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Fumo bianco

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JUAN ORIBE STEMMER

La isla de Bali es uno de los paraísos de nuestro planeta. A pesar de ello, después de meses de preparaciones, dos semanas de intensos debates y prolongadas negociaciones, y de más de una frustración, el buen humor de muchos de los participantes comenzó a agotarse rápidamente. Es maravilloso como una actitud imprudente puede, en esas circunstancias, elevar la temperatura ambiente hacia un nivel donde se olvida la formal cortesía diplomática.

Con suerte, ese enojo puede llegar a cristalizarse en una frase más o menos feliz que resume la situación y crea un momento de sinceridad que puede aclarar el ambiente y abrir el camino para una solución.

Esta vez el equivalente ambiental del célebre "¿por qué no te callas?" del Rey de España, fueron las palabras dirigidas por el delegado de Papua Nueva Guinea, uno de los países más pobres, a la Delegación de los Estados Unidos.

En la primera semana de la conferencia, un miembro de la Delegación de los Estados Unidos, el presidente del Consejo sobre Calidad Ambiental de la Casa Blanca, declaró que su país estaba dispuesto a liderar en esta materia, y que continuaría liderando, pero, agregó, el liderazgo también requiere que otros se agreguen a la columna que sigue al líder.

No fue la declaración más sabia, considerando cuál ha sido la actitud de la Casa Blanca, respecto del Protocolo de Kyoto y sus posiciones en la conferencia. Las palabras del funcionario no cayeron muy bien en la conferencia.

La paciencia por fin se le terminó a muchos una semana después, en la tensa última sesión, cuando la principal negociadora de los Estados Unidos, Paula Dobrianski, declaró que su país se oponía a un pedido de las naciones más pobres, por asistencia tecnológica y financiera para combatir el cambio climático. Esta actitud, de parte de uno de los principales contaminadores de la atmósfera, puso en peligro el resultado de la reunión.

Entonces, tomó la palabra el delegado de Papua Nueva Guinea quien posiblemente expresó el sentir de la mayoría cuando advirtió que, si los Estados Unidos, por alguna razón, no estaban dispuestos a liderar en el proceso de formulación de un nuevo protocolo, entonces lo mejor que podían hacer era dejarle el asunto a los demás y no continuar entorpeciendo el proceso de las negociaciones en la que estaban empeñados la inmensa mayoría. Nadie salió en defensa del autodeclarado líder.

El mensaje era claro. La conferencia había alcanzado un punto crítico.

Alguien en la delegación americana debió darse cuenta de que corrían el riesgo de quedar como los causantes del fracaso de una conferencia mundial sobre un tema clave que, además, ocupa un lugar importante en la agenda política interna de su país. Una faceta de cierta importancia, cuando nos aproximamos a las elecciones presidenciales del 4 de noviembre de 2008. Entonces, Paula Dobrianski, volvió a hacer uso de la palabra para declarar que sentía que existía una visión compartida y declaró que su país se plegaba al consenso.

¡Se había conseguido un acuerdo!

Grandes aplausos y alivio general. Como cuando la elección del Papa, una tenue columna de fumo bianco, débil e indecisa, pero blanca al fin, se elevaba al espacio.

Los principales obstáculos comenzarán a aparecer ahora. Entretanto, apenas comienza a entreverse la verdadera dimensión del impacto del cambio climático sobre las sociedades humanas.

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