"El trabajo con caballos es uno de autoconocimiento"

Juan Carlos Nicolini.

COACHING

La historia de un vínculo especial con los caballos que llevó a la creación de un proyecto de coaching para aprender a montar las emociones.

Juan Carlos Nicolini tiene 12 caballos y un propósito claro: ayudar a sus animales y a las personas a superar sus miedos. Hace unos años dejó su trabajo para ofrecer coaching con caballos y así ser un facilitador de la sanación de vínculos como nunca lo hubiera pensado. En entrevista con El País contó de qué se trata su tarea y cómo llegó hasta donde está ahora.

—¿De dónde viene su pasión por los caballos?
—De niño siempre dibujaba chacras y caballos. De hecho, es uno de los pocos recuerdos que guardo de cuando tenía 4 o 5 años. Ya más grande, siempre que tenía la oportunidad salía a andar a caballo, pero vivía en la ciudad y mi familia nunca tuvo campo ni nada como para que fuera algo muy regular. Soy licenciado en dirección de empresas y llegué a tener tres actividades distintas vinculadas a mi profesión, pero siempre me imaginé criando caballos una vez que me retirara. Hace algo más de 10 me di cuenta de que no quería esperar a jubilarme para dedicarme a lo que realmente quería y dije: ‘No voy a postergarlo más’. Empecé la actividad comprándome un caballo y saliendo a andar. Rápidamente me di cuenta de que me conectaba de una forma especial con estos animales y que era muy intuitivo, por ejemplo, corrigiendo mañas, que básicamente tienen que ver con los miedos que traen los caballos. Una de las cosas que siempre tenemos que tener en cuenta es que los caballos son presas y nosotros somos depredadores. Entonces, más allá de la relación que tengamos con un caballo en particular, la relación natural es de cazador-presa y ellos van a tener más miedo de nosotros que nosotros de ellos. Compré el segundo caballo, luego el tercero y pronto entendí que lo que me gustaba era trabajar con ellos y ayudarlos a perder el miedo.

—¿Cómo aprendió a hacerlo?
—Después de comprar mi primer caballo, salía a andar cuatro, cinco o hasta seis veces por día, así que fue como un curso intensivo. Era un trabajo intuitivo, aprendiendo de los propios errores y observando mucho. Pero también tuve la suerte de cruzarme con personas que me ayudaron y viceversa, porque siempre es un aprendizaje mutuo. Además, en el medio hice algún curso de doma. Más allá de eso, los que creemos en la trasmutación de las almas o reencarnación sabemos que no somos una tabula rasa, no empezamos esta vida de cero, sino que ya tenemos conocimientos de otras vidas y esos conocimientos van apareciendo a medida que los vamos poniendo en práctica. Entonces, seguro que trabajé con caballos en otros momentos. Y eso también explica los dibujos que hacía de niño, porque hasta los 4 o 5 años recordamos situaciones de vidas pasadas que a veces las verbalizamos y otras veces las dibujamos.

Juan Carlos Nicolini.
Taller de coaching con caballos.

—Mencionó que lo que le gusta de trabajar con caballos es ayudarlos a perder el miedo. ¿Ellos también lo ayudaron a usted?
—Sí, claro. El trabajo con los caballos es un trabajo de autoconocimiento: si estamos atentos nos muestran cómo estamos, cómo reaccionamos y cómo nos enfrentamos al otro. Por ejemplo, podemos aprender a aceptar los tiempos del ser vivo que tenemos enfrente y no en el sentido de ‘darle tiempo’, porque no somos quién para eso. En un momento, cuando ya tenía tres caballos, pensé: ‘Este hobby me va a salir carísimo, tengo que vender alguno’. También por un tema de sustentabilidad, porque si solamente los acumulara la energía no circularía. Pero al primero, con el que me había encariñado mucho, no me animaba a venderlo, y ahí aprendí a trabajar el desapego.

—¿Cómo se transformó eso en una forma de ayudar a otras personas?
—Cuando vendía los caballos, muchas veces se interesaba gente que sabía poco o nada del tema y lo que hacía era compartir mi experiencia. En un momento me vi en una especie de punto medio entre trabajar con caballos y trabajar a su vez con las personas. Ahí fue que empecé a dar clases de manera esporádica para enseñar a montar y a interactuar con el animal. Eso fue hace unos ocho años. Una vez, una persona a la que le vendí caballos me pidió que hiciera un taller para su empresa. Antes daba clases de negociación y de marketing, capacitaba a gerentes de varias empresas e hice coaching hace más de 12 años, entonces siempre estuve muy acostumbrado al manejo de grupos. La idea de hacer talleres con caballos fue tomando forma hasta que empecé a hacer grupos abiertos a todo público. Antes de la pandemia ni siquiera lo divulgaba, no tenía redes sociales, pero en el 2020 me di cuenta de que estábamos en un momento donde los miedos jugaban un papel fuerte y quise compartir esto con el resto de las personas.

—¿En qué consisten estos talleres?
—Hago talleres abiertos con gente que no se conoce entre sí, talleres cerrados, o sea, para empresas, grupos de amigos o familias, y también hago trabajos individuales para una, dos o tres personas. Los grupales funcionan en un día durante seis horas y los que son individuales o para pocas personas llevan una hora y media por semana durante un mes. Hay gente que sigue viniendo todo el año o varios meses. El coaching con caballos es un proceso de aprendizaje y entrenamiento que tiene dos caminos. Uno es más técnico y se divide en tres etapas. La primera tiene que ver con aprender a relacionarnos con el animal de una forma que no sea a la fuerza, entendiendo cómo nos siente él a nosotros y nosotros a él. Este primer trabajo es desde abajo, sin subirnos. La segunda etapa trata de trabajar el equilibrio y la confianza poniéndole la montura y subiendo al caballo, empezando a interactuar con él desde arriba. La confianza se trabaja con él y conmigo, porque soy quien los estoy guiando en este proceso. Por último, hay una etapa del trabajo de riendas en donde las personas toman la iniciativa de guiar al caballo y no que él haga lo que quiera. Al mismo tiempo, el otro camino es un camino de emociones. En cada etapa van apareciendo diferentes emociones, algunas que pueden identificarse claramente y otras que no. Entonces, de mi parte lo primero es ayudar en esa identificación. Aquí se da algo que sucede entre todos los seres vivos que se llama el ‘efecto espejo’. Se trata de un intercambio de energías que, si estamos atentos, nos muestra cómo estamos. Por ejemplo, si nos acercamos al caballo con miedo, ese miedo se lo pasamos al animal, él lo recibe y además agrega el suyo propio, nos lo devuelve y nosotros de vuelta le agregamos más miedo y se da una especie de espiral ascendente de miedo que puede terminar en una agresión nuestra o del caballo.

Juan Carlos Nicolini.
Taller de coaching con caballos.

—¿Y ha notado transformaciones en las personas que participan?
—Los talleres abiertos son como puertas de entrada a trabajos posteriores más individuales. Pero en los talleres individuales, de parejas, padres e hijos o madres e hijas hay dinámicas que se van dando que van mostrando cómo estamos. Y eso lo vamos trabajando a medida que va apareciendo. Los trabajos que me tocan muy de cerca son entre padres e hijos donde aparecen temas de imposición de límites muy severos o al revés, de ausencia de límites. La utilización extrema de límites es tan mala como su ausencia. Los límites puestos adecuadamente son una de las pruebas más lindas de amor que podemos hacer con nuestros hijos. Una vez, trabajando con una pareja, la chica empezó a comentar sobre la relación con su madre, que no la tuvo como le hubiera gustado. En eso, una yegua que estaba en un potrero cerca se escapó. Estaba como a unos 100 metros y empezó a avanzar hacia nosotros, pero la pareja no la veía porque estaba de espaldas. En un momento, la chica dijo: ‘Cuando estaba en la escuela y todas las madres venían a buscar a mis compañeros, yo no tenía a mi mamá’. Entonces, la yegua llegó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro. Se me pone la piel de gallina cada vez que lo cuento. Resulta que esta yegua había dado a luz a una cría que murió a los pocos días. Entonces, esta chica era una hija que estaba reclamando por su madre, esa era la energía que estaba en ese momento y a la vez una madre —la yegua— venía acudiendo por su hija, consolándola y diciéndole ‘estoy acá’.

—¿Cuándo será el próximo taller abierto?
—El domingo 7 de agosto tendremos uno de 11 a 17 horas. Estamos en Rincón de Carrasco, a la altura de El Pinar, pero al norte de la interbalnearia. Pueden contactarse a través de mi WhatsApp (094 308 878) o mi Instagram @coachingycaballos.

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