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Que pida disculpas

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Pedir disculpas es una acción que ennoblece a quien lo hace, sobre todo si lo ensaya en forma pública. Primero porque lo exime del pecado de la soberbia, pero sobre todo porque con ello demuestra tener las agallas que se precisan para reconocer públicamente haber cometido un error. Empero, en la actividad política, el pedir disculpas no es por cierto frecuente: son excepcionales las veces que un político se aviene a reconocer el haberse equivocado. Parecería que es un concepto bastante extendido entre los políticos que el pedir disculpas, al contrario de ennoblecer a quien lo hace, demostraría debilidad. Y, tal vez hasta piense (en un cálculo meramente electoral) que esa presunta "flaqueza" le reste adhesiones.

El tema lo traemos al tapete porque en los últimos tiempos se han visto -a nivel de la política vernácula- algunos casos que se encuadran en lo que podría enumerarse como tres formas diferentes de pedir o no pedir disculpas: una, reconociendo un error para el cual existe unanimidad de criterios en cuanto a que fue efectivamente un error. Otro, reconocer una equivocación propia aunque haya quienes no crean que lo cometido haya sido un error. Tercero, no pedir disculpas cuando debió haberse hecho y, para colmo, desviar la atención sobre lo que ha sido un error propio.

El primer caso -el de reconocer haberse equivocado- lo ha hecho Jorge Saravia, quien al retornar al Partido Nacional que lo vio nacer a la política aceptó que fue un error el haberse adherido al Frente Amplio. Bastó que su concepción de hacer política -con la libertad de acción que es propia de los nacionalistas- colisionara con la dogmática manera de la izquierda -de mandatar permanentemente a sus parlamentarios para que voten aun en contra de su consciencia y bajo la amenaza de someterlos al comité de ética partidaria- para que Saravia entendiera que aquellas no eran sus filas. Reconoció el error y volvió a las raíces.

El segundo caso lo protagonizó Tabaré Vázquez, reconociendo como un error algo que, para muchos, no fue tal. ¿Por qué Vázquez aceptó que se equivocó luego de decir lo que dijo ante exalumnos del colegio Monte VI? ¿Dónde estuvo el error? ¿No es lógico que un mandatario que se siente amenazado por un presidente de un país vecino busque la mejor forma de proteger al suyo? En todo caso Vázquez podría disculparse ante el sector más antinorteamericano de sus huestes por recurrir al denostado "imperialismo yanqui" ante el primer encontronazo con un gobierno vecino, pero no al grueso del país que, por el contrario, en la eventualidad de pedirle opinión, lo hubiera apoyado sin condiciones. En su fuero íntimo Vázquez seguramente sabe que lo que hizo fue lo correcto, de manera que sus disculpas públicas estuvieron de más.

El tercer caso tiene como protagonista a Mariano Arana, que en los primeros días de esta semana se lo vio ufano por los diferentes medios periodísticos al salir del juzgado, donde debió una vez más concurrir a declarar por el caso de las pérdidas escandalosas en los casinos municipales, registradas cuando él era Intendente. Ante las cámaras de televisión, Arana (junto a María Julia Muñoz) rebosaba de alegría, anticipándose a lo que él cree que va a ocurrir: que no habrá lugar a su procesamiento. Sin profundizar en los vericuetos judiciales en torno al episodio convengamos que pueda sea cierto que Arana no participó en forma directa y consciente de las maniobras delictivas que le hicieron perder millones a los casinos municipales y que su nombre vaya a salir limpio tras las actuales instancias ante la Justicia, pero algo es bien cierto: fue bajo su mandato comunal que se cometió el delito. Y entonces Mariano Arana, antes que ufanarse frente a las cámaras de TV exhibiéndose alegremente, debió por lo menos guardar recato y pedir disculpas por su absoluta ineficiencia como intendente en el puntual episodio, por no saber como jefe comunal detectar el impúdico dolo que, para colmo, repercute en los bolsillos de los contribuyentes. No ser partícipe consciente del delito no lo exime de no tener, al menos, la nobleza de pedir disculpas por su "atolondramiento" ante la maniobra. Es lo mínimo que se le exige.

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