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Un recorrido por Pueblo Gaucho: un viaje a nuestras raíces

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Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo

MALDONADO

El parque temático se construyó con muchos materiales reciclados que viajaron desde distintas partes del país. Un lugar que conjuga cultura y naturaleza.

"Vamos a viajar en el tiempo”, le dice a su nieto. El niño, de 4 años, le pregunta: “¿Cómo?” Y Blanca, a quien todos en Pueblo Gaucho conocen como “Negrita” y es la encargada de guiar la recorrida, les explica que la idea es transportarse en el tiempo a través de este pueblito, que muestra cómo se vivía en la época de los gauchos.

La visita comienza por la posada, o “la posta”, como dice Negrita con un entusiasmo en su forma de hablar y gesticular que delata su amor y conocimiento sobre el tema. Aquí hay un fogón que está por encenderse y los aromas, la construcción, cada detalle sumado al relato de la guía son la bienvenida para este viaje al pasado.

“Este lugar es un orgullo para todos los uruguayos”, señala, “porque de todas partes del país hay algo. Se hizo un recorrido y se trajo cosas de distintos departamentos. Por eso esto es algo tan nuestro”.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

El visitante mira la construcción y con el relato aparecen cosas y personas en la imaginación: viajeros que llegan en carros y necesitan descansar, paisanos que comparten un guiso carrero en el fogón, caballos agotados que al fin encuentran sombra para reposar.

Negrita, quien dice entre risas que tiene “un año menos que la humedad”, es abuela de siete nietos y sus ojos brillan cada vez que hay niños en el recorrido, porque le encanta enseñarle los detalles de la época: “Es que el pueblito tiene un encanto maravilloso”, dice, mientras esquivamos una ranita que se coló en la habitación de la posada.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

En el lugar, “olorcito a viejo”, cocina a leña, colchones de lana, lo básico pero todo lo que el gaucho necesitaba para poder descansar y continuar el camino más tarde.

Hay todo tipo de detalles en los que vale la pena detenerse como, por ejemplo, ladrillos de las paredes de esta posada: “Fueron traídos de una fábrica muy antigua de Montevideo. Son enormes y pesan entre ocho y 10 kilos cada uno”, señala Negrita.

El recorrido sigue: es aproximadamente de una hora en total, y pasamos por la plaza del pueblo, donde los paisanos se juntaban a tocar la guitarra, conversar y bailar, hasta llegar a la zona de los ranchos. Estos son muy humildes, hechos con lo que había en aquel momento: caña, paja y terrón.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
 Foto: Ricardo Figueredo

Negrita explica que las puertas son más bajas que las que hoy conocemos porque se solían hacer de la altura que permitía el cuero de vaca, ya que este era el material que las formaba junto con palos. “El excusado es un pozo con cuatro palos y cuero”, dice, y, por supuesto, estaba afuera. Los ranchos solían ser dos: en uno estaba la cocina y en otro el dormitorio. “Al no tener cocina, hacían un fogón y colgaban encima la olla; por el humo que se hacía tenían el dormitorio aparte, aunque si el tiempo estaba lindo cocinaban afuera”, sostiene Negrita, quien sonríe detrás del tapabocas y explica que “realmente se vivía así”, en estos ranchos que son “muy frescos en verano y calentitos en invierno”, por los materiales y la forma.

La próxima parada es la herrería: una de las construcciones más pintorescas, al lado de un lago con juncos y patos, en la que desde lejos se ve girar la noria por la fuerza del agua que le llega desde una pequeña cascada. Por dentro, se muestra cómo trabajaba el herrero.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

A continuación se visita la estancia, donde vivían los españoles que formaron el pueblito. Sillones, cuadros, camas, cocina, pelelas, puertas, ventanas, paredes, todo de época.

En este pueblo no puede faltar el galpón de esquila: hecho de terrón de barro y paja, aquí se esquilaba a las ovejas a tijera. “Se les ataba una mano y las dos patitas, se les cortaba la lana, se hacía un rollo con la lana y se la tiraba en esa bolsa donde había una persona, que se llamaba el embolsador, que la apretaba pisándola.

Pueblo Gaucho crecerá e incorporará atractivos: en un futuro habrá una exposición de carruajes, entre ellos un coche fúnebre, una locomotora, entre otras cosas.

Mientras esperan a la locomotora, que seguramente será una de las preferidas de los más chicos, la estación de trenes está abierta: con un tramo de vía, el andén recreado a la perfección, bancos, boletería, hasta una valija antigua que olvidó algún viajero.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

Una vez más, todos los detalles son dignos de atención: aquí, por ejemplo, el techo está hecho con tejas que vinieron en barco desde Europa: “Fueron traídas de Francia como lastre en los barcos. En su lugar, los europeos se llevaban lana, carne, cueros”.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

También cuenta la historia de las tejas “musleras” que cubren la iglesia, que visitamos tras la estación. Se llaman así, dicen, porque esas tejas eran hechas por los indios que utilizaban sus muslos para darles forma: “Moldeaban en barro en su pierna y después las quemaban”, señala.

En la iglesia, recreada igual que las de la época, como imagen principal en el altar está la Virgen de los Treinta y Tres: “Es considerada la virgen de los gauchos”, dice la guía, al tiempo que también cuenta sobre “el santo del mate”. Se trata de San Roque González de Santa Cruz (1576-1628), un jesuita criollo nacido en Paraguay que promovió entre los indígenas la infusión de la yerba mate como una manera de erradicar el alcoholismo.

Blanca, la guía de Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Blanca, la  guía  de Pueblo Gaucho. Foto: Rosana Decima

Un cementerio, una pulpería, la escuela, este “pueblito mágico” lo tiene todo, hasta un pintor: Elías. También una panadería y por estos días llegará Marta, especialista en panes y torta fritas.

Pueblo Gaucho. Foto: Ricardo Figueredo
Foto: Ricardo Figueredo

En el hospital, por ejemplo, se puede ver una camilla de época que utilizaban para hacer amputaciones. En la comisaría, los calabozos tienen barrotes y grilletes reales.

Días, horarios y contacto.

El parque temático Pueblo Gaucho está en Aparicio Saravia y Elías Regules, Maldonado. Abre todos los días, excepto los miércoles, de 10 a 12 y de 15 a 21 horas. Las recorridas son a las 10, 15, 17 y 19 horas, salvo los lunes que son a las 17 y 19 horas. Niños de hasta 12 años acompañados por un mayor no pagan entrada, de 13 a 60 años se paga $300 y los mayores de 60 abonan $200.

Por consultas se puede enviar un correo a [email protected].
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