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El patio de una casona del siglo XIX: el lugar donde crecen las plantas y flores de Montevideo

En la quinta Storace funciona el vivero y semillero de la Intendencia de Montevideo que ahora se puede visitar como parque.

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Casa Quinta Storace
Casa Quinta Storace en la calle Lucas Obras, Prado, Montevideo.
Foto: Leonardo Maine

Están ahí, como si siempre hubiesen estado: indiferentes, sin titubear, sin moverse, sin quejarse, sin decir nada. Flacos o robustos, repletos o vacíos, con hojas verdes y amarillas, completando el paisaje, haciéndose lugar en una ciudad de ladrillos y cemento.

En Montevideo hay más de 211.470 árboles plantados en las veredas y alrededor de 85.000 en espacios verdes y plazas. También hay plantas, flores.

Hay que caminar y prestar atención: mirar los canteros en medio de las avenidas, prestar atención hacia los costados, levantar la mirada y ver cómo, allá en lo alto, las copas de los árboles se unen en algunas calles de la ciudad, crean un túnel, una pasarela, cambian la forma del sol.

“Montevideo es una ciudad verde. Los árboles oxigenan, decoran y dan sombra en el verano”, dijo Pablo Machado, director de Jardín Urbano para el especial elaborado por El País ¿Qué tan verde es Montevideo?

Según ese trabajo la zona que tiene más cantidad de árboles en la ciudad es la que abarca Carrasco Norte, Carrasco y La Cruz de Carrasco. Y, por el contrario, la que tiene menos es la que abarca Ciudad Vieja, Centro y Barrio Sur.

¿De dónde vienen esos árboles y esas flores? ¿Quién los planta, quién los cuida, quién los hace crecer? ¿Cómo se decide qué planta irá a cada zona de la ciudad?

La Intendencia de Montevideo tiene dos viveros. Uno está en Toledo Chico y allí se dedican a la producción de árboles.

El otro tiene dos predios en el Prado: en uno se ocupan, principalmente, de mantener las plantas en el Rosedal y en el otro funciona también un semillero.

Instalado en el terreno de la Quinta Storace, ahora, además de vivero y semillero, funciona como un parque público.

Casa Quinta Storace
Casa Quinta Storace en la calle Lucas Obras.
Foto: Leonardo Maine

Aunque el semillero siempre funcionó en ese espacio, el lugar se reinauguró como vivero y paseo a fines de mayo.

Hoy, que es un día de invierno pero hay sol y la tarde, a veces, se entibia, un hombre camina con un niño tomado de la mano, leen los carteles al pie de los árboles y plantas que hay en todo el espacio, se sientan en un banco frente a una camelia de flores rosadas.

Un pulmón en medio de la ciudad

Lo primero que se ve, cuando se visita el vivero y semillero municipal ubicado sobre la avenida Lucas Obes, es un portón de rejas abierto completamente hacia atrás. Enseguida, cuatro pequeñas estatuas escoltan una araucaria altísima, llena de fuerza.

Hasta hace unos meses, cuando un equipo del Servicio de Áreas Verdes de la Intendencia de Montevideo empezó a trabajar allí, todo eso que hoy se ve verde, cuidado y prolijo, era una mezcla de árboles y plantas en mal estado que no tenían ningún sentido. Allí solo funcionaba el semillero -el lugar al que van las semillas que se recogen de los árboles y que luego se plantan en el vivero de Toledo- y el resto del predio estaba descuidado.

“Cuando se decidió abrir este parque al público se recuperó todo el predio y se trató de zonificar en función de las características propias de cada espacio, se le dio un uso específico tratando de intervenirlo lo menos posible y también pensando en integrarlo como zona de producción del vivero”, dice Iara Bellucci, ingeniera agrónoma que estuvo a cargo de la reforma y está al frente de la producción.

Casa Quinta Storace
Entrada a la casa quinta de Storace en Montevideo.
Foto: Leonardo Maine

Ahora, cada parte del predio de la quinta que perteneció a la familia Storace está destinado a algo específico: árboles nativos, un jardín con diferentes especies ornamentales, una zona para plantar en envases, otra para palmeras y otras plantas tropicales, rosales de diferentes tipos, un cantero de plantas madres -que después se replican- con herbáceas, un área con pasto completamente vacío para que quienes lo visiten puedan disfrutar de acostarse en el pasto, de jugar en el pasto, de estar en el pasto, una plaza con juegos para niños.

Hay un equipo de agrónomos, técnicos en jardinería, jardineros y guardaparques que se encargaron de hacer que todo ese espacio hoy se vea como se ve. Y todavía lo siguen haciendo.

En medio de todo ese verde, está la casa, construida a mediados del siglo XIX por la familia Storace: una construcción maciza con dos columnas al frente y ventanas en forma de arco que actualmente está rodeada por un cerco.

“La casona está cerrada porque está esperando por ser reparada. Está proyectado para este año comenzar su restauración y también darle un uso dentro de ese espacio público para el próximo año”, cuenta Natalia Castro, directora de Espacios Públicos de la intendencia.

Las plantas, flores y árboles que se producen allí irán, después, a alguna parte de la ciudad. Eso dependerá de equipos técnicos que decidan en qué lugares es mejor plantar las distintas especies. Sin embargo, explica la ingeniera Bellucci, se está tendiendo a “tener plantas que sean más rústicas, que tengan poco requerimiento de agua, que cuando estén expuestas a las diferentes condiciones climáticas puedan adaptarse y sean resistentes, sin dejar de lado la belleza”.

Absorber dióxido de carbono, bajar la temperatura del aire, filtrar los contaminantes, atraer aves, insectos, generar una fauna bajo la tierra, mejorar la percepción y la relación con la ciudad, cambiar el entorno: los árboles y las plantas en la ciudad cumplen un rol importante, esencial. “Además, ya está demostrado que estar en contacto con la naturaleza ayuda a vivir mejor, te da paz. Un espacio como este es un pulmón en medio de Montevideo. Es muy importante que haya densidad de plantas: eso es lo que realmente suma, el conjunto, la variedad”.

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