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Nosotros, que nos quisimos tanto

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Milton Fornaro

LOS ESCRITORES Paul Theroux y Vidiadhar Surajprasad Naipaul fueron amigos durante treinta años. Al cabo de ese tiempo, el primero descubrió un día en el catálogo de una librería de viejo, las primeras ediciones de sus propias obras, dedicadas, de puño y letra, a su amigo Naipaul. Aunque éste aun no había ganado el millón de dólares del Nobel, otros premios y sus abundantes derechos de autor hacían prever que la situación económica de Naipaul no era tan desesperada como para desprenderse de aquellos libros que el anticuario ofrecía a quinientos y mil dólares la pieza. Muy molesto, Theroux escribió a su amigo pidiéndole una explicación, y a cambio recibió por fax unas líneas insultantes garabateadas por la segunda y reciente mujer de Naipaul, una paquistaní decidida a marcar su territorio, quien al parecer tomó la riendas del matrimonio y comenzó por deshacerse de tanto libro inútil que conservaba su marido. Ese fax fue la lápida a treinta años de amistad. Entonces Theroux escribió este libro.

EN ESTE RINCÓN: PAUL THEROUX. Nacido en Massachusetts (EE.UU.) en 1941, Paul Theroux ha sido un viajero incansable, con estancias de varios años en Uganda, Singapur e Inglaterra. Es autor de varias novelas y libros de viajes, además de crítico de libros, principalmente para periódicos ingleses.

Quizás haya espectadores de cine que recuerden La Costa Mosquito, dirigida por Peter Weir y estrenada en 1987. Ese film, con guión de Paul Schrader y del propio Theroux, está basado en la novela homónima del norteamericano (1981).

Anteriormente había publicado Waldo (1967), The Black House (1976), y Picture Palace (1978). Entre otras posteriores se destacan: La zona exterior (1986), Mi historia secreta (1989), Chicago Loop (1990), Hotel Honolulú (1991), Millroy, el mago (1993) y Mi otra vida (1996).

Aunque las bibliografías sobre Theroux no lo tienen en cuenta, debe señalarse V. S. Naipaul: introduction to His Work, un libro inhallable, escrito en 1971 en Singapur. Ese libro marca la fascinación del norteamericano por el escritor que había conocido cinco años atrás. Por la escasa repercusión de crítica y ventas, señala también el poco interés que la obra de Naipaul despertaba en los lectores en esos años. Esto último lo anota Theroux en La sombra de Naipaul.

EN EL OTRO RINCÓN: V. S. NAIPAUL. Si bien en el 2001 Naipaul obtuvo el Nobel, el premio no modificó la escasa relación de los lectores uruguayos con sus libros. Más que su obra se conocen anécdotas que lo tienen como protagonista, alimentadas por su controvertida personalidad, manifiesta en declaraciones polémicas y muchas veces ofensivas, y en textos donde soberbia y desinformación generan una mezcla explosiva; tal el caso de la visión sobre la Argentina, expuesta en El regreso de Eva Perón y otras crónicas, publicado en 1980. Quienes se interesen por lo anecdótico, con La sombra de Naipaul se harán un festín, aunque el libro de Theroux trasciende este costado chismoso.

Naipaul nació en 1932 en Trinidad, descendiente de inmigrantes procedentes del norte de la India. A los dieciocho años se estableció en Inglaterra, aunque ha pasado parte de su vida viajando por Asia, África y América. Salvo un trabajo en la BBC en los ’50, Naipaul se dedicó por entero a la literatura, como escritor, periodista, y también como invitado por diferentes universidades. Fue ejerciendo esta última actividad, cuando el joven profesor Paul Theroux, de veintitrés años de edad y en proceso de escribir su primera novela, lo conoció en la Universidad de Makarere, Uganda. Naipaul ya había publicado El curandero místico (1957), Miguel Street (1959) y, entre otras, Una casa para Mr. Biswas (1961), novela que lo catapultó entre los críticos ingleses, y considerada entre las mejores dentro de su extensa bibliografía.

Entre libros de ficción, de viajes y análisis de sociedades del tercer mundo, en cuarenta y cinco años ha publicado veintiséis títulos. En 1998 fue nombrado caballero por la reina de Inglaterra. Comentando este hecho, Theroux aclara: "Aun así, Vidia fue nombrado caballero del grado más bajo, esto es caballero miembro, y no caballero de la Orden del Cardo, más importante o, el más prestigioso de todos, comendador de la Orden de San Miguel y San Jorge..."

UNA SOMBRA YA PRONTO SERÁS. Este es un libro acerca de Naipaul, pero lo es también sobre el biógrafo de esa amistad. Theroux define y a la vez se define, en un sinuoso juego de espejos.

El ajuste de cuentas, —que eso es La sombra de Naipaul— tiene un evidente trasfondo de lamento tanguero, que se podría redondear con otro fragmento de "Caminito": "desde que se fue, triste vivo yo". El autor explica el título del libro cuando ya la lectura ha avanzado más de doscientas páginas. Apela a un cuento de Hans Andersen que le leía a sus hijos, del cual transcribe: "De modo que ellos viajaron, la sombra fue su maestro y el maestro su sombra, siempre codo con codo". Otra mención al asunto, que suena más sincera, la hace al comentar la partida de su maestro luego de su estadía en Uganda. Theroux, que ya hacía cuatro años que vivía en África, comienza a ver el continente negro con los ojos de Naipaul, y reflexiona de esta manera: "Al ser la sombra de Naipaul me había revelado a mí mismo y, por encima de todo, había revelado mis ambiciones literarias".

No caben dudas de que esta obra, más allá de la decepción, del dolor y la rabia por el desenlace de la relación de tantos años, está escrita desde la admiración. Si no, no podría entenderse cómo el biógrafo, quien confiesa no haber llevado un Diario ni haber siquiera sacado apuntes de sus encuentros con el maestro, recuerde tan precisamente diálogos que tuvieron lugar muchos años atrás. Más asombroso resulta que rememore gestos de Naipaul, e inclusive sea capaz de describir la ropa que llevaba cuando ya habían transcurrido dos o tres décadas. Más allá de la verosimilitud de las anécdotas descritas en detalle, esto revela la atención con la que el joven novelista observaba al objeto de su culto.

En su conjunto el libro es creíble, porque al desnudar a Naipaul, Theroux se desnuda. En ese sentido suena sincero. Por otra parte, no hay noticias de que sir Vidia lo haya desmentido.

Vidia S. Naipaul, conocido por sus extravagancias y su menosprecio por quienes no son anglosajones —inclusive y particularmente sus parientes antillanos e indios— es reducido aquí a la mínima expresión. El catálogo de imperfecciones de sir Vidia es extenso en la cuenta de Theroux. A vuelo de pájaro y por reiteración pueden destacarse: egoísmo, soberbia, tacañería (jamás paga una cuenta de almuerzo o cena, aun cuando él invite), misoginia (su propia mujer Pat, aparece aquí siempre lloriqueando por los rincones y en un ostensible segundo plano), despotismo (fundamentalmente con los débiles) fobias (a los niños, a la música, a los religiosos, a ser tocado por otra persona, a aquellos que considera inferiores y denomina los "infes", a las aglomeraciones, entre otras), ambición (de poder, dinero, de triunfos literarios y sociales), irritabilidad, etc.

El pormenorizado relato de Theroux confirma la observación que señala que la neurosis atrae, intensifica y satisface otras neurosis. De otra manera no se explicaría como pudo admirar durante tanto tiempo a ese dechado de defectos. Las propias palabras del norteamericano son esclarecedoras. Dice refiriéndose a su novela Niñas que juegan: "Había conseguido satisfacer a la persona que me importaba. Y él no sólo se mostraba satisfecho, sino también impresionado por la fluidez, la transparencia de la prosa, los diálogos y los párrafos iniciales del libro. Casi todo le había parecido fascinante y contundente." (pág. 201).

Es evidente el egocentrismo de Naipaul, quien no tolera pasar inadvertido, pero no es menor el de su discípulo, que se siente celoso en oportunidades en que su mentor dedica su atención a otro. Lo mismo ocurre con otros defectos remarcados en sir Vidia, pero visibles también en Theroux. En gran medida son tal para cual, y es por eso que este libro, de lectura muy entretenida y por momentos cautivante, se vuelve como un bumerán contra su autor.

No es casualidad que el admirador continúe pendiente de su maestro. En el epílogo, precisamente en el último párrafo, donde dice que una vez salido el libro "no hubo una reacción patente de su personaje principal", concluye: "El mismo mes en que se publicó —y por primera vez en el caso de Vidia, que se estremecía ante la menor mención de los ritos navideños—, los Naipaul enviaron tarjetas de Navidad". Aunque la redacción es ambigua, se puede suponer que una de esas tarjetas lo tuvo como destinatario. Leído en términos de las relaciones humanas significaría: ‘Tranquilo, Paul, el maestro te perdonó’. En términos de mercadeo editorial, sería: ‘La historia continúa’. Dejando así la puerta abierta a una secuela que se traduzca en ventas, algo tan apreciado por los contendientes de esta historia.

LA SOMBRA DE NAIPAUL, de Paul Theroux. Ediciones B, Barcelona, 2002, 463 págs.

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