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El hombre que desde hace cinco años está dando la vuelta al mundo en bicicleta

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Ezequiel Gignone

VIAJES

Lleva 20 países y más de 17.200 km. recorridos, partió en Ecuador y ahora está en Europa.

Hace cinco años que Ezequiel Gignone está dando la vuelta al mundo en bicicleta. Ahora mismo podría estar pedaleando, o quizá charlando con algún desconocido que, como muchos otros, pronto se volverá su amigo. Con más de 17.200 kilómetros recorridos, colecciona cientos de anécdotas, paisajes y aprendizajes. Y su viaje está lejos de terminar: “Este proyecto podría terminar dentro de 10, 15 o 20 años”, sostuvo en diálogo con El País.

Cambio de vida.

La vuelta al mundo empezó por Ecuador, pero el verdadero viaje de Ezequiel había comenzado mucho antes. Nacido en el norte de Argentina, sus padres se divorciaron cuando tenía 3 años y su madre se fue con él a Buenos Aires. En ese momento, el vínculo con su padre se cortó: “Mis abuelos maternos no querían saber nada con mi papá; él intentó verme, pero no pudo”.

Pasó un tiempo, su madre tuvo otro embarazo y fue diagnosticada con depresión posparto. Ezequiel tenía 15 años. “Le duró muchos años y fue internada con esquizofrenia”, contó sobre su mamá. Y agregó: “Su pareja era adicta a la cocaína y yo estaba en medio de ese mundo”.

Dos años más tarde, su padrastro intentó golpearlo e incluso lo amenazó con un cuchillo. Poco antes de aquella situación, Ezequiel ya se había puesto en contacto con su padre porque sabía que “las cosas se estaban poniendo feas”. Lo hizo por teléfono, ya que el papá estaba viviendo en Ecuador. Habían quedado en que se encontrarían en Argentina en las siguientes vacaciones de invierno, pero luego del episodio violento los planes cambiaron y su padre viajó y se quedó con él hasta que cumplió la mayoría de edad.

“Durante casi un año estuvimos viviendo juntos en Santa Fe, donde terminé el colegio. Fue una relación copada porque coincidimos en muchas cosas”, aseguró Ezequiel. Su padre le enseñó de todo: “De inversiones, de emprender y también del mundo de los viajes”, porque había ido de mochilero por toda Sudamérica antes de quedarse en Ecuador.

Cuando Ezequiel cumplió 18 años, su papá le preguntó si quería irse a vivir a Ecuador con él. “Le dije que sí de una”, sostuvo. A los 21 comenzó su propio emprendimiento de empanadas argentinas en Ecuador, en el que le iba “súper bien”.

Ahora, mientras pedalea por los caminos de Europa, está seguro de que su “gran viaje interior” lo vivió a los 17 años, cuando conoció a su padre y aprendió a “respetar la vida, entender al otro y quererse a uno mismo”. Pero veamos cómo empezó su segundo gran viaje, aquel que está haciendo en su bicicleta.

Ezequiel Gignone
Ezequiel Gignone y Mancha.

Decisiones.

Pronto, a Ezequiel empezó a picarle el bichito de la aventura. “Venía con ganas de cambiar, de tener otro negocio o incluso de ir para México o Brasil”, contó. A los 23 años, charlando con su papá, decidió que finalmente probaría suerte en Brasil. El problema era que no tenía dinero para comprar un pasaje de avión y tampoco contaba con un auto o una moto como para hacer el recorrido por tierra. “Conocía lo que era viajar de mochilero por mi viejo, así que empecé a planificar con esa idea en mente”, relató.

Estaba armando una lista con las cosas que iba a vender, alquilar, guardar o llevar de viaje cuando su padre le propuso la idea de viajar en la bicicleta. La propuesta no le convenció mucho, pero al día siguiente, mientras pedaleaba por la ciudad, tuvo un momento revelador: “Estaba andando sin manos, sentí una brisa en la cara y pensé: ‘imagínate lo que debe ser viajar en bicicleta’”. Decidió que eso haría.

Viajar o no con Manchas, su perro, nunca se puso en duda. Lo había rescatado en Ecuador, así que no quería que pasara por otro abandono. Tiene sus limitaciones, porque “no vas a poder viajar a todos lados ni pedalear en zonas de mucho calor, y tenés que cargar mucha más agua y comida”. No obstante, también es cierto que mucha gente que lo ve con la mascota “entra más en confianza que si estuviera solo”.

Un mes después estaba partiendo rumbo a Perú montado en su bicicleta y acompañado de su perro. Llevaba consigo una carpa, dos bolsos de dormir, una cocina pequeña con su olla, un poco de ropa, cuatro alforjas y una campera que no abrigaba.

Antes de irse había tenido que pagar una deuda de más de mil dólares, así que salió de viaje solo con U$S 300. Imprimió unos stickers que pensaba vender a colaboración como había hecho su padre siendo mochilero.

Ezequiel Gignone
Ezequiel Gignone y Mancha.

Nuevos caminos.

El plan era pasar por Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay y luego recorrer todo Brasil durante dos años antes de instalarse en un lugar. Sin embargo, cuando Ezequiel llevaba un mes de viaje ese plan se cambió por otro: “Fue tan increíble todo lo que había vivido en tan solo un mes que dije: ‘Esto no puede terminar en Brasil’”. Entonces, decidió que daría la vuelta al mundo.

Durante un tiempo todo estuvo de maravilla, pero en 2020 sucedió algo que tomó a Ezequiel y a millones de personas por sorpresa: la pandemia. Quedó varado en Ushuaia, una ciudad ubicada en el archipiélago de Tierra del Fuego, en Argentina. Aprovechó esa pausa para contactarse con empresas de todo el mundo y consiguió varios sponsors.

Una empresa alemana le donó una nueva bicicleta y alforjas, pero como resultado de la pandemia y los impuestos elevados, era más fácil que él viajara a Europa a buscarlas una vez que abrieran las fronteras. Pasaría año y medio hasta que Ezequiel pudiera emprender el viaje: 12 meses de restricciones por la emergencia sanitaria y seis meses más para planificar su aventura por el continente europeo.

Precisaba un boleto de avión para cruzar el océano, el cual pudo comprar con el dinero que había ganado en YouTube, vendiendo merchandising y haciendo una colecta grande con sus seguidores. “Miles de personas donaron, así que sin ellos no estaría acá”, aseguró. Y se fue, quedando pendiente su visita por Chile, Uruguay, Paraguay y Brasil.

Del otro lado.

A pesar de haberse quedado varado en Ushuaia durante año y medio, su vida tuvo un gran movimiento. Conoció a una chica con la que se puso en pareja y la invitó a sumarse a su viaje por el mundo. Fue así que salieron rumbo a Europa los tres: Ezequiel, Mancha y Milagros. Recorrieron España y luego Francia, donde Mancha falleció por una infección. A pesar de la tristeza, siguieron por Mónaco, Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia, Montenegro y Albania. Allí, Milagros tomó un avión y regresó a Argentina. Ya habían pasado cuatro meses.

Su relación continúa, pero a distancia. “Es un poco difícil porque no está eso de vernos todos los días y despertarnos juntos”, sostuvo Ezequiel. La idea es volver a verse, pero él no puede ir a Argentina porque le es muy difícil juntar el dinero para un pasaje. “Quiero recorrer África y Asia, y creo que estaré haciendo eso hasta que ella pueda venir”, dijo.

Ezequiel Gignone
Ezequiel Gignone y Milagros.

Luego de la despedida en Albania, Ezequiel siguió para Macedonia. Allí, el golpe de la muerte de su mascota se sintió más que nunca. “Durante cuatro años no me desmotivé, pero cuando sucedió lo de Mancha estuve como 20 días en Macedonia sin recorrer nada. No podía pedalear, no me sentía cómodo conmigo mismo”, contó. Estar en un país en el que no hablaban su idioma natal y muy pocos entendían inglés no ayudaba mucho: “Era la primera vez en más de cinco años que estaba solo”.

Cuando todo parecía venirse abajo, Manuel, el dueño de la empresa que le había donado la bicicleta, le escribió y lo invitó a un evento en Italia llamado Veneto Trail. Participarían más de 200 corredores, recorrerían las Dolomitas en cinco días y Ezequiel por fin conocería a Manuel. “Tenía que hacer de 90 a 100 kilómetros diarios para llegar a Italia en 20 o 25 días y eso me dio mucha motivación”, sostuvo.

Así, Ezequiel salió adelante haciendo lo que mejor sabe hacer: pedalear. En el evento conoció gente que tenía la misma pasión que él y luego se fue a Suiza, donde siguió encontrándose con viajeros y seguidores.

“A fin de cuentas, viajo solo, pero interactúo constantemente con gente, y eso es lo que me motiva”, afirmó. Otros de los países que recorrió fueron Kosovo, Serbia, Austria y Croacia.

Con la idea de seguir para África o Asia, consiguió que una empresa de Estados Unidos le donara una nueva carpa porque la que usaba hasta ahora no lo protegía del viento y la lluvia. A su vez, la empresa alemana le dio una rueda con la que puede generar su propia energía. Lo único que le falta conseguir es un panel solar para asegurarse de poder cargar todos sus dispositivos y dar buen contenido en YouTube y sus redes sociales.

Estar feliz.

A largo plazo, su intención es volver al continente americano por Alaska y bajar hasta Argentina, esta vez sí visitando Uruguay, Brasil, Paraguay y Chile. Su vuelta al mundo terminaría en el Obelisco de Buenos Aires.

Finalmente, afirmó: “Siento que no he cambiado mucho. Lo que sí, estoy mucho más feliz. Estaba bien antes, pero al viajar uno vive las experiencias multiplicadas por mil”.

Subsistir gracias a la generosidad de la gente.

Los recuerdos más especiales de Ezequiel son los que guarda con la gente que fue conociendo a lo largo del camino. En Ushuaia, por ejemplo, un hombre llamado Matías se fue a vivir con su madre para prestarle su monoambiente al cicloviajero: “No me quiso cobrar nada, recién empecé a pagar en los últimos meses. Lo hizo desde su corazón y pasamos de ser desconocidos a grandes amigos”.

Cuando estaba en Italia, un tal Claudio le escribió y lo invitó a hospedarse con su familia. Allí se quedaron 15 días con Milagros y Mancha.

Otra vez, Ezequiel estaba sentado en alguna vereda de Italia y apareció una mujer mayor en su auto. “Me preguntó si ya había comido y le dije que no tenía mucha plata y estaba comiendo lo que podía”, contó. Entonces, la señora lo invitó a su casa y le dio lasaña, pollo, pan casero y fruta. También le regaló bolsas con comida. “Ella estaba muy feliz, y para mí fue una caricia”, dijo Ezequiel.

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