José Millán de Astray, el de "¡Viva la muerte!"

Luciano Álvarez

Manco, tuerto y cosido de cicatrices, alguien describió al general Millán Astray, como un personaje "recompuesto de garfios, maderas, cuerdas y vidrios". Su figura quedó fijada para la Historia un 12 de octubre de 1936. Ese día protagonizó uno de los intercambios de palabras más célebres de la historia cuando habría gritado: "¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!", para enaltecer la réplica de Don Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca: "Venceréis pero no convenceréis".

José Millán Astray y Terreros nació en La Coruña el 5 de julio de 1879. El ejército, la violencia y un indisimulado gusto por la fanfarronería, bastarían para resumir su vida. Ingresó a los 15 años en la Academia de Infantería de Toledo; a los 17 estaba peleando como voluntario contra la rebelión nacionalista de Filipinas. En 1906, vuelto a España como Capitán, aprovechó para casarse con la hija de un general: Elvira Gutiérrez de la Torre.

Sin embargo -cuenta Paul Preston (Las tres Españas del 36)- cuando el joven capitán se disponía a consumar el matrimonio, la desposada le confesó, tímida, pero convincentemente, que había jurado mantener su castidad de por vida.

A pesar de tamaña sorpresa, Millán Astray no anuló el matrimonio, como hubiera sido su derecho, sino que mantuvo con "Elvirita", una relación "fraternal". Ella le cuidó con devoción hasta su muerte y él compensó la falta de sexo hogareño con una ferviente fe en su propio atractivo sexual y una inclaudicable vocación de seductor. Se jactaba de haber besado a todas las mujeres que conocía, incluyendo nueve monjas de clausura y tres abadesas.

Al menos una conquista está probada. Fue amante del gran símbolo sexual de la España franquista, la cantante de cabaret y actriz argentina Celia Gámez.

En 1941, ya con 62, decidió anular su matrimonio, nunca consumado en 35 años y se casó con Rita Gasset, que tenía, precisamente, esa edad y había quedado embarazada. Cuando Millán informó a Franco de la situación, éste le respondió: "No me darás este escándalo. Te prohíbo que lo hagas". Tuvo que irse con Rita Gasset a Lisboa.

Millán Astray había puesto los cimientos de su pedestal de héroe guerrero, dos décadas atrás, en 1920, cuando propuso la creación de una Legión Extranjera española, sobre el modelo de la francesa. Fue nombrado su primer jefe y eligió como su segundo a un joven paisano suyo, el comandante gallego Francisco Franco Bahamonde.

El 10 de octubre de 1920, llegaron a Ceuta los primeros reclutas: una abigarrada colección de inadaptados y asesinos, algunos duros, otros meramente despreciables; mezcolanza de bandidos, forajidos y descontentos que comprendía desde criminales fugitivos hasta veteranos de la Guerra Europea, incapaces de adaptarse a la existencia en tiempos de paz, incluso anarquistas que huían de la represión en Barcelona.

Millán los saludó con estas palabras: "Os habéis levantado de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, vuestras vidas estaban terminadas. Habéis venido aquí a vivir una nueva vida, por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir". Cerró su arenga con la expresión que lo identificaría: "¡Viva la muerte!"

Juntos, Millán Astray y Franco, amalgamaron aquella banda de inadaptados y psicópatas, en una lógica de camaradería, simbolizada por la idea de que cualquier legionario acudiría siempre a ayudar a un compañero al grito de "¡A mí la Legión!", ya fuera en plena batalla, ya en una refriega en un bar. Millán Astray era un comandante afable que solía invitar a sus oficiales a beber con él y tenía debilidad por contar chistes.

José Millán Astray y Terreros fue, quizá -dice el historiador Paul Preston-, la persona más influyente en la formación moral e ideológica de Francisco Franco. En la Legión, el joven oficial aprendió importantes lecciones en cuanto a la función del terror y sabría cómo aplicarlas. En la Legión ambos institucionalizaron y predicaron los valores brutales y embrutecedores con que Franco libró y ganó la guerra civil española.

Era común que los legionarios decapitaran a los prisioneros y exhibieran sus cabezas cortadas: a la duquesa de Vitoria, filántropa que organizó a un grupo de enfermeras, le dieron la bienvenida con una canasta de rosas en medio de la cual había dos cabezas moras.

Cuando el dictador Primo de Rivera fue a Marruecos en 1926, quedó horrorizado al ver que un batallón de la Legión aguardaba la inspección con cabezas moras clavadas en las bayonetas.

Millán y Franco gozaban con la terrible reputación de sus hombres, pero también daban el ejemplo de valentía.

"No nos consta que Franco demostrara miedo alguna vez" confesó el escritor socialista Arturo Barea, que había pasado por la Legión. Pero, si Franco era valiente, también era frío y cauteloso; de modo que apenas recibió una herida grave en toda su carrera.

Por el contrario, la temeridad de Millán en el campo de batalla hizo estragos en su persona: en 1921 una herida le dejó una enorme cicatriz en el pecho; al año siguiente, recibió otra, grave, en la pierna; en 1924 perdió el brazo izquierdo cuando una bala le atravesó el codo. Dos años más tarde, en 1926 una bala penetró en su mejilla, le destrozó la cuenca del ojo derecho, le rompió la mandíbula y le sacó numerosos dientes, a consecuencia de lo cual luciría una terrible cicatriz, y un parche negro que ocultaba su cuenca vacía.

A raíz de esta última herida, uno de sus subalternos le envió un telegrama que decía: "Felicítole por cuarta, gloriosa herida. Stop. Espero impaciente la quinta". Al parecer, Millán Astray quedó encantado con el mensaje.

La República no tenía estima por los militares del tipo de Millán Astray. De modo que al año de su proclamación, en 1932, fue pasado a la reserva y en 1936 a retiro definitivo.

A esa altura la Legión extranjera española era una leyenda. En 1935 se estrenó "La Bandera", película francesa basada en una novela de Pierre Dumarchais, adaptada por el gran guionista Charles Spaak, dirigida por Julien Duvivier y protagonizada por la mayor estrella del cine francés: Jean Gabin.

Aprovechando su fama, Millán Astray inició una bien pagada gira de conferencias por Argentina. Allí se encontraba cuando estalló el alzamiento militar de julio de 1936.

Inmediatamente se volvió a España y Franco colocó a su antiguo jefe al frente de su Oficina de Prensa y Propaganda. Desde ese puesto, Millán divulgó incansablemente la imagen de Franco como salvador invencible. Incluso participó activamente de las maquinaciones que culminaron el 29 de septiembre de 1936, con el otorgamiento del poder total al Caudillo: Jefe de Estado y Generalísimo.

José Millán Astray. Este era el hombre que irrumpía aquel 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, y que protagonizaría el famoso incidente con don Miguel de Unamuno, entre gritos de ¡Viva la muerte¡ "abajo la inteligencia".

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