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Rusia teme regreso del puño de hierro

Terrorismo. Dos atentados suicidas estremecieron Moscú el lunes, dejando 39 muertos Rebeldes del Cáucaso asumieron responsabilidad Temor por medidas represivas en el contexto del conflicto | Crece la violencia; región sumida en la pobreza y corrupción | Perdieron a sus maridos y hoy son terroristas suicidas

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MOSCÚ | THE NEW YORK TIMES

Cuando dos bombas sacudieron el metro de Moscú a la hora pico del lunes, los dirigentes rusos se prepararon para declaraciones del tipo de "vamos a localizarlos y matarlos", que impulsaron al país a través de dos brutales guerras en el Cáucaso.

El presidente Dimitri Medvedev hizo alarde en el sentido que atacantes con bombas del pasado habían sido "aniquilados hasta quedar reducidos a cenizas", tildándolos de "simplemente, bestias". El primer ministro ruso, Vladimir Putin, ordenó a la policía que "los arrastrara desde el fondo del drenaje y los llevara a la luz de Dios".

Así que fue toda una sorpresa, apenas un día después que imágenes de ensangrentados pasajeros saturaron los medios, que Medvedev argumentara a favor de una discusión pública sobre la pobreza y el desempleo en el Cáucaso Norte, a los que señaló como causas profundas de la violencia. Agregó que resolver esos problemas "era incluso más difícil que buscar y destruir terroristas", pero que planeaba seguir yendo en pos de ambos objetivos.

"La gente quiere una vida normal y decente, sin consideración al lugar donde viva", dijo, en una reunión con su principal asesor de derechos humanos. "Las autoridades federales, junto con las autoridades de la región del Cáucaso, están obligadas a crear estas condiciones".

Los atentados con bomba del lunes se produjeron en un momento incierto de la política rusa hacia el Cáucaso, que había estado titubeando entre la vigorosa represión promovida por Putin cuando era el presidente y la cauta liberalización introducida luego que Medvedev asumiera el cargo.

Si los ataques empiezan a ocurrir con regularidad en Moscú, como sucedió durante la mayor parte de la presidencia de Putin, "eso equivale a una guerra, la guerra en contra del terrorismo", dijo Aleksei Malashenko, especialista en el Cáucaso, del Centro Carnegie de Moscú. Si no se repiten, destacó, Medvedev podría seguir evitando el enfoque de Putin, que se apoyó en la fuerza casi por completo.

En particular, Malashenko destacó una decisión que Medvedev tomó previamente en el año, cuando nombró al empresario Aleksandr Khloponin -no a un general o veterano del servicio de seguridad de la FSB- como su enviado especial a la región, dándole la tarea de crear nuevos empleos.

"Eso significó que reconocieron el fracaso del viejo enfoque", dijo. "Creo que esta es la última esperanza. Si fracasa de nuevo, todo se acaba".

El grupo Emirato del Cáucaso se adjudicó el miércoles la responsabilidad por los atentados del metro -que mataron a 39 personas e hirieron a más de 70-, en línea con lo afirmado por las autoridades que desde el inicio señalaron a los extremistas islámicos del Cáucaso Norte, la intranquila región que abarca a Chechenia, Ingushetia y Daguestán, como los responsables de los ataques. Las dos atacantes suicidas y su acompañante varón habían llegado a Moscú en un autobús que transportaba a comerciantes provenientes del Cáucaso Norte. Usaron el autobús pues es imposible controlar el flujo de pasajeros, a diferencia de trenes y aviones.

Durante la semana, políticos rusos presionaron a sus líderes para que asumieran una línea más dura en contra del terrorismo. Fiscales estatales revivieron una propuesta enfocada a reunir las huellas dactilares y muestra de ADN de todos los ciudadanos del Cáucaso Norte. Aleksandr Gurov, diputado en la Duma Estatal, se quejó de la corrección política, destacando que estaba atando las manos de las autoridades cuando trataban con minorías étnicas.

"¿Por cuánto tiempo podemos jugar a la mal llamada tolerancia?" dijo Gurov, del comité de seguridad de la Duma (Parlamento). "¿Cuántos casos se han dado en los que habitantes del Cáucaso golpean a oficiales de policía y la policía no pudo hacer nada al respecto? ¿Qué es esta indignidad?".

Magomed Mutsolgov, quien encabeza una organización sin fines de lucro en la república de Ingushetia que documenta secuestros y asesinatos durante operaciones antiterroristas, exteriorizó su preocupación en cuanto a que las políticas en la región estaban destinadas a regresar a patrones establecidos bajo Putin.

Uno de los primeros nombramientos de importancia para Medvedev fue el de Yunus-Bek Yevkurov, quien reemplazó al líder de línea dura de Ingushetia. Yevkurov intentó acercarse a la oposición e invitó a la ciudadanía a que se pusiera en contacto con él para expresarle sus quejas. El nuevo líder, dijo Mutsolgov, "realmente abriga opiniones liberales, pero no cuenta con el apoyo de las estructuras encargadas de la ley".

Cuando le preguntaron si los atentados del lunes significaban que el experimento había terminado, Mutsolgov dijo: "No lo creo, y ciertamente no quiero que así sea, pero es posible".

La elección de Khloponin, de igual forma, ha puesto de relieve la diferencia entre Medvedev y Putin. En una reunión con senadores el mes pasado, Khloponin desafió en público al caudillo checheno Ramzan Kadyrov, diciendo que viajaba por el mundo como si fuera el presidente de un país independiente.

"¿Acaso él pensó que Arabia Saudita le iba a dar dinero?" preguntó Khloponin refiriéndose a Kadyrov. "Nosotros tenemos una Cancillería para ese tipo de negociación". Una respuesta de esta naturaleza habría sido improbable bajo Putin, quien rindió homenaje a Kadyrov con la medalla de Héroe de Rusia, incluso al tiempo que organizaciones de derechos humanos documentaron la intimidación y tortura a la que recurrieron sus fuerzas.

"La política empleada por Putin en el Cáucaso Norte fue pura fuerza", dijo Tanya Lokshina, quien investiga la región por la oficina moscovita de Human Rights Watch. "Actualmente, lo que vemos es una multitud de tendencias confusas. Por una parte, la política de fuerza continúa, pero al mismo tiempo Khloponin es nombrado, un hombre sin vigor, y cuya tarea radica en concentrarse en la infraestructura social".

Thomas de Wall, coautor de un libro acerca de la primera guerra chechena de 1994 a 1996, dijo que había visto la evolución gradual de la política rusa hacia el Cáucaso desde los días de Boris Yeltsin. "Ellos ya se dieron cuenta de que la subyugación colonial de manera total no es una opción que puedan considerar", comentó de Waal, destacado integrante de la Fundación Carnegie en Washington. Debido a que esa estrategia exigía demasiado poder humano y recursos, Rusia adoptó el modelo de los británicos empleado en India, dijo de Wall, "cooptando a los habitantes locales para que administren tu estrategia".

"Esta estrategia es más astuta, pero una estrategia en el largo plazo significa que hay que tener una idea diferente de lo que significa ser ruso, y que ellos son nosotros y no otros", destacó. "Pienso que ellos están realmente lejos de ese tipo de comprensión, que es lo que hace falta para hacer que el Cáucaso Norte forme parte de Rusia".

La cifra

1.263 Es la cantidad de gente que murió en 2009 a consecuencia de los 786 ataques guerrilleros en Ingushetia, Daguestán y Chechenia.

El Cáucaso, el problema ruso más grave

La situación en el Cáucaso del Norte es el problema "más serio" de la política interior de Rusia. Así lo dijo el presidente Dimitri Medvedev y así lo indica la violencia de la que han sido víctimas miles de personas. Pese a todas las medidas militares, policiales, administrativas y económicas adoptadas por Moscú, el Cáucaso sigue siendo un foco desestabilizador que ha extendido su influencia a otras zonas del Estado. Desde la guerra de Chechenia, que fue su germen inicial, la semilla se ha ramificado en diversos conflictos superpuestos que se manifiestan en cada estallido de terror.

El 16 de abril de 2009 las autoridades federales rusas abolieron el régimen contraterrorista impuesto en Chechenia en 1999. El acontecimiento pudo ser considerado por algunos como el fin simbólico de una etapa de la historia de Rusia, que se inició en otoño de 1991, cuando la URSS se agrietaba y el presidente ruso Borís Yeltsin se concentraba en independizarse del soviético Mijaíl Gorbachov como el checheno Dzhojar Dudáiev, un general de aviación, lo hacía en independizarse de Yeltsin. La guerra, que de hecho comenzó entonces, tuvo dos fases álgidas, la primera de 1994 (cuando Yeltsin mandó los tanques a Grozni) a 1996 (cuando se firmó la paz entre el Kremlin y los separatistas dirigidos por Aslán Masjádov) y la segunda, desde el verano de 1999, cuando el entonces jefe de gobierno Vladimir Putin, reaccionó militarmente a la incursión de los separatistas chechenos, dirigidos por Shamil Basáyev, en varios pueblos de Daguestán, donde había arraigado una excluyente comunidad islámica. Con los años, los "nacionalistas étnicos" se metamorfosearon en "terroristas islámicos" y su guerra por la independencia, en una yihad, "guerra santa", que afecta la zona musulmana del Norte del Cáucaso y que sigue hoy.

El Kremlin ha intentado diversos métodos para apaciguar la región. El último de ellos fue crear un nuevo distrito federal que agrupa las unidades administrativas más conflictivas. Ha sido encomendado a un político con fama de buen gestor económico como es Alexandr Khloponin, que fue gobernador de la provincia siberiana de Krasnoyarsk. Khloponin, también primer vicejefe de gobierno, recibió enormes competencias.

MIEDO. El islamismo radical es un elemento importante en la oleada de terror, pero no el único. En el Cáucaso hay enormes problemas sociales y económicos y el paro en algunas regiones afecta a más de la mitad de la población. Los fondos que el Estado Federal destina a la economía parecen desaparecer en el pozo sin fondo de la corrupción administrativa, pero la falta de recursos sigue siendo motivo de queja por parte de los líderes locales como Ramzán Kadírov, el presidente de Chechenia, que ha levantado una lujosa mezquita y que ha reconstruido totalmente las ruinas de Grozni, la capital.

La vida cotidiana de los habitantes de Ingushetia, Daguestán, Chechenia y Kabardino-Balkaria, por citar territorios de cultura musulmana del Cáucaso, está marcada por el miedo a verse atrapados en alguna de las redes de la violencia que se superponen y se mezclan, entre otras, policías contra extremistas; policías contra inocentes; ajustes de cuentas entre clanes locales y luchas de extremistas islámicos. EL PAÍS DE MADRID

Viudas negras juraron venganza

Las mujeres se han convertido en la otra cara del terror, las viudas negras de Chechenia: esposas, hermanas o hijas de los caídos en los enfrentamientos de 1994 y 2000. Desde 2000, la guerrilla convirtió a las chechenas en un arma. Para las mujeres es más fácil pasar desapercibidas, levantan menos sospechas y no les impulsa una idea, sino el desamparo y la venganza, dos peligrosas razones. Tanto la propaganda rusa como la chechena han utilizado ambos argumentos, generando imágenes de las suicidas que van desde el fanatismo radical a la absoluta desesperación. Solas, no tienen nada que perder.

Las mujeres han protagonizado casi la mitad de los ataques de la insurgencia caucásica contra Rusia desde 2002, cuando la irrupción de medio centenar de militantes (22 de ellos mujeres) en el teatro Dubrovka causó 117 muertos. Sólo un año después, en junio de 2003, Zarema Muzhakhoyeva, la esposa de 22 años de un independentista checheno fallecido, se convirtió en la primera viuda negra. "No os odiaba antes, os odio ahora, y cuando vuelva os haré volar a todos", dijo tras sobrevivir a un atentado fallido en una cafetería de Moscú.

DECIDIDAS. Una de las dos mujeres que atacaron el metro de la capital rusa fue identificada como "Zhannet Abdurakhmanova", una adolescente daguestana de 17 años. La otra mujer sería Markha Ustarkhanova, una chechena de 20 años.

El fenómeno no se circunscribe al conflicto caucásico. La participación de mujeres en actos terroristas llega a Sri Lanka, Irak o Palestina, y tiene una estrecha vinculación con la amenaza islamista, ya se trate de militantes radicales o jóvenes repudiadas. Porque entre estas viudas también hay embarazadas, madres o incluso deficientes mentales que son chantajeadas o engañadas para inmolarse por la causa, cuenta Yulia Yuzik, en Las novias de Alá. Según la periodista rusa, 1 de cada 10 está dispuesta a morir por una idea. EL PAÍS DE MADRID

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