HUGO GARCIA ROBLES
Si se investiga la historia del violín, sus orígenes y las transformaciones sufridas hasta su forma actual, la tarea no es fácil. El violín logra sus proporciones con Antonio Stradivari, el admirable "luthier" que fija su arquetipo en la primera mitad del siglo XVI.
En cuanto a sus antecedentes, existen dos bibliotecas. Una que lo hace descender de un antepasado de forma semejante a la mandolina, es decir, con el fondo curvado y no plano. Una genealogía que pasa por el nefer egipcio y la lira griega.
La otra tesis se apoya en la cítara griega, que vino de Oriente. No existe acuerdo sobre las transformaciones y pasos seguidos por la cítara. Algunos buscan las raíces en el país de Gales, concretamente en un instrumento que perdura hasta el siglo XVIII con un nombre arduo de pronunciar: "Crwth". Abundan las dudas y diferencias de criterio, que llegan a reconocer en este instrumento una supervivencia de la "rotta" medieval, perfeccionada. Marc Pincherle abunda sobre éstos y otros aspectos.
A partir de 1490 la "lira da braccio" anticipa el reino de las violas que son del siglo XVI. La palabra violín aparece por primera vez en 1529, en archivos musicales en compañía de oboes y sacabuches, es decir, los trombones medievales. El tiempo trabaja a favor del violín y en la Harmonía Universal de Mersenne, publicada en 1636, ya es declarado "rey de los instrumentos". Para Thomas Mace, en su Musick monument, que aparece cuarenta años más tarde, un órgano y seis violas bastan para interpretar todo tipo de música.
En sus comienzos el violín desarrolla su técnica sobre la heredada de las violas. El tratado famoso, escrito por Leopoldo Mozart, padre de Wolfgang Amadeus, destinado al arte de la interpretación violinística, acepta apoyarlo directamente sobre el pecho mientras otros como Tartini y Cramer aconsejan disponer el mentón del ejecutante sobre el lado derecho de las cuerdas.
No cabe duda que son los italianos los que desarrollan la técnica del violín. Los primeros de cierta fama son clásicos: Vitali, Bassani y Torelli. Este último maestro que vivió entre 1660 y 1708, es responsable de la creación del concierto para violín solista, que se independizaba así del grupo de instrumentos fines que alternaban con la orquesta en la forma del "concerto grosso".
Cuando aparecen Corelli y Vivaldi, hacia los siglos XVII y XVIII, la supremacía italiana no ofrece dudas. Vivaldi otorga al concierto para violín la disposición en tres tiempos, herencia que pasa por Bach, Mozart y Beethoven. Se amplía en el romanticismo con Mendelssohn, Schumann y Brahms. Paganini revoluciona sus recursos y los maestros del siglo XX como Sibelius, Prokofiev y Bártok han dedicado al violín su talento.