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Más ancho de banda

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En Uruguay no vivimos en el ciberespacio, vivimos en el ciberdespacio", declara, con sorna, un empresario nacional que vive de su trabajo a través de Internet. Es uno de los miles de firmantes de la carta a remitirse al ministro de Industria, Daniel Martínez, reclamando de Antel un mayor ancho de banda que permita un "teletrabajo" más veloz y eficiente. El problema hace carne en las empresas medianas, no en las grandes que pueden pagar su conexión a la fibra óptica ni en los hogares. Los empresarios acusan a Antel de anteponer su afán de lucro a las necesidades del país provocándoles retrasos, ineficiencias y pérdida de negocios.

Mientras se suman miles de adherentes a esa carta que circula por Internet, Antel tuvo una rápida reacción cuando su vicepresidente, Gonzalo Perera, convocó a los propulsores de la protesta. En la ocasión, reconoció que falta un servicio especial de ADSL para "pequeños empresarios que trabajan desde su casa" y que "necesitan ancho de banda grande" pero "tienen bolsillo de empresa chica". Hay un compromiso de la empresa telefónica de hallar una solución. Debe hacerlo con presteza y sensatez ya que esta suerte de rebelión de sus usuarios desnuda un área en donde los servicios estatales se mueven con imprecisiones y una lentitud exasperante.

Es una lástima que así sea porque Uruguay había destacado una década atrás por ser uno de los países con mayor cantidad de usuarios de Internet, privilegio que, en América Latina, sólo le disputaba Chile. Sin embargo, desde la crisis de 2002 nuestro país fue perdiendo posiciones y vio ensancharse la brecha digital que lo separa de naciones con una mayor infraestructura en la materia. Pablo Brenner, uno de los abanderados de esta campaña dijo que "uno de los problemas es que el mundo hoy asume que el usuario tiene banda ancha, y las aplicaciones están diseñadas acorde a eso".

Otro empresario, Homero Pérez Noble, explica que el escaso ancho de banda conspira contra el envío de imágenes y videos grandes o "pesados". Cuenta que deben disponer de un servidor en funciones durante dos o tres días para trasmitir esos archivos, algo que en otras latitudes se hace en cuestión de minutos. En el caso de las teleconferencias, relata otro damnificado, cuando su empresa enlaza con la casa matriz y diversas filiales en el mundo, la conexión uruguaya es la primera en quedar afuera.

Así, una tras otra, se formulan las quejas contra un mecanismo esencial para esa modalidad del trabajo a distancia cuyas actividades tienden a multiplicarse sin la limitación de las fronteras, ya sea en la generación de contenidos, en la industria audiovisual, en los videojuegos o en el desarrollo de aplicaciones. Pequeñas y pujantes empresas, conducidas en general por gente joven y de gran capacidad creativa, se mueven en el mundo sofisticado de las nuevas tecnologías.

El destinatario de la carta en cuestión, el ministro Daniel Martínez, declaró hace poco que hay que dar oportunidades de progresar a gente de buena formación, capaz de agregar valor a sus productos. El ministro, que acaba de desistir de su postulación como presidenciable, tiene aquí una oportunidad de concentrarse en lo suyo y probar su vocación modernizadora ejerciendo sus competencias naturales sobre Antel, un ente estatal que en esta materia se ha movido con cierta parsimonia.

"Antel tiene capacidad técnica para dar un salto cualitativo; sólo falta que anteponga las prioridades del país por encima de su voluntad de lucrar con el ancho de banda. Los privados también tienen capacidad de dar el salto si se les permite competir. Nos da igual que los servicios sean prestados por Antel o por privados, pero no podemos esperar más".

Este es un párrafo del mensaje a Martínez en donde se le pide al ente un marco adecuado para trabajar, a un precio razonable. Se calcula que puede haber hasta 9.000 usuarios en esa situación, lo que da cuenta de la magnitud del problema.

En una feliz comparación, Enrique Baliño, con larga experiencia en este campo, dijo que la estrechez de la banda "es como si el Uruguay actual no tuviera carreteras". Así es. Por las carreteras del ciberespacio discurre el conocimiento, la información y la producción. Transitarlas entre apreturas y tropezones es quedarse estancado, fuera de un mundo que, aun en crisis económica, sigue globalizándose sin pausa.

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