Leopoldo Fortunato Galtieri, un militar de presencia más bien impresionante, hizo carrera rápida durante la dictadura argentina iniciada en 1976. Llegó a la Presidencia de la República en diciembre de 1981, cuando la Junta Militar destituyó al teniente general Roberto E. Viola. Compartía las obsesiones del jefe de la Armada, almirante Jorge Anaya, quien desarrolló planes para atacar Malvinas y luego el territorio chileno adyacente al canal de Beagle.
Viola consideraba a Galtieri como un hombre "simple, sin grandes aspiraciones", según tres periodistas argentinos -Oscar Raúl Cardoso, Ricardo Kirschbaum y Eduardo Van Der Kooy- que escribieron un libro fundamental sobre el conflicto: Malvinas - La trama secreta. "Solía definirlo en la intimidad como `un buen soldado, un buen comandante de tropa. De política sabe poco y nada. Es primitivo, rudimentario…`". Luego de su destitución Viola fue aun más drástico: caracterizó a Galtieri como alguien que "cree que el mundo gira alrededor de la República Argentina y que la República Argentina gira alrededor de él".
Bebedor compulsivo, durante la escalada militar, tal vez mareado por su momentánea popularidad, se comportó con enorme ceguera. "Estamos en manos de un ayatollah", comentó entonces un militar de su entorno. Renunció a los tres días de la rendición en Malvinas y años después -junto a los otros dos jefes de la aventura: el almirante Jorge Anaya, de la Armada, y el brigadier general Basilio Lami Dozo, de la Fuerza Aérea- fue juzgado por un consejo militar, que lo condenó y quitó su rango militar. Fue indultado por el presidente Carlos Menem en 1990. Murió de un cáncer de páncreas en enero de 2003, mientras cumplía prisión domiciliaria por otras causas penales.