CARLOS REYES
Mañana y el miércoles a las 21.30 horas en la Zavala Muniz se verá "Una extraña entrada", un trabajo de danza creado, interpretado y dirigido por la uruguaya Ayara Hernández Holz y el coreógrafo alemán Felix Marchand.
Estrenada hace un año en Berlín, la obra promete compaginar ironía, humor absurdo y reflexión. "La idea surgió cuando los dos, Felix y yo, estábamos haciendo nuestras maestrías, él en Berlín y yo en Girona. Los dos elegimos proyectos totalmente distintos pero teníamos el deseo de hacer algo juntos", afirma Hernández.
Fue así que saltaron al tapete temas recurrentes en la danza, como ser el espacio y lo intangible, poniendo especial énfasis en la relación poética emergente entre el lugar físico, el espacio construido, el público y los performers. "La obra es un dúo y eso ya crea una relación muy fuerte entre los intérpretes, pero realmente es un cuarteto, por el público y por la relación con la luz, que es muy directa", agrega la bailarina.
La dupla de artistas trabaja hace ocho años bajo el nombre Lupita Pulpo, pero es la segunda vez que hace un dúo, trabajo bastante exigente a nivel físico, puesto que uno de los principios es ir a fondo en cada acción que se plantea en la obra.
"El trabajo de la luz y el sonido durante la creación fue muy importante. En Berlín creamos una instalación de micrófonos bastante compleja, para amplificar el sonido ambiente, y todo esto para producir un sonido casi imperceptible pero extraño.
La gente comentaba que había algo raro en el sonido pero no podía identificar qué era exactamente. La versión que vamos a mostrar acá está simplificada porque el músico no pudo venir", asegura Hernández.
En el rubro luces se sumó a Benjamin Schalike, un iluminador que trabaja hace muchos años con grupos de danza contemporánea en Berlín "Él ya esta aquí, encantado con la ciudad. El montaje de luz cambia de acuerdo al espacio teatral, pero en general él también trabaja con la idea de generar ciertos `ruidos` en la luz".
Hija del artista plástico Anhelo Hernández, la coreógrafa afirma: "Mi padre fue, y es, una gran influencia para mí a nivel humano y artístico, porque no sabría decir dónde empezaba uno y terminaba el otro. Con él teníamos grandes conversaciones filosóficas sobre lo que él estaba haciendo o lo que yo estaba pensando. Realmente no sabría identificar una influencia nombrable, creo que hay muchas más de las que reconozco".