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"MasterChef: Celebrity": la peor noche de Julio Ríos fue la mejor de Patricio Giménez

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Graciela Rodríguez y Julio Ríos en "MasterChef: Celebrity Uruguay". Foto: Instagram @masterchefuruguay

RESEÑA

El equipo azul tuvo que lidiar con una serie de platos hogareños que causó bastantes problemas en el programa de cocina de Canal 10

La entrega de MasterChef: Celebrity Uruguay de esta semana estuvo marcada por el humor y la distensión que abrió la noche. Jurados y participantes bromearon en un arranque de programa que no es el más frecuente, tanto que Graciela Rodríguez advirtió que con un ambiente demasiado "agradable", daba para pensar que se iba a venir "algo terrible". En cierto modo, el tiempo le daría la razón.

Sebastián Almada, que había tenido el mejor plato en la última prueba del equipo azul, subió directo al balcón. Antes le tocó formar cuatro parejas, que participarían en duplas del desafío de beneficios. Así, unió a Claudia Umpiérrez y Agustina Padilla, Paula Silva y Patricio Giménez, Victoria Saravia y Marcelo Capalbo, y a Rodríguez y Julio Ríos.

Esta última dupla, dijo Almada, la decidió para darles una revancha después de una mala experiencia en su participación anterior. Es que la actriz tuvo que asistir al periodista deportivo en la preparación de un hígado que casi lo deja fuera de competencia. "Se llevaron mal, se divorciaron y ahora se vuelven a juntar", les dijo el comediante ante sus caras de disconformidad.

En la prueba de beneficios, las parejas tuvieron que estirar una masa con una máquina sobadora, sin fisuras ni emparches, hasta llegar a la meta que tenían indicada en la mesada. Hubo conflicto, ya que Julio y Graciela creyeron haber ganado el desafío, pero no habían entendido bien los requisitos. Así, las ganadoras fueron Claudia y Agustina, que acompañaron a Almada en el balcón.

El resto pasó a la prueba de eliminación, que consistió en una serie de platos hogareños a realizar en una hora. Las consignas se definieron al azar: los concursantes debían elegir, entre seis latas de cerveza de tres variedades distintas, una, y debajo de ella estaba el nombre de la preparación en la que se iban a tener que embarcar. A la hora de la degustación, los platos fueron maridados con la cerveza correspondiente.

Así, Ríos tuvo que hacer un pastel de carne, algo en lo que su madre, aseguró, era experta; Patricio Giménez, una pasta fresca; Paula Silva, lasagna; Capalbo, suprema rellena; Vitto Saravia, canelones, y Rodríguez, zapallitos rellenos.

Hubo contratiempos, estrés, rezongos varios de Laurent Lainé, insultos entre dientes, alguna ayuda desde el balcón —sobre todo para Vitto, que tenía problemas para usar la balanza, que se le quemaba el ajo— y hasta una crisis de angustia de Graciela. Y aunque Ríos había dicho, al comienzo, que se tenía toda la fe para dar la sorpresa, todo pintaba para un nueva nueva catástrofe: otra vez se cortó un dedo y, encima, todas las decisiones que fue tomando mientras hacía su receta eran fallidas.

"No podemos creer las cosas que está haciendo Julio", confesó Agustina Padilla, y después: "No entendemos qué hace poniéndole salsa de tomate al pastel de carne". Con quienes sí escucharon sus consejos, Padilla fue una verdadera directora técnica de los jugadores perdidos o en apuros, como le ocurrió a Silva, que es vegetariana y eligió usar carne en su lasagna.

Al final, la tensión vivida mientras cocinaban dejó en claro que la idea de "platos hogareños" era bastante más exigente de lo que se podía imaginar.

Los zapallitos rellenos de Graciela Rodríguez (de carne, al vino tinto y con salsa bechamel), fueron lo primero que probó el jurado. "Un relleno no puede desgranarse. Tiene que estar un poco más compacto", le señaló Puglia, que entendió que el resultado de su trabajo fue "irregular". Se le criticó el exceso de comino, la falta de gratinado —esa bechamel se veía blanquísima— y el pobre emplatado.

Luego pasó al frente Capalbo, con una suprema rellena con queso y panceta acompañada de un puré de boniato y una crema de espinaca que, a priori, ya se veía mucho mejor a nivel estético que lo de su compañera. "Me gusta que hayas presentado color", le dijo Torres, pero opinó que había transitado por lugares comunes y que a su plato le faltaba personalidad. "Quiero más osadía", reclamó. El resto de las devoluciones fueron del mismo tono.

"¿Jurado, están preparados para probar los mejores canelones del condado?", dijo, sonriente, Vitto Saravia, aunque consciente de que a todo le faltaba "un poquito". Fue por unos canelones bien clásicos, rellenos de carne y con bechamel, con el agregado de chips de kale que no fueron del agrado de Lainé ni de Puglia; para Torres, sin embargo, fue lo mejor del plato. El chef francés le dijo que la masa estaba muy gruesa, aunque elogió que usara huevo para elaborarla. El resto fue todo bastante criticado.

La jornada venía difícil y entonces le tocó a Julio Ríos, su pastel de carne a la cerveza negra y una ensalada que no reflejaba demasiado esfuerzo. "Era un plato fácil", empezó su devolución Puglia, que se ocupó de detallarle el paso a paso de un buen pastel de carne. Eso para decirle que el puré era más bien una crema de papa, y que el resultado final era "una preparación libre" y desacertada. Lainé y Torres dijeron lo mismo, pero para no dejar un sabor tan amargo, señalaron una buena vinagreta.

"Lasagna infernal" fue el nombre que le dio Paula Silva a su plato, con la frescura que la caracteriza. La simpatía no alcanzó: los jurados opinaron que aunque el sabor era bueno, todo estaba muy seco y las capas estaban separadas, y no integradas como deberían en una presentación de este tipo.

Con toda esa racha negativa, Patricio Giménez llegó con fe a mostrar sus pappardelle con crema de hongos al vino blanco, que se veían apetitosos y sofisticados. "Me da mucho gusto que hiciste una salsa", le dijo Lainé. Torres le destacó tres cosas: "el tema de la salsa, dejarla reducir; el tema de la pasta, ir con un poquito de agua de la cocción y terminarla en la salsa; y el tercero es la presentación". Puglia le tiró flores para luego decirle un predecible: "¡Aleluya!".

El cantante argentino fue directo al balcón. Luego, cuando conversaron entre ellos, los jurados definieron su pasta como "un platazo".

Con todo eso, el camino a la nueva eliminación estaba bastante claro. Capalbo fue el primero en asegurar su continuidad, y luego le tocó a Silva y Saravia. El mano a mano entre Rodríguez y Ríos, que habían empezado la emisión juntos y habían estado muy cerca de ascender al balcón, le dio una circularidad a la jornada. Al final, Julio Ríos fue eliminado de MasterChef, un programa en el que pasó de tropiezo en tropiezo.

Ríos se despidió con agradecimientos para sus compañeros y para el jurado, del que dijo: "Han hecho por mí mucho más de lo que la gente ha visto, y seguramente más de lo que ustedes creen". Antes de abandonar las cocinas, apostó que Agus Padilla, cantante, iba a ser la ganadora de la temporada. Todavía queda mucho concurso para saber si en eso sí acertará.

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