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RECUERDO

La última entrevista que dio Rafael Viñoly al diario El País

El arquitecto uruguayo murió este viernes a los 78 años. Su huella quedó impregnada en diseños de todo el mundo.

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Rafael Viñoly. Foto: Leonardo Mainé

Por Analía Filosi
El reconocido arquitecto uruguayo Rafael Viñoly murió este viernesen Nueva York a los 78 años. Diseñador del Aeropuerto de Carrasco y del polémico proyecto de reforma del Hotel San Rafael, el arquitecto uruguayo inauguró el Edificio Plaza Alemania, un moderno edificio de oficinas enclavado en la Rambla Sur de Montevideo. En entrevista con El País en agosto de 2019 habló sobre la arquitectura y la ciudad.

-Se ha definido a Edificio Plaza Alemania como una construcción al estilo Nueva York o Londres, pero en Montevideo.

¿Qué destaca del proyecto??

-Es como si estuviera hecha en Suiza, más por el tamaño. Y una cosa muy importante es que está hecha con cariño. Esto se extiende no solo para lo que es habitual para nuestro trabajo como arquitectos, sino también para la construcción, los obreros, los contratistas, los ingenieros… Ha sido hecha con un nivel de profesionalismo absolutamente único sin recortar los gastos necesarios para hacer una cosa que está pensada a largo plazo. Un edificio es una inversión, por lo menos, a 70-75 años.

-¿Qué le aporta a Montevideo?

-Desde el punto de vista comercial, otro nivel de jerarquía a las condiciones del edificio corporativo. Desde el punto de vista arquitectónico, tiene esa especie de dignidad de que no depende de la última moda en la apreciación estética del edificio. La arquitectura, en general, es un fenómeno en el que uno tiene que tener una experiencia física, en real time. Este edificio es muy distinto de lo que se ve alrededor. Es un poco lo que pasó con el que hicimos en Nueva York, el más alto de la ciudad, que se nota pero porque no parece contemporáneo, tiene una cosa clásica, de enorme discreción sin levantar la voz. Lo mismo que el Aeropuerto de Carrasco, que se nota porque es simple, directo, claro para cualquier persona, y tiene esa cosa de la forma y de las proporciones.

-¿La arquitectura debería ser directa, de edificios funcionales?

-Todos los edificios son funcionales, ese es el problema de esta profesión, creer que en el fondo es una excusa para la expresión artística de un arquitecto y no hay nada más lejano a la realidad que eso. Ningún edificio se hace si no es por algún motivo preexistente al arquitecto y a toda la cuestión de la expresión arquitectónica. De ahí viene toda esa especie de confusión con estas tendencias a incentivar el funcionalismo de un edificio o su valor cultural como experiencia escultórica. Creo que es una confusión muy habitual de este momento, cuando en realidad la arquitectura no tiene nada que ver con la escultura ni con el negocio. Junta estas dos cosas de una manera que se potencian a sí mismas. Todo lo que a uno le gusta no es que esté desconectado de a quién le tiene que gustar. A la gente que le tiene que gustar es a la que camina por la calle y a la que está adentro. El juicio real de un edificio es un juicio que depende de su operación en vez de solamente de la forma.

¿Qué tiene Plaza Alemania de Viñoly?

-Yo siempre digo que nosotros no tenemos un estilo reconocible. Si uno cree que está en este oficio para satisfacer una agenda estética personal, no entendió nada. Acá ninguno puede hacer nada si no hay alguien detrás que pone dinero y, además, tiene que hacer dinero, contribuir a una evolución del uso para el cual el proyecto está dedicado. No es, como decían antes los arquitectos, que está pensado de adentro para afuera o de afuera para adentro. El buen diseño arquitectónico depende de su contribución a las razones por las cuales se hizo el edificio. Yo siempre pienso que es un error fatal la idea de que todo tiene que estar protegido en lugar de integrado. La ciudad cerrada, los parques cerrados, las rejas... Con todos los riesgos que tiene la inseguridad, igual creo que si uno se repliega es imposible que un edifico forme parte de la ciudad. Y un edificio sin la ciudad no puede funcionar.

Rafael Viñoly
Sus proyectos y diseños están en Europa, Estados Unidos y Medio Oriente. Foto: Leonardo Mainé

-El momento para invertir parece no ser el mejor?

-Es un momento difícil, pero siempre fue difícil y no es menos difícil que en ningún otro lugar. Trabajo en Nueva York, Londres, California, San Francisco, Medio Oriente… todos tienen estos problemas. Y Uruguay es, en particular, muy notable porque está muy asociado con la situación de la región, con Brasil y Argentina. La diferencia es que mantiene esa especie de cuota de normalidad. Este país ha sido siempre así, ha tenido sus desvaríos, pero en comparación con otros países de la región es completamente modelo. También a nivel arquitectónico, con gente con la convicción de que puede opinar sobre el tema, una cosa bastante única. En general, a todos los arquitectos les molesta, a mí no; al revés, es fundamental que opinen. Las cosas siempre salen mejor si alguien participa.

-¿Es lo que le pasó con el caso del rediseño del Hotel San Rafael, en Maldonado?

-Seguro. Forma parte de la idea de que la arquitectura es un acto social, no es una tarea de laboratorio o de estudio privado. Es parcialmente el resultado del talento, pero no tanto. Es un campo de acción donde yo creo que la condición más importante es la inteligencia, saber percibir hasta qué punto una cosa funciona.

-¿Quedó conforme con los cambios implementados en el San Rafael para que se pudiera avanzar?

-Desde ya, pero más que nada porque creo que es un proyecto que se va a ver en muchos años, que es la parte difícil que cualquier actividad en planeamiento. Maldonado ha tenido una evolución que tiene esa cosa perversa entre lo que la gente quiere y lo que la gente no quiere pero tiene que aceptar. Esta especie de crecimiento que nadie quiere que suceda, pero sin crecimiento no hay trabajo. Esa es una disyuntiva propia de cualquier proceso de urbanización, suprimirla es política y humanamente equivocado. A la gente hay que explicarle en qué camino estás si no se dio cuenta. Que uno piense que eso hay que congelarlo, es como cancelar el futuro. El otro argumento es el tema de la conservación, que tiene esa contradicción increíble que es que la gente ha pasado a conservar lo viejo aunque sea malo. Las cosas, como los seres humanos, se descomponen; hay que mantenerlos. Los edificios son iguales, si uno los deja, se mueren. La reconstrucción del San Rafael es la mejor solución desde cualquier punto de vista: comercial, urbanístico, arquitectónico, de paisaje.

-¿Hay un edificio que sueñe hacer en Uruguay?

-En la mitad de la primera administración del presidente Tabaré Vázquez, nos llamaron para hacer una propuesta para la renovación y la reutilización de la estación de AFE. Hicimos un proyecto de una inversión de unos U$S 300 millones. Ganamos la licitación y se dieron cuenta de que no eran los dueños del terreno. Un papelón, pero no importa. Era un proyecto de viviendas, comercial, de un centro de gestión conectado con la actividad del puerto y con la actividad cultural.

-¿Y algo de cero que desee desarrollar?

-El cero en este oficio no existe, siempre hay una base. Acá está el puerto, la Ciudad Vieja, el Cerro… todas cosas que tienen algún nivel emblemático pero que han sido completamente destruidas por el tiempo y la falta de mantenimiento. El puerto es una idea de Artigas, la idea pivotal de toda la existencia, y que esté como está es uno de los disparates más grandes del mundo. El puerto de aguas profundas está ahí, hay que arreglarlo nada más. Un proyecto de corte inmobiliario, que traiga una inversión de mil millones de dólares, te cambia esta ciudad en tres años. Esto es lo que tiene de genial este lugar, es chico, de gente educada, donde todo el mundo se conoce. Primero hay que desburocratizar, que es una tarea difícil en una población que tiene una gran proporción de empleados públicos. Lo que hace falta es un par de privados que invierta. En el fondo también hay que educar y evitar la controversia política. Va a haber mercado porque estas cosas son como entregas sucesivas, como Netflix, tenés que ver un capítulo, después el otro… no toda la serie el primer día. Te aburrís, te da dolor de cabeza. Esto es igual, pero alguien tiene que hacer la película. Y todos los procesos colectivos siempre dependen de una condición de liderazgo, no suceden por la masa. El problema es que el liderazgo siempre ha tenido una cuota de corrupción. Cualquiera que haga algo siempre será para su beneficio personal, cosa que es ineludible y que solamente no debería molestar, sino que tendría que ser aplaudida y ayudada porque en el camino todo el mundo tiene trabajo. Este país se arregla en 14 minutos, pero tiene que ser en los primeros 14; si se esperan otros 14, no se arregla.

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