GUSTAVO TRINIDAD
"Tío estoy contenta. Si el lunes levantamos la pared, vamos a comer un asadito", fueron las últimas palabras que Alejandra Ruiz (31) dijo a su familia antes de salir a trabajar a la panadería el 26 de octubre.
Estaba contenta porque con mucho esfuerzo se construía una humilde casa en el terreno de sus familiares.
Pero nunca más regresó. Pasaron 38 días de esa despedida ignorada por todos y ahora las próximas horas pueden deparar lo peor para la familia de Alejandra.
Justamente su desaparición tuvo que ver con las cosas que estaba comprando para hacerse la casa. Hay dos hombres detenidos, uno de 34 años que le iba a vender las chapas para el techo y otro de 31 que confesaron haberla matado.
El hombre de 34 años, al que conocía como cliente de la panadería donde trabajaba, se gastó el dinero que le había dado y esto enfureció a Alejandra, que juntaba peso a peso de su magro sueldo para el sueño de la casa propia. Discutieron fuertemente y el hombre la mató a golpes.
Luego su amigo lo habría ayudado a quemar el cadáver y a hacerlo desaparecer, sin embargo aún el cuerpo no aparece y los homicidas se contradicen y dan versiones diferentes de su paradero.
Primero dijeron que la habían arrojado en una zanja, en un terreno de Pena y Tampico donde ayer la Policía con perros, que habían olfateado ropa de la mujer, rastrillaron el terreno pero no encontraron nada. También se buscó el miércoles en una casa de Tomás Texeira 4940 y Garzón, donde uno de los detenidos trabajaba como sereno de una finca que está a la venta. Allí tampoco se encontró pero los investigadores de Delitos Complejos y Policía Técnica, mediante análisis con la técnica del luminol, encontraron rastros de sangre que intentaron limpiar.
Ayer la madre de Alejandra y su hermano ofrecieron pruebas para tener un ADN con que cotejar las manchas de sangre halladas.
EL ENCUENTRO. Alejandra, que trabajó en la panadería Las Maravillas de Garzón al 311 durante 15 años, el 26 de octubre salió del comercio a las 21.15 horas y cruzó hasta la parada que está enfrente al local a encontrarse con el hombre al que le había dado $ 2.500 para comprarle las chapas. Allí se perdía el rastro de Alejandra.
"Nosotros al principio cuando no llegó pensamos que capaz que se había quedado en la casa de una señora donde ella había vivido un tiempito, pero nos dijo que no la había visto. Después el hermano fue hasta la casa del hombre este que le iba a vender las chapas. Él le dijo que Alejandra había estado allí, pero que no le habían gustado las chapas y que la acompañó hasta que se tomó el ómnibus a las 10 de la noche", contó su tía a El País.
"Ella no salía a ningún lado para juntar el dinero de la casa, se iba en bicicleta a las dos de la madrugada a trabajar. Lo único que queremos es que los asesinos paguen por la monstruosidad que fueron capaces de hacer", dijo la tía de Alejandra.
Ayer la numerosa familia de Alejandra se daban ánimos entre sí, ya con la esperanza perdida de encontrarla con vida.
Su tío, quien le construía la humilde casa de bloques y chapas al lado de la suya en sus tiempos libres, caminaba desahuciado entre la construcción a medio hacer, tan trunca como el destino de su sobrina.
"Ya habíamos levantado las vigas, ella me decía yo te ayudo tío y yo le decía: `no m`ija, dejá, descansá`. Era una gurisa divina, bárbara y tremendamente trabajadora. Solamente dos años estuvo sin trabajar cuando sufrió un aneurisma del que se salvó de milagro y no le quedó ni una secuela. Es una injusticia increíble lo que pasó", comenta mirando el piso. Ayer los dos detenidos, así como compañeras de trabajo de Alejandra y familiares declararon en el juzgado. Los hombres acusados del crimen volverán hoy a juez.
Siguen una pista por Carina
Los policías de Delitos Complejos siguen una pista firme para ubicar a la joven Carina Beatriz Machín Quintana de 27 años, casada y con un hija de 4 años. Carina salió el 21 de noviembre sobre las 19.30 horas con lo puesto hacia su trabajo en el restaurante "El viejo y el mar" en la rambla de Punta Carretas. Nunca llegó allí ni se tuvo noticias de ella. La joven iba normalmente caminando hasta su trabajo ya que vivía cerca en la calle, Patria próxima a la Facultad de Ingeniería. Había ido a la casa en horas de su descanso ya que había trabajado en la mañana y retornaba para trabajar en la noche.
Dos años del caso Natalia y varias pistas
En un mes y medio se cumplirán dos años del caso Natalia Martínez. La investigación sobre la muerte de la joven parece haber llegado a una encrucijada.
El abogado de la familia, Ignacio Berti, espera reunirse con el fiscal del caso, Carlos Reyes, para examinar nuevas líneas de investigación que, confía, podrían finalmente echar luz sobre lo ocurrido.
Luego de su desaparición en la madrugada del 19 de enero de 2007, siguieron 22 días de búsqueda masiva. Cuando finalmente se halló el cadáver de la joven los indicios eran demasiado débiles como para orientar la investigación. La causa de su muerte, por ejemplo, nunca fue del todo precisada. El caso involucró la indagatoria de más de 200 personas.
Otro doble crimen en Piriápolis, el del armero Heber Viera (62) y su hija Natalia Soledad (32) en la madrugada del 20 de junio de este año, puso una vertiente nueva al caso Natalia. Uno de los dos procesados por el doble asesinato acusó al otro, un joven con ciudadanía española, de conocer la identidad del asesino de Natalia Martínez. La investigación se reorientó con entusiasmo hacia este ángulo, pero al cabo de un mes volvió a caer en punto muerto.
De todas formas, tampoco esta línea de investigación se ha cerrado para los investigadores policiales. Se aguardaba, entre otras cosas, información solicitada a las autoridades españolas y argentinas.
Ahora el abogado Berti confía en que los múltiples elementos reunidos durante todo este tiempo puedan volver a echar a andar el caso. En la órbita judicial el caso se encontraba en manos del juez Néstor Saravia, sin embargo el magistrado se trasladó a otra jurisdicción y su suplente es un magistrado que hasta ahora se desempeñaba en Tacuarembó. El impasse en la sede judicial puede llevar a dilatar también las diligencias pendientes.