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Solución uruguaya para una de las infecciones bacterianas más comunes: la urinaria

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Infección urinaria

CIENCIA

Las bacterias, en especial la E. coli, han desarrollado resistencia a los antibióticos; científicos del Clemente Estable buscan fármacos eficientes

Ardor. Presión. Y la necesidad de orinar a pesar de que la vejiga está vacía. Cualquiera puede reconocer estos síntomas. Es una verdadera molestia que corresponde a las infecciones del tracto urinario (ITU), una de las infecciones bacterianas más frecuentes en humanos. Tanto que se considera que las mujeres van a experimentar “al menos” un episodio durante su vida y, quienes tienen menos suerte, padecen tres o más episodios al año, lo que se conoce como ITU recurrentes. Los más afectados son las mujeres y los niños y los hombres a partir de los 60 años. La responsable es la Escherichia coli(E. coli) en su versión uropatógena.

Las infecciones urinarias se tratan con antibióticos. Y he aquí dos problemas. Uno es que los microorganismos que producen las ITU son generalmente resistentes a los antimicrobianos. Y el otro es que los tratamientos comienzan muchas veces sin haber identificado a la bacteria por lo que se suministra un genérico.

Entonces, sin remedios eficaces, ¿cómo se las puede abordar? Aquí entran en escena el químico farmacéutico Nicolás Navarro y la microbióloga Paola Scavone que han avanzado en el uso de nanopartículas como transportadores de antibiótico directamente a las células de la vejiga donde proliferan las comunidades bacterianas intracelulares provocadas por E. coli. El objetivo es este: reducir el consumo de antibióticos al reemplazarlo por concentraciones más adecuadas para el organismo.

Muchas cepas con distinta virulencia.

“Hay para elegir entre las Escherichia coli”, bromeó Paola Scavone, investigadora del Departamento de Microbiología del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. Esto se debe a que hay varias E. coli, una bacteria común que vive en los intestinos de las personas y de los animales sanos. La mayoría de las cepas son inocuas, pero algunas pueden causar graves intoxicaciones alimentarias.

La cepa O157:H7, por ejemplo, puede causar cólicos abdominales intensos, diarrea con sangre y vómitos. Es la responsable del Síndrome Urémico Hemolítico (SUH), enfermedad que se contrae en general por carne picada cruda o mal cocida y por la que se inflaman los vasos sanguíneos de los riñones, lo que puede derivar en insuficiencia renal que, en algunos casos, llega a ser mortal.

La cepa que provoca las infecciones urinarias es la que se llama uropatogénica o UPEC.

Scavone explicó: “Hay otra que es la E. coli enteropatógena (EPEC, es la que se asocia a la diarrea infantil, aguda o persistente) y otra que es la enterohemorrágica (ECEH). Las diferenciamos a través de distintos factores de virulencia. Con eso y otros estudios las clasificamos”.

Bacteria inteligente.

Tres datos que seguro usted no sabía: solo el 20% de un antibiótico llega al sitio de acción (el resto de la dosis se pierde en el camino); la tira reactiva es un indicativo de posible ITU pero no detecta bacterias en la orina; y como el urocultivo tarda 48 horas, es probable que un médico le haya recetado antes un antibiótico no específico.

Y acá viene un cuarto dato. La E. coli es el principal agente etiológico en más del 85% de las ITU. Y, a juicio de Navarro, es “una bacteria inteligente” porque tiene la capacidad de evadir la respuesta inmune y el efecto del antibiótico. E. coli ingresa a las células eucariotas de la vejiga, allí se replica y forma una comunidad bacteriana intracelular.

Allí espera hasta que llega el próximo episodio de infección, lo que ocurre cuando ya la célula no soporta tal invasión y libera las bacterias que reinician el proceso en las células vecinas.

Muestras de orina preparadas para sus análisis en el Laboratorio Suizo de Análisis de Dopaje (LAD) en Lausana, Suiza. Foto: EFE
Muestras de orina

“Casi ningún antibiótico logra ingresar con concentraciones activas a la célula. La bacteria escapa totalmente de la acción del fármaco”, apuntó el estudiante del doctorado en Biotecnología de la Universidad de la República.

Scavone, investigadora del Departamento de Microbiología del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, indicó que, en la actualidad, un médico “tiene muy pocas herramientas en la consulta para decir si una persona tiene ITU y no tiene casi ninguna herramienta para saber qué antibiótico tiene que darle”. Con todo, el paciente toma un medicamento que, además de no brindarle mejoría, arrasa con todos los microorganismos sensibles a este y refuerza a los que son resistentes.

¿Y cómo llega la nanotecnología a esto? Porque los investigadores buscan la forma de que el antibiótico ingrese a las células eucariotas de la vejiga y ataque desde adentro a E. coli. En el laboratorio, Navarro está creando nanopartículas a partir de óxido de zinc (se ha probado también con plata y con oro) con capacidad antibacteriana y que son biodegradables. Estas tienen “la misma llave” (una proteína) que a la E. coli le permite entrar en las células y que aquí sirve para abrirle paso al fármaco. “Las partículas que fabricamos funcionan”, afirmó.

En una de las fotografías se pueden ver las nanopartículas identificadas con color azul. El color verde corresponde a las bacterias dentro de la célula.

Nanopartículas en célula de la vejiga
Nanopartículas en célula de la vejiga. Foto: P. Scavone

“De esta forma somos capaces de dirigir el antibiótico al sitio donde queremos que actúe y no a otro lado. Una de las ventajas de las nanopartículas es que el efecto se ve en cantidades muy pequeñas entonces se reduce muchísimo las dosis de antibiótico, al tiempo que se protege a las otras bacterias que son esenciales y son parte de nuestra microbiota”, explicó Scavone.

Navarro agregó: “La gracia de la nanotecnología es que puedo tomar un antibiótico de uso común, que normalmente no llega a la orina, lo puedo encapsular, agregarle una molécula que funciona como guía para que viaje a un lugar específico del cuerpo y elimine lo que esté ahí adentro”.

La investigación continúa con la evaluación de las dosis y de otros parámetros que se ajustan en los experimentos en distintos modelos. La meta está clara: resolver el tratamiento de una de las infecciones bacterianas más frecuentes y controlar la resistencia de la E. coli.

Microbiota urinaria: poco estudiada.

El equipo de la doctora en microbiología Paola Scavone estudia también la microbiota del tracto urinario o, en otras palabras, “los microorganismos que viven con nosotros dentro de la vejiga”.

Se creía que la orina era estéril y no es así. Posee bacterias que no pueden ser identificadas por métodos convencionales de cultivo bacteriano. “Y como todos los microorganismos cumplen una función”, comentó.

Con esto, los científicos comenzaron a analizar las diferencias entre la micriobiota urinaria de una persona sana y la microbiota de una persona con infecciones urinarias recurrentes. “Una de las cosas más interesantes que hemos visto hasta ahora es que las personas sanas también tienen bacterias intracelulares por lo que no es algo completamente anormal, por lo que estarían cumpliendo alguna función. Todavía no sabemos cuáles son esas bacterias”, apuntó.

Si bien las infecciones urinarias son un cuadro muy frecuentes (el 40% de las mujeres y el 12% de los niños experimentan al menos un episodio en sus vidas a nivel mundial y la prevalencia de la recurrencia es entre el 20% y el 40% en los siguientes 12 meses de ocurrido el primer episodio), no es una patología demasiado estudiada.

De la microbiota urinaria se sabe poco: que es menos rica y menos variada que la intestinal; que está compuesta principalmente por lactobacilos y, en menor medida, por géneros de bacterias Streptococcus, Staphylococcus, Corynebacterium y Gardnerella. Todavía se desconocen los factores que pueden influir en su presencia.

Las mujeres desarrollan con más frecuencia infecciones urinarias debido a que su uretra es más corta y la abertura de la misma se encuentra más cerca del ano. En el caso de los hombres es más frecuente que se presente luego de los 60 años cuando comienzan a ser más propensos por problemas con la próstata y obstrucciones del tracto urinario; además crece el número de pacientes cateterizados, lo que constituye un riesgo para la introducción de microorganismo.

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