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Abiy Ahmed, un líder que ascendió de la pobreza recibió el Nobel de Paz

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Primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, ganador del Nobel de la Paz. Foto: AFP

PERFIL

El Comité Nobel de Noruega reconoció sus esfuerzos por alcanzar la paz y la cooperación internacional y su iniciativa para resolver el conflicto fronterizo con Eritrea.

El primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, galardonado con el premio Nobel de la Paz, creció en una familia humilde y se acabó convirtiendo en jefe de los espías, antes de iniciar unos profundos cambios en su país que generaron esperanzas, pero también rechazo.

Desde que tomó las riendas del segundo país más poblado de África, en abril de 2018, Abiy Ahmed, de 43 años, hizo temblar hasta los cimientos de un régimen anquilosado tras más de 25 años de ejercicio autoritario del poder, modificando las dinámicas del Cuerno de África.

Apenas seis meses después de su investidura, firmó la paz con la vecina Eritrea, liberó a miles de disidentes, pidió perdón por la brutalidad estatal y recibió con los brazos abiertos a miembros de grupos exiliados que sus antecesores habían calificado de “terroristas”.

Desarrolló su programa de aperturismo de la economía, ampliamente controlada por el Estado, y actualmente invierte todos sus esfuerzos para que las elecciones legislativas, que promete inclusivas, se celebren en mayo de 2020.

De este modo, el joven dirigente se puso en una situación delicada, según advierten los analistas. Sus medidas estrella son demasiado radicales y repentinas para la vieja guardia del antiguo régimen, pero no suficientemente ambiciosas y rápidas para una juventud ávida de cambio y de perspectivas de futuro.

Hijo de padre musulmán y madre cristiana, nacido en Beshasha, una pequeña comunidad del centro-oeste, Abiy Ahmed “creció durmiendo en el suelo” en una casa que no tenía ni electricidad ni agua corriente. “Íbamos a buscar agua al río”, relató en una entrevista en septiembre con la radio Sheger FM, en la que contó que no descubrió la electricidad ni el asfalto hasta los 10 años.

Abiy Ahmed. Foto: EFE.
Abiy Ahmed. Foto: EFE.

Siendo adolescente, se implicó en la lucha armada contra el régimen del dictador Mengistu Haile Mariam. El joven Abiy, operador de radio, aprendió entonces por necesidad el idioma de los tigray, grupo étnico mayoritario en esta lucha y que formó el núcleo duro del régimen tras la caída de Mengistu, en 1991.Abiy empezó entonces a ascender en el seno de la coalición en el poder, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (Eprdf), primero en el aparato de seguridad, y luego del lado político.

Subió escalones en el ejército hasta que obtuvo el grado de teniente coronel, y en 2008 fue uno de los fundadores de la Agencia Nacional de Inteligencia (INSA), que dirigió de facto durante dos años. En 2010, cambió el uniforme por el traje de político, convirtiéndose en diputado del partido oromo, miembro de la coalición en el poder y, en 2015, pasó a ser ministro de Ciencia y Tecnología.

A finales de ese mismo año, un movimiento de protestas antigubernamentales fue ganando amplitud en el seno de las principales comunidades, los oromo, a la que pertenece Abiy Ahmed, y los amhara. Aunque el movimiento fue violentamente reprimido, terminó sacando del poder al primer ministro Hailemariam Desalegn, símbolo de una coalición incapaz de aportar respuestas a las aspiraciones de la juventud. El Eprdf designó a Abiy Ahmed para solucionar la situación, convirtiéndolo en el primer oromo en ser jefe del gobierno.

Una vez en el poder, Abiy multiplicó las iniciativas a nivel regional. Además del espectacular acercamiento a Eritrea, desempeñó un importante papel de mediador en la crisis política sudanesa.

Pero, tiene por delante un gran desafío en las tensiones entre los diversos grupos étnicos por territorio y poder en Etiopía. Abiy insiste en el concepto de Medemer, una palabra amárica -la principal lengua del país- para hablar de convivencia y unidad que están lejos de la realidad, pues su país sigue atravesando una grave crisis debido a la existencia de decenas de grupos étnicos, disputas de poder entre ellos y la falta de federalismo.

“El trabajo de Abiy Ahmed está lejos de haber terminado”, consideró el secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naido. “Este premio tiene que empujarlo y motivarlo a enfrentar los desafíos pendientes de derechos humanos que amenazan con revertir los logros conseguidos hasta ahora”.

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