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Nunca tan lejos dolió tan cerca

| Tragedia en Haití. Familiares, compañeros y amigos cuentan las vidas y los sueños de las víctimas . La mayoría se fue poco antes del accidente para crecer profesionalmente y ganar dinero

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V. RUGGIERO, P. MANGO,

F. BONHOMME Y M. RIVERO

"Me voy a volar, soy feliz". Esa frase la escribió en un mail a su esposa el teniente 1° Santiago Hernández antes de subir al avión C-212 Aviocar, que horas después se desplomó en Haití, en el que fallecieron seis militares uruguayos y cinco jordanos.

Cientos de recuerdos perpetuados se adueñaron el pasado viernes de la Base Aérea N° 1 cuando compañeros y amigos de los seis militares fallecidos describieron a El País, entre lágrimas y sonrisas, a cada uno de los oficiales caídos.

Fueron llegando de a poco a la sala donde se realizó la entrevista con rostros tristes, ojos desconsolados y la necesidad de recordar vivencias y detalles de las diferentes personalidades de cada uno de sus compañeros fallecidos: el capitán (av.) José Larrosa (piloto), el teniente 1° (av.) Santiago Hernández (copiloto), el aerotécnico principal José Pastor (operador de sistemas), el aerotécnico 1º Enrique Montiel (mecánico de vuelo), el aerotécnico 2ª Yiyí Medina (operador de sistemas) y el aerotécnico 2ª Néstor Morales (ingeniero de vuelo).

"Antes de empezar quiero aclarar que a veces capaz que tenemos que hacer un tiempo para tomar aire al hablar porque a pesar que somos militares y tenemos que estar firmes esto nos toca de cerca y nos cuesta mucho" confesó a El País el Teniente Coronel (av.) Fernando de Medina.

FAMILIERO. Pastor (41) vivía con su esposa Ana Laura (37) y su hija Julieta (3) en Minas, donde también era conocido como "el Polla". Era un deportista por excelencia pero su debilidad era el fútbol. Se desempeñaba como director técnico de la categoría Sub 17 del Club Granjeros. "Él conseguía las pelotas, la mujer lavaba los equipos, hacían colectas para comprarles a los chiquilines los equipos deportivos y martes y jueves se iba rapidito para Minas porque tenía práctica", relató Medina.

El "Polla" había participado de otra misión en el Congo en el 2004 - 2005 y antes de partir hacia Haití comentó en su círculo que este era su último viaje. Al regreso pensaba retirarse porque ya cumplía las horas de vuelo reglamentarias pa-ra jubilarse de la Fuerza Aérea. Medina lo recuerda como un hombre de carácter fuerte, una persona dinámica, activa y familiera. "Él era una persona que empezaba una cosa y la terminaba, sin comer y sin dormir igual pero no podía dejar las cosas sin hacer para mañana. Era un torbellino".

Pastor llegó a Haití el 3 de septiembre y compartió una semana con Medina que el 12 del mismo mes finalizó sus tareas y volvió a Uruguay. "Él me dijo que quería compartir la experiencia conmigo, que me quedara. Y aunque yo tenía muchas ganas le dije que no, que tenía que cumplir con las reglas y que un compañero estaba esperando para relevarme. Pero siempre extraoficialmente habíamos planeado irnos de misión juntos", comentó.

COMPAÑERO. Morales (31), casado con Andrea (36), viajó a Haití por vocación y con el objetivo de juntar dinero para poder tener su primer hijo.

"El negro" Morales estaba en Haití desde hacía seis meses. El 3 de septiembre, aprovechando el relevo de un avión, vino a Uruguay por una semana. Quería continúan con la misión porque se sentía "útil" en aquellas tierras y aseguraba que estaba creciendo como profesional, según le comentó a algunos camaradas.

El supervisor de Aerocar, aerotécnico Marcelo González, que compartió con Morales seis meses de misión, contó a El País que entre los dos habían transformado la nave que se estrelló en un avión "VIP". "Lo pintamos y le hicimos muchísimos arreglos que no estaban previstos, todo por impulso de Néstor", dijo. González comentó que todas las noche salían a caminar con "el Negro" y "la Pancha" -una perra que es la mascota de los soldados uruguayos- por varios rincones de la zona. "Ahí comentábamos el día, planificábamos la siguiente jornada, hablábamos de nuestros proyectos y de nuestras familias", relató entre lagrimas. Hizo una pausa para respirar y siguió: "En esa semana que vino a Uruguay era para disfrutar con su familia y me llamó para pedirme que los ayude a armar una cajita de repuestos para llevarse. Yo le dije que estaba loco, no podía creer como en la única semana que tenía para disfrutar estaba pensando en el trabajo. Pero claro, él tenía la mochila de que los próximos meses iba a estar a cargo de todo lo que pasara en el avión y de los mecánicos".

Morales creció en una vivienda muy humilde en Las Piedras. Actualmente vivía en Manga con su esposa Andrea, con quien se había casado hace 4 años. Ambos amaban a los animales y tenían en su hogar seis gatos y tres perros.

"El Negro", además, era muy creyente y estudiaba para pastor. González lo define como un ser humano muy sano, tranquilo, servicial y compañero. "Nunca lo vi enojado", apuntó.

El jefe de Mantenimiento del Escuadrón 3, capitán Sergio Calistro, recordó el día de la tragedia y comentó que él fue uno de los cuatro uniformados que concurrieron a la casa para informarle a la señora del accidente. "Cuando abrió la puerta y nos vio empezó a preguntar qué había pasado. El que iba más adelante la abrazó. Ella lo único que repetía era `no me digas` y lloraba. Esa imagen me va a quedar grabada para el resto de mi vida", afirmó Calistro.

SONRISA CONTAGIOSA. El teniente 1° Santiago Hernández vivió su infancia en la ciudad de Minas entre el básquet, la guitarra y los avioncitos de papel. Ya cuando tenía 3 años comenzó a mostrar su afición por la aviación, según contaron a El País sus padres Alberto y Chichita.

A los 19 años viajó a Estados Unidos como misionero mormón, donde estuvo dos años. A su regreso de Estados Unidos, en el 2000, ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica, porque lo que más ansiaba era volar.

En el 2004, cuando egresó de la EMA se casó con Carla Orueta. Tiempo después nacieron Guillermo (2) y Facundo (1). Santiago y Carla se conocieron en Piriápolis en una Convención de jóvenes mormones. Cuando el teniente se anotó para viajar a Haití dijo a su familia que lo motivaba el poder volar porque las horas de vuelo que realizaría en seis meses de misión, equivalen a dos años de práctica en Uruguay.

Según comentó el teniente coronel (av.) Luis De León estaba previsto que Santiago viajara a Haití en la delegación anterior, pero como era de los oficiales más nuevos quedó para la salida del 12 de septiembre.

La risa y tranquilidad de Santiago eran las dos características de su persona. "Cuando él se reía, se reía todo el mundo porque era sumamente contagiosa. Y cuando todo el mundo andaba eléctrico, él súper tranquilo, planchando el uniforme y poniéndole talco en lo zapatos. Siempre era el último en salir de la ducha", recuerda Cor. Hoy la fe y religión mormona le da fuerza a la familia para salir adelante, ya que están convencidos que Santiago pasó a otra dimensión y sigue estando con ellos.

apasionada por volar. Participar de una misión. Ese era el sueño de la aerotécnica 2° Yiyi Medina (29). Según sus compañeros era una mujer familiera, fuerte y con carácter. Yiyi egresó de la Escuela Técnica Aeronáutica y por su especialidad la enviaron a Durazno. Allí fue donde descubrió su amor por la fotografía.

"Es difícil encontrar casos donde una mujer esté mejor que el hombre en cuanto al interés del vuelo y la fotografía. Ella detestaba lo administrativo, quería volar y participar en misiones", afirmó.

Yiyi nació en Sauce, en el departamento de Canelones. Hace seis años se casó con Adrián (35), con quien tuvieron a Abigail (2). Le gustaba bailar y era fanática del cantante Chayanne. Según su amiga, aerotécnica de 1° Claudia Álvarez, era la revolucionaria de los grupos que integrara. "Acá a veces se le ocurrían ideas locas y andaba alborotando a todo el personal", comenta con una sonrisa que esconde dolor.

Como si esto fuera poco, Yiyi era una muy buena jugadora de fútbol. "Compartió de todo con nosotros porque hasta al fútbol jugaba. La última vez a un compañero le dio una patada que lo mató", agregó el teniente coronel (av.) Fernando de Medina.

COCINERO. "El lunes empiezo la dieta". Esa es una frase típica de mujer. Sin embargo era reiterada por el aerotécnico 1° Enrique Montiel (32). Sus compañeros cuentan que le encantaba comer de todo y que además era muy buen cocinero aunque nunca había estudiado.

"Dos por tres le agarraba la locura y lo veías con la manzanita y el yogur, y al rato no se aguantaba más y andaba con una torta de fiambre", recordó la aerotécnica 1° Laura Aguiar, provocando la risa de todos sus camaradas. Además le encantaba cantar. Incluso, integró un grupo de folclore y ahora estaba en un coro. "Nosotros lo bautizamos la voz romántica de Las Piedras", dice y aclara que tenía una excelente voz.

Montiel vivía con su esposa Rosa Bentancor (38) y su pequeña hija Melina (2). A una cuadra de su casa viven sus padres Alejandro y María Rosa. Su madre se enteró a través del informativo que un avión que llevaba 11 soldados había caído en Haití. Rosa consternada por la pérdida de su hijo, recuerda que Enrique siempre quiso portar uniforme. "Se ponía el `traje` y la calle le quedaba chica", dice, a modo de ilustrar el orgullo de su hijo. A los 14 años Montiel le pidió a su madre que le averiguara con su jefe, si podía ingresar a la Fuerza Aérea. "Le pregunté al capitán Guedes y me dijo que harían una junta médica para evaluarlo". Es que de chico se había quebrado un brazo y el codo podía generarle alguna dificultad de ingreso, lo que finalmente no sucedió. Aprobó con buenas notas pero fue vetado por su edad. A los 16 años probó suerte otra vez. Y lo logró, así fue que comenzó su carrera militar.

"Su pasión eran los aviones. Escuchaba un avión y solo por el ruido decía de qué tipo era", dice todavía sorprendida por la habilidad de su hijo. La primera misión de la que participó fue en 2005 en Eritrea (África) y la experiencia fue muy buena. Volvió a decidir anotarse para viajar a Haití porque quería terminar de construir su casa. Sus compañeros recalcan que además fue por vocación porque le fascinaba volar. "Cada vez que había algún tarea para hacer en Melilla él decía: `y vamos en avión ¿no?`, cuando por lo general se va por tierra porque no hay necesidad de mover una nave. Y si no te decía: `si vamos a volar avisame que traigo la cámara`", comentan.

GUITARRISTA. Dar un salto en su calidad de vida. Ese era una de las ambiciones del capitán aviador José Larrosa (34). Pensaba destinar el dinero que le reportaría la misión que desarrollaba en Haití en hacer un completo curso de inglés que le permitiera ingresar a trabajar en una aerolínea comercial. Además pretendía poder cambiar a su hija a un colegio privado para garantizarle una buena educación.

El aviador, había estado anteriormente en una misión de 10 meses, también en Haití, período que fue muy doloroso para él, su esposa María Isabel (34) y su hija Victoria (8). José y María se habían casado en 1999 y antes estuvieron 4 años de novios. La familia vivía también en la Villa Militar del Puente de Carrasco. El capitán Sergio Calistro, que también vive en la villa, comentó que todos los días iban y venían juntos, siempre tomando mate.

Larrosa nació en Treinta y Tres pero muy chiquito se fue a Minas porque su padre era militar. Siguiendo la tradición familiar comenzó con su carrera y en 1998 ingresó al Escuadrón Aéreo N° 3 de Transporte. Como buen olimareño también tenía entre sus hobbies tocar la guitarra. "En las reuniones de camaradería él era el que le daba alegría al encuentro. Le gustaba tocar la guitarra y cantar. Le gustaba mucho el folclore", dice Calistro.

Su esposa aseguró a El País que José tenía dos amores: la familia y los aviones. María Isabel comentó que por ejemplo las últimas navidades la familia las había pasado en la base del Escuadrón Aéreo. "Todo fue sacrificio, desde el primer momento. Cuando nos casamos fuimos juntando todas las cosas de la casa de a poco, porque él nunca quiso pedirle nada a nadie, aunque no se lo hubieran negado", dijo. (Producción: F. Fernández y D. Friedmann)

Palabras desde el corazón

Profundamente doloridos por el fallecimiento de sus camaradas, efectivos uruguayos recordaron por mail aspectos de la personalidad de los uruguayos muertos en Haití. De Pastor destacaron su gran corazón y un estado anímico "siempre arriba", su fuerza y su energía. También comentaban el andar pausado y la tranquilidad de Morales, el compañerismo de Montiel y la disposición de Medina, "siempre" muy afín a realizar cualquier tarea que se le presentara. A su vez, ponderaban la responsabilidad de Larrosa y la amabilidad de Hernández.

Los seis militares fallecidos

EL ACCIDENTE Ocurrió el viernes 9 cuando el avión C-212 Aviocar sobrevolaba una zona montañosa de 1.500 metros de altura, ubicada a unos 20 kilómetros al Oeste de la localidad de Fond Verretes. En el siniestro fallecieron seis militares uruguayos y cinco jordanos. Los uruguayos eran:

JOSÉ LARROSA Treinta y Tres, 34 años. Casado, una hija de 7 años. Capitán (aviador). Egresado de la Escuela Militar de Aeronáutica (EMA), en 1996.

SANTIAGO HERNÁNDEZ

Lavalleja, 30 años. Casado, dos hijos (4 y 2). Teniente 1°. Egresado de la EMA (2003).

JOSÉ PASTOR Lavalleja, 41 años. Casado, una hija (3 años). Aerotécnico principal. Egresó de la EMA en 1990.

ENRIQUE MONTIEL Soriano, 32 años. Casado, un hijo de 2 años. Aerotécnico 1°. Egresado de la EMA en 1994.

YIYÍ MEDINA Montevideo, 29 años. Casada, una hija de 2 años. Aerotécnico 2°. Egresada de la EMA en 1999.

NÉSTOR MORALES Montevideo, 31 años. Casado. Aerotécnico 2°. Egresado de la Escuela Técnica de Aeronáutica en 1996.

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