La creación de la Universidad Tecnológica (UTEC) es una de las pocas innovaciones educativas de importancia en nuestro país en la última década (las otras fueron la creación de la Agencia Nacional para la Investigación e Innovación y el Plan Ceibal). La UTEC comienza con buenos auspicios ya que fue establecida con amplio consenso y sus autoridades iniciales tienen excelentes calificaciones y la confianza de los máximos dirigentes del país.
Dadas las enormes expectativas que la sociedad tiene sobre este proyecto, es importante evaluar cuáles son los riesgos estratégicos que pueden impedir que esas expectativas se cumplan. Uno de esos riesgos es que la misión de esta universidad no sea definida claramente, ya que sin una misión clara no se pueden definir estrategias ni asignar recursos racionalmente. El problema es que el proceso de creación de la UTEC incluyó muy poca discusión y ningún acuerdo sobre qué y cómo debe enseñar ni dónde debe estar localizada. Lograr un consenso sobre estos aspectos puede ser mucho más difícil que lograr consenso sobre la decisión de crear una universidad.
Esta es la oportunidad para introducir una mayor diversificación en el sistema universitario nacional. Actualmente el marco legal y la tradición han hecho que las cinco universidades que existen en el país tengan misiones y modelos de funcionamiento muy similares, centrados en la enseñanza de carreras profesionales de larga duración y en la realización de investigaciones, generalmente muy distanciadas de las empresas. Pero este modelo funciona sólo para una minoría de uruguayos. En los países que logran mayor cobertura de educación superior existen distintos tipos de universidades, todas merecedoras de los mismos reconocimientos y apoyos del Estado. El mayor aporte que puede hacer la UTEC no es ofrecer las mismas carreras y las mismas propuestas pedagógicas que las demás universidades e intentar reproducir modelos de investigación que pueden ser costosos y no siempre relevantes para las sociedades locales.
La UTEC debería concebirse como un componente nuevo, estructurador y catalizador de una red de instituciones ya existentes en las cuales el país ya ha invertido durante décadas y que han acumulado un capital considerable de conocimiento y experiencia. Estas instituciones incluyen la Universidad del Trabajo (UTU), el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), y los Centros Regionales de Profesores (CERP).
Existen escuelas técnicas de la UTU con larga tradición, pero sin continuaciones fluidas a nivel terciario. La UTEC puede complementar la valiosa formación técnica que brindan esas escuelas técnicas en todo el país brindando continuidad curricular hacia títulos superiores a sus graduados. En el marco de esta colaboración la UTEC y la UTU pueden realizar proyectos comunes de aprendizaje y desarrollo tecnológico compartiendo las escasas instalaciones disponibles y los equipos docentes, para beneficio de ambas.
El INIA tiene una larga tradición de creación de conocimiento útil para la producción agropecuaria y contactos con los productores, pero no siempre estos consiguen los técnicos y profesionales necesarios para aplicar esas innovaciones. La UTEC puede llenar este vacío completando el circuito de producción y aplicación de conocimiento para mejorar la competitividad de las empresas agropecuarias y agroindustriales. Los CERP forman docentes desde hace muchos años con buenos resultados y la UTEC podría proveer a estos centros del reconocimiento universitario de los títulos docentes, de prácticas docentes a nivel superior y de supervisión de proyectos de investigación educativa, enriqueciendo la propuesta educativa de esos centros y al mismo tiempo beneficiándose de equipos docentes ya existentes y radicados en las mismas localidades a las que quiere servir.
Es importante que la UTEC diseñe sus planes educativos para trabajar en forma integrada con las empresas e industrias locales. Esta ha sido una debilidad histórica de nuestro sistema universitario, en el cual los empresarios critican la formación y el conocimiento que generan las universidades y los propios estudiantes tienen pocas oportunidades de formarse "en el trabajo" (y recíprocamente las universidades no perciben a las empresas como fuentes legítimas de conocimiento formal).
La formación recibida "en el trabajo" es un aprendizaje de gran importancia que complementa el aprendizaje "en las aulas" pero, lamentablemente, el marco legal uruguayo dificulta el trabajo conjunto de universidades y empresas ya que no existe tradición de revalidar estudios académicos por experiencia de trabajo supervisado, ni una legislación laboral favorable a la realización de pasantías profesionales. Como parte de la creación de la UTEC es importante innovar en estos aspectos y que las carreras que ofrezca esta nueva universidad incluyan un componente "clínico" importante, es decir en donde los alumnos inviertan un tiempo de sus estudios trabajando en forma supervisada en empresas y donde la experiencia laboral pueda ser revalidada por créditos académicos.
La UTEC también puede realizar un aporte valioso incorporando a su misión la formación de emprendedores. En la economía del conocimiento y la innovación la educación superior no puede orientarse únicamente a la búsqueda de empleo o al ejercicio liberal de las profesiones. Las universidades de nuestro país han comenzado a fomentar el emprendimiento entre alumnos y graduados, pero ésta sigue siendo una actividad minoritaria. Parte de la innovación de la UTEC debería ser orientar desde el principio su propuesta educativa a la generación de ecosistemas emprendedores en todos los polos que sea posible de nuestro país.
En conclusión, la creación de la UTEC es una de las pocas innovaciones educativas de la última década y comienza con buenos auspicios. Sin embargo, su éxito dependerá de que sus creadores y conductores tengan la visión estratégica necesaria para definir una misión original, realizable y sustentable para esta nueva universidad en el largo plazo.