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De regreso al lugar que lo vio nacer

| Luego de años de ausencia, el uruguayo Walter Acosta dirige una obra propia junto al elenco oficial

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MAGDALENA HERRERA

Uruguay tenía una deuda con el autor, director y actor teatral Walter Acosta. Desde que en los sesenta se radicara en Londres y luego en Ginebra, el reconocido artista uruguayo esperaba alguna vez volver a dirigir a su país natal, o por lo menos que una obra suya se estrenara con elenco nacional. Pues bien, ambos sueños le serán cumplidos en forma simultánea. Acosta dirigirá su obra, En el fondo del pozo vacío, junto al elenco de la Comedia Nacional. Desde hace unos meses, está instalado en Montevideo, demandado por los ensayos diarios, y solo volverá a Europa después del estreno en setiembre.

En el fondo del pozo vacío tiene como protagonista al gran teatrista ruso, Meyerhold, quien fuera trágicamente fusilado en 1940 tras haber adherido a la revolución del 17. Levón lo interpretará en la Sala Verdi, junto a Elisa Contreras, Pablo Varrailhon, Alberto Sobrino, Daniel Spinno Lara, Guido Bosch, Luis Manzione y Miguel Pintos.

Para dedicar una pieza a la vida y obra de Meyerhold, Acosta no solo debió analizar libros y trabajos sobre el artista sino que incluso viajó a Rusia para entrevistarse con allegados a Meyerhold y gente que lo conoció personalmente. "Fue el gran teatrista ruso, fusilado en Moscú en 1940 y de cuya enorme herencia artística todavía estamos aprendiendo. Actualmente existe todo un movimiento de rescate de la memoria de Meyerhold, un hombre del partido, un revolucionario estético y social, a la vanguardia del teatro de ese país. Meyerhold cae en desgracia en 1934 y es una gran víctima, sólo comparable al crímen de García Lorca, aunque en situaciones completamente diferentes", explica el autor y director.

Al igual que obras anteriores de Acosta, En el fondo del pozo vacío toca el conflicto artista-poder, problema universal según el dramaturgo, que se manifiesta en todos los regímenes, cualquiera sea el color. "El artista por definición es rebelde y tiene una necesidad de libertad creadora que va mas allá de los límites que imponen determinadas ideologías. Eso siempre genera conflicto, aún en el caso de Meyerhold que tenía una adhesión muy marcada. En lo que respecta al teatro, el director ruso fue un revolucionario de primera fila. Se adelantó a Brecht en la teoría del distanciamiento y destruye las barreras que existen entre el escenario y el público. Meyerhold trae al público encima del escenario, termina con las candilejas, destierra los trajes pintados. Se alimenta del constructivismo y del futurismo, todas ideas que pertenecen a ese enorme período de turbulencia y creatividad que nace en 1874. Meyerhold dijo: ‘hay que tener formas nuevas, se necesitan formas nuevas, y si no las hay es mejor que no haya nada’. Proféticamente, también él señaló años antes de que lo fusilaran: ‘el artista aprende al precio de su propia sangre’. Esa es la herencia que dejó Meyerhold, que cultivó hasta el último de sus días".

INICIATIVA. Cuando se radicó en Londres, en los sesenta, Walter Acosta debió archivar su aspiración de dirigir en Uruguay. "Lo había hecho antes de irme pero durante todos estos años esperé mucho este momento. Todo surge porque el director artístico de la Comedia, Héctor Manuel Vidal, se interesa por mi primera obra, la que habla de los 503 días de Pinochet en Londres, que fue premiada en Cuba. A partir de esa, pide mis otras piezas, y luego de un período de silencio en el que me comí las uñas, se me anunció, que de las cuatro, elegía la de Meyerhold. Realmente fue una gran satisfacción, que además puede abrir las puertas a la versión que ya está en manos de franceses y a la que estará pronta cuando se termine la traducción rusa", señala Acosta.

—¿Cómo encontró a la Comedia Nacional luego de tantos años?

—Excelente. La Comedia tiene un altísimo nivel actoral. Tuve plena libertad de elección para el elenco, lo cual significó familiarizarme a través de videos. Vi sus últimas 11 producciones. Finalmente mi propuesta de actores fue aceptada en casi un cien por ciento. Y la verdad que tengo un elenco formidable. También la sala me gusta mucho: la arquitectura de Sala Verdi se adecúa mucho al tema y además, por allí pasé como actor y director con muy buenos recuerdos.

—¿En términos generales como encontró al teatro nacional?

—En primer lugar rescato la enorme vitalidad del teatro de este país, rasgo que siempre tuvo pero que ahora todavía es más extraordinario e impresionante. Aún teniendo en cuenta que las condiciones en las que se trabaja ahora son aún peores que en mi tiempo. Me estoy refiriendo a los ’50 y ’60. Hace un par de semanas asistí a un hecho que me resultó emocionante y excepcional: la inauguración de una sala teatral, La Candela. Es de una simbología extraordinaria porque testimonia que a pesar de la crisis, siguen existiendo esos milagros del teatro. En segundo término, he observado la excelencia profesional de una generación joven de actores y directores, y realmente llama la atención. Pero lo que llama más la atención y reconforta es el entusiasmo y el talento que tienen.

—¿No tiene ninguna crítica?

—Con perdón de los autores nacionales, y soy uno de ellos, creo que hay una enorme producción pero no siempre la cantidad condice con la calidad. Hay textos importantes, pero hay otros superficiales. Los propios dramaturgos lo están reviendo.

—¿Vió alguna obra que lo haya impactado particularmente?

—Voy a nombrar dos: Cruzadas y La fuerza de la costumbre. Dos espectáculos totalmente distintos que dan idea de la amplia gama de autores, temas, puestas en escena. En Suiza, que es un país tan chico como Uruguay, no existe ni cerca un movimiento teatral independiente como el de Montevideo. Ese fenómeno de cantidad de salas y puestas solo se da aquí y en Buenos Aires. Ojalá los grupos teatrales contaran con el apoyo que el gobierno suizo da a sus compañías.

Perfil

ORIGEN. Oriundo de Las Piedras, el actor, director y dramaturgo Walter Acosta (67 años) se formó en El Galpón, grupo que integró hasta 1961. Luego fundó el Teatro Los Comediantes, en Las Piedras, del que se despidió en 1967 cuando se radicó en el exterior.

TRAYECTORIA. Contratado como director del departamento de drama de la BBC, desde 1967 Acosta se radicó en Londres, en donde también desarrolló una importante trayectoria como director independiente de teatro, especialmente de obras latinoamericanas. Fue el responsable del estreno mundial en inglés de su propia adaptación de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez. Durante más de dos décadas, el uruguayo dirigió figuras deslumbrantes del escenario londinense como John Gielgud, Trevor Howard, Kenneth Brannagh y Julie Christie.

PREMIOS. En 1988, Walter Acosta fue galardonado con el Premio Pater de Australia por su dirección de Sarcófago, obra del periodista ruso Vladimir Gubaryev, sobre la catástrofe de Chernobyl.

ESCRITOR. El dramaturgo uruguayo comenzó a desarrollar una interesante carrera como escritor teatral, primero en Londres y más tarde en Suiza donde se radicó desde 1992. Su primera pieza fue El Escorpión y la comadreja, inspirada en los 503 días de Augusto Pinochet en Londres, que obtuvo el Premio de Teatro de Casa de las Américas de Cuba. También recibió la Primera Mención de Cofonte por su obra El trapecio loco, pieza basada en la vida de Pablo Podestá. También escribió Yo, Diderot y la obra que próximamente la Comedia Nacional representará, con dirección del propio Acosta: En el fondo de un pozo vacío.

Una trilogía universal

La obra En el fondo de un pozo vacío representa la última pieza de una trilogía escrita por Walter Acosta y dedicada al teatro y la sociedad. De alguna manera, en todas esas piezas Acosta se interna en un conflicto universal que se plantea entre el artista y el poder. La primera, Yo, Diderot, se basa en la vida del polémico comediante francés. La segunda, El trapecio loco, fue dedicada al uruguayo Pablo Podestá. "Reivindica al gran actor actor uruguayo, de quien no se sabe demasiado porque realizó toda su carrera en Rosario y Buenos Aires. Podestá fue declarado loco y recluido en un sanatorio en la capital argentina. Mi obra, justamente, recorre esos cuatro años de reclusión, incluidos esos sueños locos y maravillosos que Podestá manifestó en todo momento. El quería techar Buenos Aires y soltar un millón de calandrias porque decía que la gente estaba triste. Y eso la iba a alegrar. Tenía esa locura grandiosa", cuenta.

La última de la trilogía, En el fondo del pozo vacío, está dedicada al director ruso, Meyerhold, quien marcó una verdadera revolución estética y artística en las primeras décadas del siglo XX. Walter Acosta dirige esta pieza para la Comedia Nacional, en lo que será el estreno mundial, en el mes de setiembre.

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