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Museos y mausoleos

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JULIO MARÍA SANGUINETTI

Con particular empeño, sigue el gobierno en su extraviada idea de retirar los restos del Prócer del Mausoleo que los alberga e instalarlos en la vieja Casa de Gobierno, en medio de un museo que se crearía.

A tanto llega la determinación innovadora que, en el último Consejo de Ministros, la titular de Cultura aportó, como gran primicia, una nota que en junio de 1999 le denunciaba al Presidente Sanguinetti la situación de deterioro de la urna de madera que, a su vez, contiene el cofre metálico -cerrado y sellado- que atesora los sagrados restos. Según la prensa, quedó flotando en el ambiente que, hecha la denuncia, el gobierno de la época no habría hecho nada, cuando fue exactamente al revés.

El 21 de junio de 1999, en efecto, la urna fue solemnemente trasladada al cuartel de Blandengues, donde el Sr. Julio Alfonso restauró la caja de madera, repuso algunas chapas humedecidas y la lustró a muñeca, para ser devuelta 40 días después. Hay actas notariales, hay fotografías de todo tipo, hay notas abundantes periodísticas y hasta reportajes al restaurador. Esto es una desgraciada anécdota, que simplemente revela el clima pasional que está inspirando la iniciativa.

Lo que importa es el fondo del asunto y cada día que pasa se va demostrando la infelicidad del proyecto. Para empezar, porque el argumento de que el Mausoleo fue obra de la dictadura carece de sentido.

Si fuéramos a destruir todo lo que ella tocó tendríamos que dinamitar Salto Grande o destruir los accesos, obra iniciada entonces y felizmente terminada por el gobierno democrático que le sucedió.

Por otra parte, la obra respondió a un concurso abierto apoyado por la Sociedad de Arquitectos y fallado por un jurado que integraron nada menos que los Arqs. Román Fresnedo Siri y Mario Paysée Reyes, figuras señeras de la arquitectura uruguaya, hoy considerados verdaderos clásicos.

Lo que sí es conocido es que el gobierno de facto le amputó al proyecto las frases artiguistas que, a su juicio, resultaban objetivamente críticas de su dictadura.

Sobre el particular existe una ley, recordada días pasados por el Senador Penadés ("El País", 13 de julio), que justamente dispone reponer esas frases y que, no habiéndose cumplido, bien podría ahora llevarse a cabo.

Todo lo demás que se dice es baladí. ¿Que el mausoleo es fastuoso? Nada de eso, resulta bien sobrio y armónico, tal cual lo eligió aquel jurado de entre 26 proyectos.

¿Que hay que "devolver" los restos al pueblo? No se sabe qué quiere decir, cuando el Mausoleo es público.

¿Que hay que incorporar la urna a un Museo? Ese es un dislate conceptual. Un mausoleo es un monumento funerario, construido expresamente o arreglado en el seno de una iglesia, tradicional lugar de enterramientos.

Un museo, en cambio, es un espacio para conservar objetos artísticos, científicos o históricos. No se puede confundir tanto las cosas como para instalar una tumba en medio de un museo, ubicado además en una casa particularmente inadecuada para fines funerarios.

¿Qué mejor lugar que en donde está, al pie del monumento, con el cual configura un conjunto conmemorativo de gran valor, no sólo estético sino sentimental?

Por otra parte, los restos artiguistas están allí hace 30 años. ¿Por qué toquetear esa realidad ya asumida y abrir un debate que sacude sentimientos del pueblo?

Esto podría haber sido parte de un proyecto que, al comienzo del gobierno, pensara las postergadas celebraciones del Bicentenario y discutiera reformas en el calendario cívico.

Deliberadamente, nada de eso se hizo, ignorándose iniciativas al respecto. Ahora, en el crepúsculo de una administración, se lanza una iniciativa legal y este traslado inconsulto que se pretende imponer por el simple imperio de esa mayoría absoluta que tanto nos ha costado como República.

La iniciativa respira proselitismo y una visión mediocre del país. El Uruguay siempre miró hacia arriba para honrar próceres e instituciones.

Por eso realizó un concurso internacional para levantar el magnífico monumento a José Artigas, obra del italiano Zanelli.

Por eso contrató al Arq. Moretti, también italiano, para proyectar nuestro Palacio Legislativo, expresión mayor de nuestro patrimonio.

Quienes han concebido a nuestro país como un "paisito", quienes siguen exaltando una imagen empobrecedora y populista, no asumen la majestad de las instituciones que nos hicieron grandes.

Vayan a Chile y vean el memorial a O`Higgins, también realizado por la dictadura y respetado luego por los gobiernos democráticos.

O a la Argentina, a su Catedral, que alberga a San Martín. Ni hablemos de Napoleón, cuya tumba expresa la reverencia de la Francia republicana a quien siente como su mayor héroe.

Si un pueblo no reserva sus fastos para honrar a quien ha ungido como el mayor de los ciudadanos, difícilmente afirme su identidad para construir el futuro.

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