Verano 2019
Aunque está a la vista de todo Punta del Este, la isla guarda una calma que se ve poco en el balneario.
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Llegar a la Isla Gorriti, ubicada frente a la Playa Mansa de Punta del Este, no es complicado ni oneroso: el cruce cuesta $ 350 ida y vuelta, y durante casi todo el día, cada 15 minutos, hay lanchas que brindan el servicio a quienes se acercan al puerto.
Esta no fue una temporada fácil, comenta Walter, uno de los vendedores de Cruceros Samoa, una de las empresas que se encargan del cruce. Según cuenta, la cantidad de personas que hay por estas fechas en el este es similar a la de principios de diciembre en otros años, aunque el local en el que trabaja parece recibir muchísimas consultas para este y otros viajes de pesca o excursiones a Isla de Lobos.
Tras tomar la lancha y navegar a la isla, la experiencia esteña comienza a cambiar: Gorriti es un lugar donde el ruido y el bullicio de Punta del Este quedan atrás, para dar lugar a un sitio paradisíaco, en donde el bosque y la playa crean un ambiente perfecto para el rélax.
Hace doscientos años un incendio devastó la flora y fauna autóctona de la isla; ahora hay un pinar que fue plantado para sustituir las palmeras de antaño y allí muchos deciden protegerse de los rayos del sol.
José Méndez, guardaparques de la isla, vive en el lugar hace más de tres años con su esposa Laura Larrosa. Méndez asegura que muchas veces las personas que llegan solo cruzan del muelle a la Playa Honda sin tomarse el tiempo para explorar. Entre las atracciones que destaca están las antiguas baterías de cañones, un cementerio y hasta una pequeña cárcel subterránea que pueden descubrirse aprovechando los caminos.
Según el encargado del sitio, los mitos dicen que hay tesoros enterrados por la isla, que presuntamente pertenecieron a los ingleses. Muchas veces hay que correr a quienes llegan con detectores de metales, ya que no puede excavarse por tratarse de Patrimonio Nacional. Méndez asegura que la isla tiene en un solo día los “cuatro climas”, dependiendo de donde uno se ubique, lo que la vuelven muy disfrutable y única.
La playa.
Cruzando el muelle y atravesando el sendero del bosque se encuentra Playa Honda, que cuenta con servicio de guardavidas y parador.
Según Maximiliano Dorelo, guardavidas del lugar, la costa que cuida es profunda pero relativamente tranquila, el mayor peligro son en general las embarcaciones y motos de agua que se acercan demasiado a la playa.
Dorelo asegura que se sorprendió al descubrir que la playa no es de un “jet set”, sino que asisten turistas tanto uruguayos como de otros lugares.
Por su parte, Gerardo Antoni, encargado del parador de la misma playa sostiene que ésta ha sido una temporada lenta. El parador abrió en los primeros días de enero con la temporada ya comenzada y tiene algunos problemas logísticos porque no existe la energía eléctrica y se deben arreglar con un generador.
Visitantes.
Según Dorelo, en la Playa Honda pueden llegar desde el puerto entre 700 y 1.000 personas cuando el día está lindo, y entre 160 y 180 yates fondean en la bahía.
El origen de los visitantes es diverso. Muchos locales aprovechan que el costo del cruce no es muy grande para visitar un lugar diferente y entonces organizan picnics.
Por otro lado, muchos extranjeros se acercan también buscando la privacidad y tranquilidad que ofrece la isla.
(Producción: Delfina Milder)
Además de belleza, en la isla hay carencias
En Gorriti hay dos playas que se consideran de baño: la popular Playa Honda y Puerto Jardín. Sin embargo, solo la primera cuenta con servicio de guardavidas.
Desde la caseta se observa casi la totalidad de lo que es una playa relativamente tranquila, aunque profunda.
Ni el guardaparques, ni el servicio de guardavidas cuentan con embarcación o vehículo acuático propio para moverse fuera de la isla, lo que supone un problema ante una emergencia ya que se debe coordinar con Prefectura.
Además, el servicio de guardavidas tiene un horario más acotado que en las otras playas ya que funciona entre las 11:00 y las 18:00 horas y se trata de una sola persona para las tareas de rescate.
Ante una posible desgracia, se necesitaría de la colaboración de los veraneantes para coordinar traslados y ayudar con maniobras de primeros auxilios. La playa de Puerto Jardín, que mira a la Mansa, es otro de los lugares a los que llegan yates, kayaks y otros vehículos acuáticos. No obstante, no es controlada.