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Miedo y asco en Alemania

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Patricio Pron (desde Alemania)

EL AÑO 1914 tuvo uno de los inviernos más duros que se recuerden en Europa, con temperaturas de hasta catorce grados bajo cero en Alemania. Sin embargo, no se habló del frío ese invierno, sino del inminente comienzo de lo que ya era llamado, casi con alegría, la "gran guerra". Arno Schmidt nació cerca de Hamburgo el 18 de enero de ese año, durante el invierno. El frío y la guerra moldearon un carácter amargo, retraído, pero también una obra sin concesiones que lo ha convertido en una de las voces imprescindibles de la literatura alemana del siglo XX. Su voz amarga, que sus contemporáneos fueron incapaces de oír, es la de alguien que renunció al mundo para construir una obra que, para uno de sus reseñadores, es "una especie de torre Eiffel construida con fósforos en tamaño original por un desesperado dispuesto a ponerle precio a su cabeza".

LA INFANCIA DE UN ESCRITOR. En el momento del nacimiento de su segundo hijo, Friedrich Otto Schmidt era policía en Hamburgo, ocupación a la que había llegado luego de probar suerte en oficios diversos: pulidor de vidrios, soldado profesional y policía colonial en China. Al dejar embarazada a Clara Ehrentraut, se había descubierto atrapado en una situación de la que sólo cabía esperar ocupaciones rutinarias, obligaciones matrimoniales, una pensión y la muerte. Por eso a partir de ese momento había intentado marcharse a China. Sus intentos de fuga habían fracasado, con lo cual Schmidt había acabado por ser un hombre amargado y pendenciero. Este es el padre que Arno Schmidt conoció. Su madre, nacida en Silesia, nunca soportó la idea de vivir en Hamburgo, ciudad a la que nada la unía, y esa incomodidad se vio expresada en largas semanas de silencio en las que no hablaba ni siquiera con sus hijos.

Los Schmidt ocupaban una vivienda que constaba de dos habitaciones y una pequeña cocina. Por imposición del padre, una de las habitaciones, "la sala", sólo era utilizada en ocasiones festivas. Toda la familia debía dormir en una sola habitación, pasando el resto del tiempo en la cocina y en penumbras, porque el señor Schmidt no permitía que se gastara en iluminación durante las horas en que él permanecía en el trabajo. En diciembre de 1917 el pequeño Arno contrajo difteria y el padre, furioso, acabó por llevar su cuna a la cocina, con la excusa de que debía dormir. En Tarde con orla dorada, Arno Schmidt narra la escena con las siguientes palabras: "el 17 de diciembre yacía con difteria: allí ocurrió una escena espantosa con mi padre (aún hoy no puedo pensar en ello); (...) ¡menudo canalla!".

Ya de mayor, sus dificultades para ver eran malinterpretadas por sus padres como desatención y recriminaban continuamente al pequeño Schmidt, que creció en completo aislamiento y temor ante el mundo. Estos incidentes, así como las penosas condiciones de vida de su familia, son tema de numerosos pasajes de su obra en los que su infancia aparece ficcionalizada, narrada hasta en los detalles más ínfimos. Su madre lo consideraba un niño "muy cuidadoso" y "encantador" que "no rompía los pantalones" al jugar. Su padre, en cambio, afirmaba que no era un "joven normal" debido precisamente a este comportamiento. En las fotografías, Schmidt aparece como un niño de una seriedad desesperante en cuya cabeza —pero esto lo sabemos por su obra posterior— se agolpaban dos ideas que, finalmente, recorrerían toda esa obra: huir y vengarse de los padres. En el cuento "Gadir", un personaje "estaba sentado nuevamente en la estrecha, oscura cocina con los padres a la mesa de madera; ellos peleaban, reñían; mi padre barbotaba otra vez órdenes congestionadas a mí, al hombrecito, me amenazaba con ojos brutales, su boca se arqueaba en grasientos insultos de soldado; me puse frente a él y le di una en su redonda cara de bruto, y se calló de inmediato, totalmente estupefacto, estaba acabado, sentado allí, con el piso serruchado". Un acontecimiento importante hizo que esa venganza nunca tuviera lugar.

LA GUERRA DE SCHMIDT. En 1928, la muerte del padre llevó a que el resto de la familia se mudara a la casa materna en Laufban, cerca de donde Schmidt comenzó el secundario. La pensión del padre permitía a la familia, ya liberada de su autoridad, darse algunos lujos, entre ellos, libros. Schmidt comenzó a leer con frecuencia, en particular libros para jóvenes como los de Karl May, una especie de Julio Verne alemán. Su interés por los libros no entrañaba, sin embargo, el deseo de escribirlos; el certificado de estudios otorgado al final del secundario, en marzo de 1933, concluye con la observación: "Schmidt quiere ser empleado bancario".

Entre septiembre de 1933 y enero de 1934, Schmidt estuvo desempleado. Mientras que muchos en su misma situación, en particular los dotados con su mismo carácter inconformista, se incorporaban al Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler, permaneció Schmidt indiferente a los sucesos políticos del momento. En un comunicado de prensa de la editorial Rowohlt del año 1950, el autor afirmó que se vio obligado a interrumpir sus estudios de astronomía en la universidad de Breslau debido a que su hermana estaba casada con un medio judío. Tiempo después, afirmó que su ingreso como contable en los almacenes de la fábrica Greiff se debió a la imposibilidad de actuar públicamente como escritor bajo el nacionalsocialismo, esto es, que se vio obligado a un doloroso "exilio interior".

Sin embargo, Schmidt no se vio obligado a nada. Su indiferencia frente a los sucesos que tenían lugar ante los ojos de los alemanes —la deportación de judíos, el encarcelamiento de los opositores políticos, el surgimiento de un estado totalitario— fue el producto de un rechazo de la vida mundana que se acentuaría aún más con los años, en especial tras el casamiento con Alice Murawski, quien fue obligada por Schmidt, en 1937, a dejar su puesto en Greiff para convertirse en su secretaria y, más tarde, en la encargada de negociar con las editoriales, corregir las pruebas de página y responder el correo. También de 1937 es su primer relato, "La isla".

Nada interrumpiría la apatía de los años posteriores, en los que Schmidt perfeccionó en silencio sus habilidades como escritor, hasta que en 1941 fue llamado a filas y destinado al cuartel de Hagenau, en Alsacia, al que siguieron varios traslados a Noruega y Francia. Si bien algunos críticos han visto en la amargura de su obra la expresión de traumáticas experiencias, lo cierto es que la guerra de Schmidt no fue demasiado agitada: realizaba cálculos de disparos. Así lo prueban varios relatos que produjo estando en Hagenau, entre ellos el decimosegundo fragmento de las Conversaciones de poetas en el Elíseo, en el que Schmidt realiza una variación involuntaria sobre los tópicos preferidos por la literatura nacionalsocialista entonces en boga, con su preferencia por el romanticismo, el culto a la "alta cultura" y la adoración del Estado. Las tropas inglesas lo tomaron prisionero en abril de 1945, y para evitar que lo obligaran a realizar trabajos pesados, aumentó su edad en cuatro años. Su liberación tuvo lugar el veintinueve de diciembre de ese año.

EL ODIADO TRABAJO. Schmidt pasó el siguiente año trabajando como intérprete para las tropas inglesas y preparando lo que llamaba "el trabajo de una vida", un compendio de tablas de logaritmos rechazado por varias editoriales. Un relato, Leviatán, tuvo mejor suerte y fue publicado en 1949 por Rowohlt. La acción del texto tiene lugar el catorce de febrero de 1945, fecha del tercer bombardeo de Dresden, relatado más tarde en la novela Matadero 5 de Kurt Vonnegut. Expresa un pesimismo radical, por completo fuera de lugar en la posguerra alemana inmediata. Por eso en los dos años siguientes, y pese a las buenas críticas recibidas —Hermann Hesse dijo que era la obra de alguien que "nos escupe en la cara su asco"—, el libro vendió apenas seiscientos ejemplares. Schmidt se sintió así ratificado en su rechazo a un mundo por el que creía a su vez ser rechazado. El premio de 1951 de la Academia para las Ciencias y la Literatura, dotado con dos mil marcos, fue un alivio inesperado a una situación económica catastrófica. Uno de los premiados aquella noche recuerda que Schmidt no llevaba camisa bajo la chaqueta, e intentaba disimularlo sosteniendo todo el tiempo las solapas levantadas. Pero el premio hizo poco por mejorar su suerte como escritor. Un relato de comienzos de la década, Espejo negro, da cuenta del estado de ánimo del autor. El narrador es el único sobreviviente de una catástrofe nuclear, que celebra gozoso: "Mejor que se terminara todo; lo escupo: ¡fin!"

Schmidt produjo mucho, aun sin público, sin ventas, viendo sus obras rechazadas una tras otra por las editoriales, mudándose constantemente en un momento de Alemania donde eso significaba largas semanas de negociaciones con las tropas de ocupación, sólo auxiliado por amigos como Wilhelm Michels que le enviaban paquetes de comida, y sometido a juicio por blasfemias en una de sus obras a partir de 1955. En esas condiciones Schmidt desarrolló un ritmo titánico para mantenerse a flote, escribiendo ensayos sobre literatura para la radio, publicando textos en periódicos, y traduciendo. Este ritmo era tan frenético que a menudo Schmidt se limitaba a dictar mientras leía el original de una traducción al vuelo: su mujer, sentada a la máquina de escribir, transcribía; Schmidt corregía luego el texto y su mujer lo pasaba en limpio y lo enviaba.

Schmidt siempre odió la traducción, sobre la que advirtió: "No piense el lector ingenuo que para el poeta debe ser una ‘alta bienaventuranza’ traducir a un genio. Por el contrario, cuanto más chato el texto y más simple, más reducido el vocabulario del novelista extranjero; en breve, cuanto más ‘sencillo’ el odiado trabajo, más agradable para el atormentado". Sin embargo, el trabajo de traducción brindó un excelente servicio al escritor, porque le permitió experimentar con aquellos elementos que más tarde serían característicos de su estilo, como la transcripción fonética, la utilización no convencional de signos gráficos, la construcción expresionista de palabras y el uso de expresiones dialectales del norte de Alemania y de Silesia.

Fue en estas difíciles circunstancias que la obra de Schmidt alcanzó algunas de sus cimas más altas, con los cuentos de Desde la Inselstrasse y, en particular, con la novela La República de los Sabios, una de las pocas traducidas al español. En 1956, su libro El corazón de piedra sólo pudo ser publicado tras una censura previa en la que fue purgado de sus elementos eróticos y políticos. Su ritmo de trabajo se aceleró aún más por entonces gracias a la ingesta sistemática de alcohol, café y pastillas para el dolor, todo en grandes cantidades, para hacer frente a sus obligaciones. Intentó entonces ensayar la huida hacia adelante con la que su padre ya había fantaseado, marchándose a Irlanda. Pero el proyecto fracasó cuando la embajada de ese país le solicitó una constancia de seguridad económica para los próximos diez años, cosa que Schmidt estaba lejos de poseer.

En cambio la mudanza a una casa rural en Bargfeld, cerca de Bremen, sí tuvo lugar e hizo mucho por mejorar el ánimo de Schmidt. Allí escribió Kaff, novela en la que por primera vez el narrador crea dos instancias narrativas que se diferencian gráficamente mediante su distribución en la página: la segunda es sobre la vida en las zonas rusa y americana de la Luna tras la destrucción de la Tierra. Entretejidas en el relato, aparecen la Canción de los Nibelungos en una versión norteamericana y la traducción de Herder del Cantar de Mio Cid en una versión rusa. El texto se encuentra profundamente influido por las teorías de Sigmund Freud y por el Finnegans Wake de James Joyce. El primero de estos autores fue fundamental para la formulación de una teoría de la literatura en la cual los deseos sexuales reprimidos se ponen de manifiesto en la repetición obsesiva de sílabas y palabras, también asumidas de forma inconsciente por el lector. La repetición de la palabra "Po" —trasero— en la obra de Karl May sería expresión de deseos homosexuales reprimidos, por ejemplo.

En 1963, la propuesta de una editorial para que Schmidt asumiera un papel importante en la traducción de las obras completas de Edgar Allan Poe vino a traerle una relativa tranquilidad económica. A la vez se vio reforzada por la concesión del Premio Fontane de literatura, dotado con diez mil marcos, en una ceremonia en la que Günter Grass, por entonces el joven escritor de moda, introdujo su trabajo a un público más amplio. Según testigos, Schmidt se comportó aquella noche de forma distante y afectada pero no lo arruinó todo como había hecho en 1951. Su obra comenzaba a gozar del respeto de sus pares, pero Schmidt estaba embarcado en un nuevo trabajo que dejaría detrás todo lo anterior.

EL ARCHIVO ETERNO. Se trataba de Zettels Traum, que en una traducción aproximada sería El sueño de la papeleta, una novela que demandó tres años ininterrumpidos de trabajo a un ritmo de entre catorce y dieciséis horas diarias y para cuya escritura Schmidt utilizó alrededor de ciento veinte mil fichas. Su mujer afirmó más tarde, acerca del proceso de escritura: "Nunca he visto con agrado que mi marido escribiera El sueño de la papeleta [...] Ya no más paseos, no más sentarse en el jardín, no más domingos, apenas la oportunidad de una conversación: sólo respondía a las preguntas con respuestas ausentes y nerviosas, y eso sólo en el mejor de los casos. Sus labios sólo se movían para cuchicheos en los que probaba palabras, en un completo abandono de su propia salud, en una completa indiferencia ante todo lo que no tuviera que ver con El sueño de la papeleta. No tomaba nota de ninguna carta. Ya no las escribía. Y esto durante años".

El resultado de estos esfuerzos fue un volumen de 1334 páginas que Schmidt entregó a su editor, Krawehl, en una caja de polvo para lavar la ropa, en algún momento de 1969. El precio de cada uno de los dos mil ejemplares firmados de la primera edición fue de 298 marcos por suscripción y 345 fuera de ella, precio inusualmente alto, que, sin embargo, y contra todo pronóstico, no evitaron que esa tirada inicial se agotara. Una edición pirata con una selección del libro al precio de 100 marcos —un "reprint proletario" en la jerga de la época—provocó una demanda judicial de parte de Schmidt, quien, pese a ser reconocido por fin como un imprescindible, recibió críticas negativas de parte de quienes estimaban que el libro carecía de conciencia de clase.

El sueño de la papeleta presenta dificultades al lector en la escritura fonética practicada por su autor y en la distribución del texto en tres columnas. Esas tres columnas son: la central, que contiene el asunto principal; la izquierda, con la visita que un viejo escritor hace a un matrimonio de traductores que se encuentran embarcados en una traducción de Poe y necesitan su ayuda, y un ensayo sobre el escritor norteamericano; y la derecha, en la que el narrador anota sus impresiones y comentarios acerca de las otras dos. Esta estructura hace sencillo reconocer, a diferencia del Finnegans Wake de Joyce, quién habla a cada momento, y permite la lectura de las tres partes por separado, quizás lo más recomendable. En lo que tiene que ver con Poe, utiliza Schmidt su método de interpretación, basado en el psicoanálisis para afirmar que "Poe era 70% voyeur, con una refinada inclinación urófila; 30% [...] exhibicionista; respecto a las mujeres, muy relativamente =pronto psíquicamente= impotente". El texto es atravesado por alusiones mitológicas, a menudo difíciles de descifrar para el lector. El resultado es bastante hermético, lo que llevó a que un pequeño círculo de sus lectores fundara el aún activo Sindicato de Desciframiento de Arno Schmidt, que, a la manera del Wake Newslitter, publicación dedicada a Joyce, publicó varios números del Bargfelder Bote en los que, además de dar cuenta de sus hallazgos, invitaba a los lectores a que aportaran los suyos.

EL FRACASO ES INEVITABLE. El enorme libro sirvió, no para volverlo popular, aunque sí conocido. Pero Schmidt tomó la decisión de apartarse por completo y definitivamente del mundo, negándose a dar entrevistas, no respondiendo más el correo e interrumpiendo el contacto con sus conocidos. Su aislamiento se vio radicalizado con la separación a todos los efectos de su mujer, quien pasó a ocupar el piso superior de la casa de Bargfeld, y con el empeoramiento de su salud. Su obra posterior a El sueño de la papeleta podría caracterizarse por su pesimismo, si no fuera demasiado abstracta para expresar ese sentimiento, caracterizada como está por la disolución caleidoscópica de los contornos, la visión antropomórfica de la naturaleza, la invención léxica y la búsqueda de lo metafórico y lo grotesco.

La escuela de los ateístas (1972), por ejemplo, promete un panorama desolador para el año 2014, con el mundo dividido entre dos esferas de influencia, el matriarcado norteamericano y el patriarcado chino, que discuten la posibilidad de aliarse debido a que el planeta es amenazado desde el exterior. En ese marco, un asunto menor es el futuro de una pequeña reserva en la que, a la manera de un museo al aire libre, se exhibe la cultura del pasado y es lo único que se conserva de una Europa destruida. Uno de los personajes, quien interviene en las negociaciones, ha protagonizado un naufragio en una isla en compañía de una pareja de misioneros en 1969. Allí, una sucesión de terribles acontecimientos ha puesto a prueba su renuncia a cualquier orden divino, y es esa renuncia la que, aún cuando las negociaciones entre chinos y norteamericanos llegan a buen puerto, lo hace afirmar al final del libro que el fracaso es inevitable.

En este libro, pero particularmente en Tarde con orla dorada aparecen todos los temas que preocuparon a Schmidt en sus últimos años: la caída de una tradición cultural, la pérdida del aprecio por el trabajo entre los jóvenes, la destrucción de un orden social y su convicción de que el hombre es un animal sexual librado a sus deseos. Tarde con orla dorada es también una autobiografía imaginaria del autor, en la que no sólo corrige los hechos del pasado sino que además parece despedirse de sus lectores.

En 1973, el otorgamiento del premio Goethe, dotado con cincuenta mil marcos, lo encontró sumido en problemas físicos que lo obligaban a realizar largas pausas en el trabajo. Schmidt, que siempre había soñado con el reconocimiento de sus pares y la tranquilidad económica, debe haber pensado que era una broma del destino que ese reconocimiento llegara justamente en ese momento. También es probable que haya considerado con amargura que el ofrecimiento de convertirse en su mecenas que Philipp Reemtsma le hizo en 1977, y que Schmidt aceptó, llegara demasiado tarde. Ya resuelta su situación económica, con el respeto de sus pares y un público lector que lo consideraba un digno continuador de los experimentos de Robert Musil, Hermann Broch y James Joyce, Schmidt comenzó a trabajar en un nuevo libro, pero nunca lo terminó. Julia o la pintura (1983) retrata a personajes idiotizados que viven en un mundo en el que ya no existen las relaciones convencionales de espacio y tiempo y, por tanto, no hay diferencia entre la ficción y la realidad. Julia sale de una pintura y Jhering, el alter ego del autor, se sumerge en otra, el final perfecto para un escritor que renunció al mundo para confundirse con su trabajo.

Su producción tras la caída del nacionalsocialismo siguió la divisa "Sólo sobrevivirá aquel que pueda escribir la historia de cada catástrofe". En la noche del treinta y uno de marzo de 1979, Schmidt sufrió un ataque cerebral. Murió en el hospital de Celle el tres de junio.

Algunos libros

(Se ofrece el título de cada libro, traducido al castellano.)

Leviatán (1949)

Momentos de la vida de un fauno (1953)

El corazón de piedra. Novela histórica del año 1954 (1956)

La república de los sabios. Novela de las calmas ecuatoriales (1957)

Kaff, también Mare Crisium (1960)

Sitara y el camino hacia allí. Estudio sobre el carácter, obra y efecto de Karl May (1963)

El tritón con la sombrilla. Descomposturas del ánimo en Gran Bretaña (1969)

El sueño de la papeleta (1970)

La escuela de los ateístas. Novela-comedia en seis actos (1972)

Tarde con orla dorada. Un cuento de hadas burlesco. 55 imágenes de la invitación/, finalización para patrocinadores del arte prescriptivo (1975)

Julia, o la pintura. Escenas del Novecento (1983)

Miseria alemana. 16 explicaciones sobre el estado de la nación (1984)

EN CASTELLANO

Puede conseguirse la versión de Luis Alberto Bixio de La república de los sabios publicada por Minotauro en 1973 y reeditada en 1998. La madrileña editorial Fundamentos publicó en 1984 El corazón de piedra en traducción de Jaime Siles y Momentos de la vida de un fauno, traducido por Bixio, en 1978. Más recientemente, en 2001, Minotauro ha realizado una edición conjunta de Leviatán / Espejos negros traducidos por Florian von Hoyer y Guillermo Piro.

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