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La infancia eterna de El Juguetero: coleccionista de 25.000 juguetes antiguos

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HISTORIAS

Eduardo Balduccio y su hija Estefanía abrirán un museo en Ciudad Vieja; su colección tiene 25.000 piezas de origen nacional y extranjero

Querer. Buscar. Encontrar. Coleccionar. Admirar. Desear algo nuevo porque siempre falta algo. Volver a buscar. Y así sucesivamente. Así puede resumirse el ciclo que cumple cualquier coleccionista. Muchos dirán que es una obsesión, adicción o locura. Para Eduardo Balduccio, de 60 años, es un viaje en el tiempo hasta cuando era niño y esperaba en fila para subirse a dar una vuelta en una cachila a pedal que tenía un vecino. Hoy tiene una igual, hasta pintada con el mismo verde, en su colección de más de 25.000 juguetes.

Balduccio se hizo conocido en ferias y remates como “El Juguetero” y así es como se llamará su museo, el que espera inaugurar antes de fin de año en un local de tres plantas en 25 de Mayo y Maciel. Mientras que no abre las puertas se puede apreciar parte de su colección en Las Piedras Shopping hasta fin de mes.

“Es una pasión que se lleva adentro. Lo que más me gusta del juguete es que tiene vida. ¿Cuánta gente jugó con él? ¿Qué historia tiene? Capaz que jugaron 100 personas. ¿Cuánta gente le dio vida?”, contó a El País.

De su infancia solo conserva dos objetos: un auto chino a pila que choca contra la pared, gira y enciende y apaga luces y un Alfa Romeo de colección guardado en su estuche. El kart de la imagen que acompaña esta nota es la pieza faltante de la colección. Se lo construyó su padre. “Compró el volante y las cuatro ruedas en la fábrica Daless y él hizo todo lo demás. Era precioso. Solo me queda la foto”, lamentó. Se lo prestó a su primo menor y no sabe dónde se perdió.

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Eduardo Balduccio de niño

Anécdotas: Ojo morado y un piloto enojado.

“Me iba de madrugada a la feria todos los sábados y domingos y volvía al mediodía. Llegaba y los vendedores me llamaban ‘El Juguetero’; ese es el nombre que me dieron y así se llamará el museo”, relató el coleccionista de juguetes antiguos Eduardo Balduccio.

No todos eran paseos apacibles. Su hija Estefanía contó que no se preocupa por donde camina si hay algún juguete de por medio. En Montevideo nunca tuvo problemas pero en Chile una vez lo robaron en un mercado de pulgas. “Volvió con el ojo morado. Habíamos ido para el casamiento de una prima”, se río.

Balduccio se recorre todas las ferias, mercadillos y casas de remate que encuentra en sus viajes. Es parte del itinerario. Así ha conseguido muñecas rusas, juguetes artesanales mexicanos o piezas de Nueva Zelanda. Como anécdota, el coleccionista sumó esta: “Una vez compré dos revólveres de juguetes en Estados Unidos y no me los dejaron llevar en el avión. Se los llevó el piloto a la cabina y me los devolvió cuando aterrizaron. Fue hace 20 años”.

¿Y qué más tiene en su acervo? Unas mil sorpresitas de cumpleaños: desde autitos hasta chifles y sapitos.

Cinco momentos de una pasión.

La colección de El Juguetero puede relatarse en cinco momentos. El primero es cuando Eduardo tenía 10 años. Los cuatro autos de la marca Matchbox que le regalaron hizo que quisiera tener más, así que juntaba dinero para comprar uno nuevo por mes. Empezó a trabajar con el suegro de su tío quien, afortunadamente para la historia, fabricaba juguetes.

“Yo pintaba las lanchitas Pof-pof que funcionaban a alcohol. Se les prendía una mecha y andaban solas. También soldaba sartenes de lata, les hacía agujeros a las ollitas de las niñas y armaba los juegos. Yo creo que ahí fue cuando me vino toda la pasión”, contó.

El segundo momento fue a los 23 años. Por alguna razón volvió a su organismo la necesidad de conseguir más autos Matchbox así que empezó a recorrer cada feria de Montevideo. Pero, a medida que los encontraba, se llevaba para casa juguetes de lata, de madera, de plástico. “Me llevaba trenes, barcos, aviones… todo lo que me gustaba lo compraba”, reconoció.

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Eduardo Balduccio y su hija Estefanía en Las Piedras Shopping

El tercer momento fue el nacimiento de su hija Estefanía hace 28 años. Hasta ese momento solo coleccionaba “juguetes de varones” pero empezó a comprar “de niña”. No importa que ella no tuviera permiso para tocarlos, comenzó a sumar muñecas, juegos de dormitorio y casitas. “Tengo muchas cocinas económicas muy lindas de los años 50 y tengo 250 máquinas de coser. Las arreglé todas”, apuntó. En la exposición en Las Piedras Shopping se ve una cocina alemana que funciona a alcohol.

El cuarto momento fue una epifanía que tuvo hace unos 10 años. Al leer el libro Juguetes uruguayos 1910-1960 de Diego Lascano decidió concentrarse en los juguetes de fabricación nacional y su historia. “Acá hubo muchas fábricas y muy importantes como Fornaro, Coloso, Oancea (en la muestra se puede ver un carrito de helados de 1964) y Fontana. Daless construía todos los juguetes a pedal. Todas se fundieron cuando vino el juguete chino”, volvió a lamentar. De todas estas marcas tiene alguna pieza. También tiene juegos de caja de Paya y su tradicional Arma Mil de madera.

No obstante, su hija aclaró que tiene juguetes de “casi todo el mundo”. Eduardo dio la lista pero es interminable. Destacó algunos de la desaparecida Yugoslavia, juegos típicos de Rusia y trenes y lanchitas Pof-pof africanos. De donde viaja trae “al menos” 10 juguetes que encuentra en los mercados de pulgas.

El quinto momento será la apertura de su propio museo. Porque, además de querer, buscar y encontrar, también cualquier coleccionista quiere mostrarle a los demás lo que ha recolectado con los años. Porque coleccionar es, a menudo, una pasión que se contagia.

Un sueño que comparten padre e hija.

No es solo porque ya no haya espacio en su casa, en su trabajo y en casas de amigos, sino porque Eduardo Balduccio quiere cumplir el sueño de tener un museo propio para contar la historia que tiene cada juguete. “Tengo 25.000 piezas y la pasión sigue intacta como el primer día”, dijo a El País.

Con su hija Estefanía consiguieron un local de tres plantas en 25 de Mayo y Maciel donde se abrirá antes de fin de año el Museo El Juguetero.

Al principio solo estará habilitada la planta principal (430 metros cuadrados de un total de 1.300) para conocer los juguetes más importantes de origen extranjero y nacional que integran la colección.

Ya tienen las vitrinas y pronto comenzarán con el traslado de los juguetes. Alguno de los platos fuertes que se podrán ver es una lámpara mágica de 1898, la pieza más antigua de la colección de El Juguetero, que mediante un farol a alcohol proyecta una película; y un auto a pedal inglés réplica de un Austin A40 fabricado en 1950. Pero lo que más entusiasma a Balduccio es mostrar todos los juguetes uruguayos que ha comprado en más de 30 años. “La mínima pieza uruguaya es un orgullo para mí; de la más chica a la más grande son todas un orgullo porque fueron fabricadas acá”, señaló en diálogo con El País.

Por el momento, el museo no cuenta con ningún respaldo o apoyo institucional, por lo que es una iniciativa totalmente privada y, como tal, el visitante deberá pagar una entrada, aunque los menores de 12 años podrán ingresar sin costo.

“Como la reacción a las exposiciones siempre es tan buena queríamos hacer algo por nuestra cuenta”, apuntó Estefanía, quien decidió ayudar a su padre en esta empresa por más que ella no colecciona ningún objeto (tampoco lo hace su hermano) y, además, tiene razones para acusar en broma a su padre: “Recién este año tengo permitirlo tocar los juguetes de mi padre”.

Eso sí, Balduccio aclaró que a ella nunca le faltó un juguete.

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