas inéditas escritas por Marguerite.

Se trataba de una mujer inestable emocionalmente que provenía de una familia rural y que desde pequeña había soñado con triunfar intelectualmente. Aunque dotada para las letras se había tenido que resignar con un trabajo burocrático en la oficina de correos.

A los 25 años se había casado e iniciando una tumultuosa relación jalonada por el parto de una niña muerta; un hijo a quien casi no pudo criar; delirios persecutorios de plagio; fantasías erotomaníacas con el Príncipe de Gales, al que le escribía largas cartas de amor; agresiones a su marido y a los vecinos; alguna internación psiquiátrica; y una doble vida muy promiscua, frecuentando hoteles con desconocidos a los que seducía en la calle. Como situación clínica constituía un material envidiablemente rico para reflexionar y teorizar acerca de la locura y su génesis.

Lacan percibió de entrada este hecho y convirtió el "caso Aimée" en una tesis clínica tan relevante para el psicoanálisis como lo fue el caso de "Anna O." en la bibliografía de Sigmund Freud. Cualquiera de esos dos emblemáticos textos propiciaron la aparición de una enorme cantidad de revisiones, relecturas y contestaciones teóricas.

COINCIDENCIAS. Para algunos biógrafos, el caso Aimée convirtió a Lacan en un auténtico psicoanalista permitiéndole escapar de las concepciones psiquiátricas tradicionales e iniciar una línea de reflexión original y autónoma. De todos modos, la curiosidad mayor del caso Aimée no está dada por al riqueza de estos hechos sino por una serie de coincidencias posteriores.

En 1949, dieciocho años después de la intervención clínica de Lacan, el hijo de Marguerite, Didier Anzieu, un joven licenciado en filosofía dispuesto a convertirse en psicoanalista, cae bajo el influjo de Lacan y lo elige como analista para su formación didáctica.

Mientras preparaba una tesis sobre el autoanálisis de Freud bajo la dirección de Daniel Lagache, Didier Anzieu (quien luego adquiriría notoriedad internacional por sus aportes al psicoanálisis) comenzó a frecuentar el diván de Lacan sin saber que su madre había sido la protagonista del famoso "caso Aimée" de su maestro.

Si bien no está claro cuándo es que Lacan se dio cuenta realmente de que estaba frente al hijo de su emblemática ex paciente, lo cierto es que Anzieu descubrió la verdad de boca de su propia madre cuando ésta -ya mayor- se empleó como ama de llaves en la casa del anciano Alfred Lacan, padre de Jacques. El develamiento de la verdad suscitó un conflicto largo y violento entre Marguerite y Didier por un lado y Jacques Lacan por el otro.

Para Didier Anzieu la actitud de su maestro había constituido una falta ética de franqueza con alguien que fue por partida doble paciente y alumno; y que además sufrió la involuntaria notoriedad adquirida por su madre justo en el seno de su ambiente profesional. Dolor que se vio incrementado por la ulterior difusión pública de la verdadera identidad de Aimée.

La creciente importancia institucional y teórica cobrada por Anzieu en su campo de investigación y estudio justo cuando todo esto sale a luz lo convirtieron en uno de los interlocutores y enemigos principales de Lacan y de su escuela. No obstante, Marguerite tenía otros reproches que hacerle a Lacan. Se sentía defraudada en el afecto depositado en aquel psiquiatra que la había ayudado y que ella había imaginado como un lazo afectivo recíproco. De golpe, Marguerite había percibido que no había sido más que un "caso clínico" para él y no una persona necesitada de comprensión que confiesa hasta los últimos detalles de su intimidad. Pero lo que más le costaba aceptar era que Lacan persistiese en no devolverle los manuscritos de sus novelas confiados en el momento de su internación en el Hospital Sainte-Anne y que tanto representaban para ella.

NUEVA DIMENSIÓN. La aparición en 1986 de la Historia del psicoanálisis en Francia, escrito por Élizabeth Roudinesco, le confirió a este drama una nueva dimensión pública y reavivó el interés por el mismo en el seno del mundo psicoanalítico.

Tal como sucede en todos los demás elementos del legado lacaniano las aguas se dividieron. Los pormenores más escandalosos de la cuestión fueron vistos por algunos como una confirmación de la impostura del gran "charLacan". Sus adeptos en cambio restaron importancia a lo anecdótico y siguieron el derrotero de la reflexión del Góngora del psicoanálisis intentando pulir sus hipótesis teóricas.

Procurando zanjar todos los debates, el psicoanalista lacaniano Jean Allouch emprendió las pesadas tareas de ampliar la información disponible sobre el caso, reconsiderar y discutir lo estudiado por Roudinesco, verificar dato por dato (apelando incluso al diálogo epistolar con Didier Anzieu), para elaborar finalmente un monumental trabajo de 656 páginas; un libro múltiple y bien documentado que por momentos se acerca a la investigación periodística y por otros al ejercicio profesional de la historia, bañando todo el ensayo con una revisión teórica de cada hipótesis y conjetura elaborada por Lacan y sus discutidores.

Con un estilo ejemplar, atípicamente claro dentro de su género, Allouch consigue mostrar cada pequeño detalle, erradicando así cualquier confusión y garantizándole a la Marguerite real una tumba sobria y discreta.

MARGUERITE O LA AIMÉE DE LACAN, de Jean Allouch. El cuenco de plata, Bs. As., 2008. Distribuye Gussi. 656 págs.

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