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La línea amarilla

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Juan Oribe Stemmer

Para el Día del Patrimonio se pintó sobre el pavimento de la Ciudad Vieja una línea amarilla que marcó el perímetro del cinturón de fortificaciones que defendió San Felipe y Santiago de Montevideo hasta los primeros años de nuestra independencia.

Esa línea invoca el fragor de batallas más o menos cruentas y lejanas, historias de asedios y relatos de aventuras y desventuras protagonizadas por nuestros antecesores con su callado coraje y, seguramente, mucho de cristiana resignación.

Montevideo estuvo sitiada (aunque con diferentes líneas de defensa) durante casi 16 años de los cuarenta años que transcurrieron entre la batalla de Las Piedras y el pacto que puso fin a la Guerra Grande. Sin embargo, la ciudad solamente fue tomada por asalto una vez: por los británicos a principios de 1807, cuando invadieron los pueblos del Río de la Plata.

Hace algo más de dos siglos, en la calurosa noche del 2 al 3 de febrero de 1807, las fuerzas británicas aprovecharon la bajante del Río de la Plata para sorprender a los agotados defensores y consiguieron entrar a la bayoneta en la plaza fuerte de San Felipe y Santiago de Montevideo. Los españoles (es decir, nosotros) habían resistido por días un bombardeo concentrado, por mar y tierra. Soldados, milicias, tripulaciones de los buques de la Armada Real española, marinos de los corsarios franceses fondeados en el puerto, vecinos de la ciudad y sus esclavos, enfrentaron con gran coraje a soldados profesionales bien equipados y entrenados.

Fue una batalla sangrienta: en el asalto, los británicos tuvieron 397 bajas entre muertos y heridos, los españoles en torno de 800 muertos y 500 heridos (a los que habría que agregar unos dos mil prisioneros). Para tener una mejor idea del costo del ataque basta mencionar que en aquella época la población total de Montevideo era de algo más de nueve mil personas.

El alto el fuego entre ambos bandos se produjo a eso de las tres y media de la madrugada del 3 de febrero. Al amanecer flameaban la unión jack británica sobre la catedral y la bandera de tregua sobre la Ciudadela, el último reducto de la heroica defensa.

En esa terrible noche, cuando todavía se estaban discutiendo los términos de la capitulación, relató un testigo, "pareció surgir una gran luz de la bahía: era evidente que habían incendiado la fragata". Los marinos españoles habían incendiado la corbeta "Atrevida" de la Armada Real. Poco después el navío voló por los aires. Sin embargo, el sacrificio no fue en vano. El incendio impidió que los navíos británicos penetraran en la Bahía de Montevideo, lo que dio a muchos patriotas la oportunidad para escapar en botes y lanchas hasta la costa del Cerro. De allí se trasladaron a Buenos Aires, para continuar con la lucha.

El año pasado, en el curso de las obras del nuevo muelle a cargo de la Terminal de Contenedores Cuenca del Plata (TCP), fueron halladas varias piezas de madera tallada que habían estado sepultadas en el barro del fondo de la Bahía. Los estudios de seguimiento arqueológico realizados por la empresa, como parte de las obligaciones en su contrato con el Estado, concluyeron que las piezas habían pertenecido a la figura de proa de la corbeta "Atrevida".

El Día del Patrimonio la empresa TCP abrió al público las instalaciones donde se están tratando los restos del orgulloso león que engalanaba la proa de la corbeta, para conservarlo como parte del patrimonio histórico marítimo de nuestro país.

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