La tragedia continúa a un mes del sismo

Chile. Siguen las réplicas y causan pánico en población; temen consecuencias psicológicas

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EL PAÍS DE MADRID Y EL MERCURIO / GDA

Hoy se cumple un mes del sismo más largo de la historia. Siete minutos, 8,8 grados Richter y un tsunami que dejó 452 muertos y 100 desaparecidos. Mucha gente aún duerme en autos o en la planta baja para huir en caso de réplicas, como la de ayer.

A un mes del terremoto y maremoto en la zona costera de Chile, mucha gente continúa durmiendo en los autos o en las plantas bajas de sus casas, para poder escapar rápidamente en caso de un nuevo sismo, como el que ayer afectó al norte del país sin causar daños. La psicosis y la paranoia sobre la posible venida de un tsunami mantienen tensos a los habitantes del puerto de Constitución.

Los equipos de expertos que trabajan en salud mental en la zona advierten que pueden llegar a ser 20% del total de las personas las que queden con secuelas psicológicas permanentes a causa del sismo, según las estimaciones preliminares. El miedo al mar es la constante que, pese al transcurso de los días, mantiene paralizada a una gran parte de la población.

Otra de las áreas que se vislumbran como focos de conflicto a raíz del terremoto es el cambio en la fisonomía de la ciudad, algo que preocupa a los equipos de salud mental, sobre todo en las personas mayores. Cuenta desde Pelluhue el médico psiquiatra Jaime Sandoval: "Una persona que ha visto su ciudad de una forma siempre, ahora va a tener un impacto muy fuerte al ver las casas derrumbadas y construcciones nuevas, lo que puede generar una situación de desarraigo".

También se trabaja en el peligro de perder el sentido de pertenencia, ya que la gente no sólo perdió la casa que construyó con esfuerzos de toda una vida, sino en muchos casos es la herencia de varias generaciones. Además, los profesionales detectan una alta movilidad de parte de los damnificados. En Cobquecura, la localidad más cercana al epicentro, pero donde no hubo maremoto tras el terremoto, el miedo hace de ésta una situación patente: "La gente pasa de vivir en carpas en el cerro A al cerro B en dos o tres días, y después a una mediagua. Y luego no le gusta y vuelve al cerro", cuenta Fernando Suárez, encargado de Salud Mental de la comuna.

TRAGEDIA. A Fernando Roa Verdugo, Feño, le gusta contar chistes. Puede que los suyos no sean los mejores chistes de Chile, pero si alguien tiene derecho a contarlos es él, que desde que el terremoto puso el país boca abajo la madrugada del 27 febrero, se pasa 14 horas diarias recorriendo las comunas del Gran Concepción para llevar alimentos y medicinas a familias aisladas en sus casas.

Feño vive en Penco, pero el terremoto le pilló en Concepción el mismo día en que cumplía 39 años, en casa de su hermana, en el barrio que linda con la universidad. "Tuve un cumpleaños movido", dice tirando un chiste. Algunos aseguran que fue a las 3.34, pero él sostiene que a las 3.29 de la madrugada empezó todo. Fue entonces cuando la casa de madera comenzó a moverse. "Parecía un barco en alta mar", recuerda Feño. "Pude reunirme en la puerta con Enrique, Carolina y los niños, que habían salido al tiro", recuerda. "La Luna estaba linda. Tras el estruendo de los muebles cayendo hubo mucho silencio. Era extraño. La gente no gritaba". Ni siquiera los niños. Nicolás, el mayor, llevaba la cuenta para ver si el movimiento sísmico superaba los 20 segundos. Era su modo de saber si era terremoto o temblor. Con un pico de 90 segundos, al final duró siete minutos.

Se metieron en el coche a esperar a que terminaran las réplicas y a que por fin amaneciera. Lo peor, no obstante, estaba por llegar. El epicentro del sismo se había localizado a 90 kilómetros al noroeste de Concepción, en el lecho del océano Pacífico. Dicen los manuales que a todo terremoto de más de 7,5 grados con epicentro en el mar le sigue un maremoto. Los padres de Feño, que estaban en su casa de Penco, en la costa, a sólo 11 kilómetros, lo sabían. Por eso salieron del apartamento para ir a una de las colinas del pueblo. Grimanesa Verdugo, la madre, había vivido allí mismo, con 10 años, el gran terremoto de 1960: 9,5 en la escala de Richter, el de mayor magnitud en la historia del planeta. Aquella vez el maremoto consiguiente llegó hasta Japón.

Esta vez, sin embargo, la ola no llegaba. "En el cerro", cuenta Fernando Roa, su esposo, "las únicas noticias las tenía un vecino que lleva siempre una radio vieja. Llevábamos tres horas allí y empezaba a clarear cuando oímos los altavoces de los coches de la municipalidad diciendo que bajásemos al pueblo, que no había ningún riesgo. Y bajamos". Estaban en su casa cogiendo ropa, barriendo vidrios rotos y el elefante de cerámica hecho añicos cuando se oyó una voz: "¡Se salió el mar!". "Pensamos que era una cañería rota, pero el agua no dejaba de subir", relata Grimanesa. "Estábamos en la calle cuando pasó un taxi vacío que nos subió de nuevo al cerro. El agua le llegaba a las ruedas".

¿Por qué nadie dio la señal de alarma? Esa pregunta entretiene las horas de conversación a la luz de las velas, en la reclusión impuesta hasta ayer por el toque de queda. Los sismos son parte de la historia de Chile. Regularidad sísmica lo llaman. Después del terremoto la tierra no paró de temblar. Dicen que durará tres meses. De la "regularidad sísmica" forman parte los 80 temblores que, sin ser réplica de ninguna tragedia, son detectados a diario en Chile por los sismómetros pero que pasan inadvertidos a los seres humanos. También los 45 terremotos destructores -es decir, de magnitud superior a 7,5 grados- reseñados en el país en los últimos 450 años. Muertos aparte, el terremoto de 1985 provocó pérdidas cercanas al 9% del PIB de Chile. En esta ocasión, se estima que el costo será de US$ 30.000 millones.

Antecedentes como ésos son los que convierten en un drama absurdo las seis horas de confusión que impidieron que alguien anunciara debidamente un maremoto mucho más destructivo que el terremoto del que nació. Apagón de las comunicaciones en la Oficina Nacional de Emergencia, un anuncio a la presidenta Bachelet de que el epicentro estaba en tierra y el aviso desde Hawai recibido en la Armada por alguien que no hablaba inglés son algunos de los capítulos de una historia que terminó mal, impropia de un país que tiene por costumbre quebrarse regularmente. A unos días de ceder el gobierno a Sebastián Piñera, a Bachelet también se le reprocha que tardó demasiado en decretar el estado de excepción para contener los asaltos a los supermercados en Concepción. El último en tomar esa medida había sido Pinochet, en 1985, y a muchos el paralelismo les ponía la carne de gallina. Otro Chile tal vez. Pero los temblores de siempre.

Medidas del gobierno

Las autoridades chilenas levantaron ayer el toque de queda en la ciudad de Concepción, aunque las Fuerzas Armadas continuarán patrullando las calles. El toque de queda se había instaurado en esta ciudad de medio millón de habitantes dos días después del sismo, en medio de saqueos y actos de vandalismo. Durante las primeras jornadas, el toque de queda llegó a extenderse por 18 horas diarias, pero fue rebajándose conforme la situación se controlaba.

El gobierno entiende que terminó la primera etapa de enfrentar la emergencia y ahora se trabaja en la fase posterior, que es enfrentar el invierno, por lo que el comité de emergencia está abocado en llegar con las casas para las personas que perdieron todo.

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, visitó ayer las ciudades de Cauquenes, Constitución y Talcahuano (las más golpeadas por el sismo y el tsunami) y supervisó las labores de reconstrucción, tarea en la que se centrará el fin de semana.

El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, anunció ayer que los damnificados que perdieron sus viviendas o sufrieron daños graves en su estructura podrán suspender o eliminar el pago de sus contribuciones o impuesto territorial.

Un sismo de 6,2 grados en la escala de Richter sacudió ayer el norte de Chile sin dejar víctimas o daños materiales, pero causando pánico. El gobierno descartó un alerta de tsunami.

La cifra

452 Son las víctimas identificadas, hasta el momento, que dejó el sismo. Hay cerca de un centenar de desaparecidos todavía.

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